Tierra de palabras

Conectados

Cuando riego el jardín, que en estos calurosos días es a diario, mantengo diálogo fluido con los que no están

Es la vida la que da vida; mientras, uno es un simple testigo, un espectador de lo que acontece. Es en este estado de contemplación donde comienzas a sentirte libre ya que dejas de moverte al ritmo que otros marcan y adviertes otras realidades dentro de tu propia vida.

Y en esta minuciosa tarea de absoluta dedicación a la atención plena, examinándolo todo con amoroso cuidado, descubro alturas y profundidades que si me hubiese dejado llevar por el ritmo de otros… me hubiesen parecido auténticas flipadas. Y sin ir más lejos hace poco me sucedió una de altura que cuando leas podrás pensar lo que quieras, no hay problema, nadie nos obliga a ir más allá del embobamiento que la insignificante imagen nos proyecta. Para que nos resulte más fácil a ambos, haré como que te estoy contando un cuento.

"Cuando riego el jardín, que en estos calurosos días es a diario, mantengo un diálogo más fluido con los que ya no están a este lado de la orilla y que no se da con tanta nitidez en otras actividades domésticas: cuando cocino pongo atención a las texturas, olores, condimentos… cuando tiendo, subo a la terraza y oteando, aprendo de la fidelidad de la montaña que se recorta… cuando limpio, me acompaño con música marchosa y con el plumero en mano hago piruetas, o lo suelto, me descalzo y me vuelvo loca… pero… cuando riego, me conecto. Y sin ir más lejos el otro día me dijo mi hermano que le hubiese encantado presentar el próximo libro de poemas de un querido poeta suyo. La verdad, me pareció genial la idea porque sé que el susodicho se lo hubiese pedido si hubiese dispuesto de más tiempo. Le pregunté a mi hermano si debía decir su nombre, me contestó que mejor guardase el secreto, que entre poetas también existen rivalidades y que otros podrían sentir celos porque fuese él el elegido desde tan ignotas tierras. Es un honor, pensé, y mi hermano tan observador me leyó el pensamiento; lo es, me dijo. Como cuando estaba con nosotros a este lado de la orilla no sé si le dio a conocer algo de su obra, dejé el agua y me senté a la amable sombra de un buen árbol y le recité algunos de sus versos. En pleno trance me asaltó la duda: ¿cómo si no conoce sus poemas querría presentar su libro? Entonces, una voz profunda y casi imperceptible, susurró: los conozco a través de ti, hermana".

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