Cuentan que, días atrás, José Ignacio Landaluce abroncó a sus concejales por dormirse en los laureles cuando tan solo resta el último jalón de la campaña electoral. Fue a causa de algunos de esos pequeños detalles que, de repente, te hacen perder cien, doscientos votos, justo los que privaron al alcalde de Algeciras de lograr la mayoría absoluta en los comicios de 2019 y le dejaron con la miel en los labios. Episodios como la publicación por error en la web del Ayuntamiento de los datos profesionales de los empleados municipales, en abierto para todos los públicos, en vísperas de las elecciones sindicales generan malestar –y mucho– en una plantilla conformada por múltiples categorías y donde no todos sus miembros desempeñan funciones acordes a sus puestos y sus sueldos. Algunos de los funcionarios se han llevado una sorpresa al constatar que su colega de departamento, a igual trabajo, viene cobrando un plus invisible hasta ahora.

En otro ámbito y aunque parezca una nimiedad, habrá que estar atentos al recorrido de la polémica generada por los precios de los cacharritos en la Feria de Algeciras, fijados entre 3,5 y 5 euros. Para darse cuenta de la repercusión, bastaba ayer observar los comentarios de muchas personas en las terrazas de los bares y en las redes sociales a cuenta de la puñalada que semejantes precios suponen para los bolsillos de gran parte de las familias. ¿Nadie en el equipo de gobierno municipal ha considerado hasta ahora la necesidad de negociar con los empresarios feriantes unas tarifas más reducidas y acordes a las posibilidades económicas (escasas) de la mayoría de los padres?