Alto y claroMiki&DuarteSine die

José Antonio Carrizosa Ismael Yebra

Ardor guerreroEl disparate nacional

Juan Marín sabe que es vicepresidente de la Junta porque así lo han aceptado los doce diputados de VoxHa sido una constante que los mandamases españoles no hayan sabido estar al nivel que su cargo les exigía

Cada vez que escucho a Juan Marín decir que Ciudadanos no ha pactado con Vox en Andalucía me entra la risa floja. Y lo dice con bastante frecuencia, la última hace un par de días en Almería. Marín es vicepresidente de la Junta porque los doce diputados de Vox en Andalucía así lo han querido y podrá presumir dentro de unos días de estar en el primer Gobierno regional no socialista que saca adelante unos Presupuestos porque el consejero de Economía nombrado por él -no por Juanma Moreno- se hizo una foto con el iracundo portavoz de Vox, de apellido Hernández, y los dos pusieron su firma al pie del mismo documento. Si esto no es pactar que venga Churchill y lo vea. Sí hay que reconocerle al portavoz andaluz de los naranjas y a sus mayores en Madrid que jugaron con cierta habilidad sus cartas el pasado diciembre y le hicieron pagar a Vox la novatada de que sus doce diputados aceptaran el papel de aplaudidores, sin meter la cuchara en la sopa del poder regional. Pero buenos son los de Vox, un estrambote con forma de partido al que electorado irá colocando progresivamente donde le toca; es decir, en el sitio de la derecha montaraz que tiene una presencia residual en la realidad política española.

Vox se conformó en diciembre porque ni por asomo contaba con ser decisivo para echar a Susana Díaz de San Telmo. Pero tardaron poco en aprender aquí una lección que ahora están aplicando en Madrid, Murcia y donde se tercie con el ardor guerrero que les es tan propio. Vox lleva camino de convertirse en marginal en la política española y seguramente lo será si se llegan repetir las elecciones generales en noviembre. Sus dirigentes en Madrid -en Andalucía no tienen nada que se parezca a un dirigente tras la rocambolesca retirada del juez Serrano- saben que su supervivencia depende exclusivamente de la capacidad que tengan para condicionar gobiernos y políticas.

A ello se dedican ya, desde fuera porque no les queda por ahora más remedio, en Andalucía. Han dejado su firma en el Presupuesto de 2019, han logrado torcer el brazo de Ciudadanos en la polémica sobre los trabajadores de violencia de género y seguirán haciéndolo cada vez más en el futuro. El Gobierno de Moreno y Marín cuenta a este respecto con una ventaja que se irá atenuando con el paso de los meses: la bisoñez y torpeza de los diputados de Vox, que exhiben un pelo de la dehesa recio y abundante. Pero es el precio que hay que pagar para estar en el poder. Marín lo sabe y por eso disimula tan mal.

COMO una nueva obra de García Berlanga, los españolitos asistimos impávidos al triste espectáculo con el que cada día nos sorprenden nuestros representantes elegidos democráticamente. Ha sido una constante en la Historia de España que los mandamases, ya fueran reyes, validos varios o presidentes electos, no hayan sabido estar al nivel que su cargo les exigía. El pueblo, no obstante, a pesar de la incultura manifiesta durante siglos y la propensión a autodestruirse, casi siempre ha estado por encima de sus gobernantes. Esa España que, como escribió Machado, siempre está dispuesta por uno u otro lado a helarte el corazón, sigue presente en nuestras vidas como si fuese algo que, a fuerza de repetirse siglo tras siglo, haya quedado marcado en nuestros genes. Y nuestros representantes no iban a ser de otra manera. Su enemigo está en el pueblo y el más agresivo en casa, en el mismo partido, en la misma institución.

Hablo con un amigo y le pregunto por su hijo que, durante varios años, ha pertenecido a una formación política llegando a desempeñar cargos de responsabilidad. Da igual la que sea, porque en ello sí que no existen diferencias. Me contesta que, afortunadamente, ha dejado la política y ha decidido volver a su profesión de abogado. No ha sido capaz de resistir las puñaladas traperas de sus mismos compañeros de partido ni de desempeñar ese papel hipócrita y a veces desvergonzado que sus superiores le exigían.

Es una pena que personas honestas y con interés por trabajar en la cosa pública no encuentren sitio entre la caterva de arribistas, ineptos y vividores de sueldos públicos. Da la impresión de que solamente los peores, los que no tienen donde caerse muertos fuera del sueldo procedente del erario público, resisten a las embestidas e infidelidades de aquellos que han hecho de ello su modus vivendi. Son capaces de defender su pan como el ave rapaz que acaba de conseguir una presa. Son maestros en el arte de representar la parodia de La escopeta nacional o Patrimonio nacional, aunque parezcan más bien extraídos de Bienvenido Míster Marshall. Berlanga puro. Todo es una parodia, una representación que encuentra sus raíces en la comedia y, de vez en cuando, acaba en drama nacional. Lo de ahora más bien se parece a Atraco a las tres, genial obra de José María Forqué. Hasta para eso hay que tener más arte y menos mezquindad e incompetencia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios