Validos y semejantes (y iii)

Desideologizados, viven del pensar en el decir cómo hacer, sin que les importe lo que ese hacer acarreará

Personales como el hispalense-malacitano Pedro Arriola Ríos o el donostiarra Iván Redondo Bacaicoa, susurrantes respectivos de Mariano Rajoy (por herencia de Aznar) y de Pedro Sánchez, siempre los ha habido. Y los habrá mientras la personalidad del líder se quede en la fachada. Porque tanto en los entresijos internos, por los que campan los hooligans, como en los externos, los líderes pocas veces tienen sustancia. Hace años, el escritor madrileño Ramón Hernández me escribió en una dedicatoria, que no estaba seguro de no poder defender con pasión lo contrario de lo defendido. Es cuestión de oficio. "Estos son mis principios -decía G. Marx-, si no le gustan… tengo otros".

Acaso por ignorar o no tener en cuenta los vericuetos de la condición humana, nos creemos que vamos a encontrar en los de un lado lo que no encontramos en los del otro. Redondo, se ha referido repetidamente al pensador florentino Maquiavelo como "maestro" y como "genio", y el presidente Sánchez ha debido de encontrar en su compañía, la paz mental. No hay como tener un "pensatore" a mano. Nada tan sugerente (ni tan ridículamente servil) como la doble reverencia -una gestual y la siguiente de sumisión- de Redondo a Torra, el pasado día 6 de febrero, en la (insólita) recepción (de Estado) a Sánchez en la Generalidad catalana. Redondo recogería de Maquiavelo, la máxima: "la promesa dada es una necesidad del pasado; la palabra rota es, por el contrario, una necesidad del presente"

He visto cosas parecidas a que una proabortista confesa, como la chichilindri Celia Villalobos, sea pregonera de Semana Santa (Málaga, 2002). Y no es raro su perfil político, que parte de una viva militancia comunista y llega a Alianza Popular. Pero el hecho de que esté casada con Arriola, de paralelo perfil, -al que se le atribuye la "aznarada" de "¡Váyase Sr. González!"- maestro de la pasividad y de la inacción, ayuda a acercarse al ser de este personaje que hizo de Rajoy un témpano encantado. Por su parte, Redondo, admirador del célebre ajedrecista prusiano, Siegbert Tarrasch (1862 -1934), recoge, en un opúsculo titulado "La preverdad", el sugerente: "antes de la fase final de la partida, los dioses colocaron afortunadamente la fase intermedia". Un discurso en síntesis, del nutriente vital para este siniestro grupo de nuestra especie. Desideologizados, viven del pensar en el decir cómo hacer, sin que les importe lo que ese hacer acarreará.

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