DE LIBROS

Dolor y luz

  • 'Vivir a tu luz' rastrea las raíces de la psicología del autor en la historia de la madre

El escritor Abdelá Taia.

El escritor Abdelá Taia. / Abderrahim Annag

Abdelá Taia (Salé, Marruecos, 1973) ha sabido manejar con éxito el papel que la vida, y especialmente la prensa, parecía haberle otorgado, el de escritor víctima, o víctima a secas, en general y de todo. El escritor víctima es un escritor confesional, en el que la rabia justifica y protege cada libro, cada párrafo y cada secreto, y en cuya ceremonia participa el lector con cierta vergüenza y culpabilidad, atado de pies y manos al banco de una iglesia que pisa poco –esto, al menos, en el caso del lector corriente; el experto lector de lecturas del yo, sin embargo, se mira a sí mismo con encanto, con orgullo solidario–. Muchos escritores víctima, si no tienen de qué victimizarse, se lo inventan, como se ha visto en muchos casos, sin dejar por ello de ser confesionales, pero quizás a un nivel que ya nos resulta a todos imposible seguir, o, al menos, a mí, en un más allá de su yo que roza la ficción, la literatura incluso. ¿Qué pensar en estos casos? No lo sé. Abdelá Taia no nos ha llevado por ese camino. Su obra se ha elevado sobre ese mundo, sonriendo, con una inteligencia brillante y poética. El dolor y la rabia, hundidos en una especie de barro primitivo, orgánico, han dado un resultado especial, una escritura que no rehúye lo cotidiano y lo consabido, pero que vuela por encima de ello. Que sea confesional o no es indiferente, porque es bueno, ¿pero por qué es bueno?

Abdelá Taia da mucha importancia al hecho de haberse convertido en escritor y, además, en una lengua, el francés, que no es la suya, y que no dominó hasta los diecinueve años. Julien Gracq distinguía entre los escritores que habían nacido como tales, que habían nacido así, y los escritores que habían tenido que aprender a serlo. Entre los primeros, están Gide en Francia o Galdós en España, por ejemplo, para los que la literatura es su casa. Están cómodos. Pero hay otros, como Proust, o más recientemente y entre nosotros Juan Goytisolo, que han tomado la decisión, que se han obligado a ser escritores. Taia es de estos últimos. Por supervivencia, o por lo que sea, han emprendido una lucha muy firme con las letras, en la que se saben perdedores, pero no por eso se detienen. Eso les da un algo, un toque único que convierte la lectura también en una lucha. Yo creo que se puede decir que ese algo es poesía. ¿Qué hay en los salones de Proust? ¿Qué hay en la ira del conde don Julián? Eso, sea lo que sea, está también en Vivir a tu luz.

Portada de la obra Portada de la obra

Portada de la obra / D. S.

Esta novela, que acaba de aparecer en la editorial Cabaret Voltaire, responsable de la difusión de la obra de Taia en español, la dedica el autor a su madre, cuya historia, traspasada a la vida de Malika, la protagonista, es su inspiración y argumento. Muy joven, Malika se casa con Allal, que será enviado a combatir en Indochina con los franceses, poco antes de la independencia de Marruecos. El resentimiento y el dolor de Malika no es solo la respuesta a la injusta situación a que se ven relegados los marroquíes por parte de la metrópolis, en violento declive, sino que se extiende hasta los últimos años del reinado de Hasán II, ya en la plenitud de un Marruecos libre, pero que no se ha deshecho de su pasado colonial. El monólogo interior de la protagonista recorre casi cincuenta años de la historia del país, plasmando la violencia de los colonizadores, de los hombres y de la familia, a la que sobrevive gracias a un carácter cada vez más duro, más agrio, que el propio Taia ha descrito como la única forma de proteger a sus hijos. Vivir a tu luz, traducida por Lydia Vázquez Jiménez, es la confesión de la madre, pero está muy lejos de la justificación o del lamento, más bien es la declaración de que, si volviera a vivir, lo volvería a hacer todo igual. Malika se enfrenta amargamente con el destino, el maktub, lo que está escrito.

Vivir a tu luz rastrea las raíces de la psicología del autor en la historia de la madre, con muy pocas concesiones a la ternura. Se aleja de la convención y va por un camino muy distinto al habitual, sin dejar de contar episodios más o menos comunes, cotidianos. A lo mejor es un poco ingenuo hablar de sinceridad; es ese algo, esa poesía. El lector comprende que está ante una verdad, escrita con dureza. Eso no es muy cómodo; de hecho, esta es una lectura bastante incómoda. Tampoco hay que sufrir leyendo ni haciendo cualquier otra cosa, está claro, pero los fogonazos de esta novela dolorosa producen especial satisfacción.

Abdelá Taia deslumbró en 2006 con El Ejército de Salvación, la novela que lo puso en el mapa. Fue un libro que sorprendió al público de entonces, y que descubrió a un escritor contradictorio y rabioso bajo una prosa aparentemente llana. Muchos lo compraron imaginando una fantasía oriental más o menos correcta. En Vivir a tu luz, el dolor, gracias a su misticismo originario, material, no es solo el de la víctima, el del oprimido por el sistema colonial, el del homosexual marroquí confrontado a un mundo machista, que cuenta desde su casa de París la historia de su madre; es algo más valiente, más raro, más interesante.

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