Historia de Castellar

El arte barroco del Convento de la Almoraima (I)

  • El templo posee tres puertas: una, llamada de La Lonja, abierta en el muro del lado del Evangelio, y la otra a los pies de la iglesia. La tercera, abierta en el siglo XIX, comunica con el claustro

Retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, del siglo XVIII.

Retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, del siglo XVIII.

Los frailes mercedarios descalzos tomaron posesión la ermita de Nuestra Señora de los Reyes y de las viviendas, adosadas a ella, construidas entre el mes de abril del año 1603, fecha en la que la condesa de Castellar se comprometió a edificarles las casas para que se pudieran instalar, y octubre del mismo año, cuando los frailes fundadores, desplazados desde Madrid, recibieron la cédula de propiedad en la Almoraima de manos del alcaide de Castellar. Esas fueron las humildes instalaciones, más la huerta aneja, con que contaron dichos frailes durante cuarenta años, según se recoge en la detallada crónica de la Orden de la Merced Descalza escrita, en el año 1669, por el padre fray Pedro de San Cecilio.

En la actualidad, el edificio principal, situado al Oeste del conjunto monacal, constituido por cuatro crujías de dos plantas y habilitando en su centro un patio o claustro, no se construyó hasta los años cuarenta del siglo XVII (antes de 1650), bajo el patronazgo y el capital aportado por el IV conde de Castellar, don Fernando Miguel Arias de Saavedra, nieto de la Condesa fundadora del monasterio. El Conde mandó que se reparara y conservara la ermita de Nuestra Señora de los Reyes “por la mucha veneración de que gozaba y por haber sido la primera iglesia de nuestra familia”. Hacia 1640 se labró una iglesia nueva, de bóveda, que se dedicó al Arcángel San Miguel, escribe el padre San Cecilio en su obra. También refiere este cronista que “no solo de erigió la nueva iglesia, sino que se terminó de construir el edificio conventual en sustitución de las frágiles chozas que los frailes ocupaban desde los días de la fundación en 1603”.

El actual edificio del Convento de la Almoraima consta de dos construcciones adosadas, ambas de planta cuadrangular. La situada al Oeste consta, como se ha dicho, de cuatro crujías bien escuadradas, menos la norte, donde se ubica la iglesia conventual, que fue edificada con antelación al resto del inmueble. Encierran un patio o claustro rodeado de un pórtico formado por arcos de medio punto que descansan sobre columnas de piedra arenisca de orden toscano que fueron talladas con la piedra sacada de una cantera cercana.

Claustro del Convento y la espadaña de la iglesia. Claustro del Convento y la espadaña de la iglesia.

Claustro del Convento y la espadaña de la iglesia.

En medio del patio se localiza una fuente de mármol con estanque octogonal. Al oriente de este primer edificio, a un nivel inferior, lo que posibilita que tenga tres plantas, se construyó otro de similar estructura, aunque de menor tamaño y peor calidad y sólo tres crujías. Habilita también un patio central cuadrado, pero sin galería porticada, con un pozo en su centro. Debió erigirse en 1865-1868 por el duque de Medinaceli, don Luis Tomás Fernández de Córdoba, o en 1889 por la duquesa de Santo Mauro, que realizó, según consta en los azulejos que se hallan colocados en la torre-fuerte, la última remodelación del edificio conventual, cuando ya era una palacete nobiliar.

El templo posee tres puertas: una, llamada de La Lonja, abierta en el muro del lado del Evangelio, y la otra a los pies de la iglesia. La tercera, abierta en el siglo XIX, comunica con el claustro. La iglesia es de planta rectangular sencilla y está cubierta con una bóveda de cañón con lunetos en cinco tramos separados por arcos fajones que se apoyan en pequeñas ménsulas de moldura. A los pies del templo se localiza el coro que ocupa tramo y medio de la bóveda, con balaustrada de madera y el escudo de la Orden Mercedaria orlado por una muy barroca decoración de rameados y flores.

En mitad del muro del Evangelio se abre la capilla del Santo Cristo de la Almoraima, con su retablo barroco. Frontera a esta se encuentra la capilla de Nuestra Señora de los Reyes. Ambas formaron parte de la ermita primitiva, conformando una especie de crucero muy desproporcionado. La capilla mayor está separada del resto de la nave por dos pilastras sobre la que descansa un arco toral. El presbiterio se halla a distinto nivel que el resto de la iglesia. Una puerta, que se abre en el lado de la Epístola, da acceso a la sacristía en la que, en una hornacina, se conserva un excelente aguamanil de pared, con su fuente, del siglo XVIII, procedente de Alcora y de estilo Berein. También, en la sacristía, se encuentra un Cristo crucificado tallado en marfil de pequeño tamaño y muy buena factura. En el exterior, a los pies del templo, en el muro de la Epístola, se eleva una espadaña de dos cuerpos separados por una moldura a modo de entablamento. Este modelo de espadaña es muy típico de iglesias conventuales barrocas.

El retablo mayor

Retablo mayor de la iglesia conventual, de la primera mitad del siglo XVII. Retablo mayor de la iglesia conventual, de la primera mitad del siglo XVII.

Retablo mayor de la iglesia conventual, de la primera mitad del siglo XVII.

Es obra de la primera mitad del siglo XVII. Sigue la línea de los realizados por Alonso Cano, como el de la iglesia parroquial de la Virgen de la Oliva de Lebrija, que data de 1629, o mejor, la de su precursor el lego jesuita Alonso Matías. Se compone del banco o predela, que tiene el sagrario incorporado, y de un cuerpo central con tres calles, la central más ancha que las laterales con una sola hornacina ocupada por la imagen de la Virgen de la Merced de vestir, y las laterales delimitadas por grandes columnas torsas de orden corintio.

Cada calle consta de dos registros; en los inferiores presentan espacios ciegos con molduras que acaban en arcos de medio punto y peanas que sostienen, en el lado del Evangelio, una imagen de San Lorenzo Diácono y, en el lado de la Epístola, una talla de San Antonio de Padua. Los superiores contienen dos lienzos, uno de San Lorenzo y otro de San Pedro Nolasco, fundador de la Orden Mercedaria. Termina el retablo en un ático, ocupando la calle central del mismo una Epifanía recortada y los espacios laterales los anagramas de Jesús y María.

Las calles laterales del cuerpo principal terminan en frontones triangulares sobre entablamento; las del ático, en frontones curvos partidos las laterales, y en frontón curvo entero la central. En la predela y a ambos lados del sagrario, están colocadas las armas del linaje de los Saavedra, condes de Castellar.

El retablo del Santo Cristo de la Almoraima

Retablo de la capilla del Santo Cristo de la Almoraima, de la primera mitad del siglo XVIII. Retablo de la capilla del Santo Cristo de la Almoraima, de la primera mitad del siglo XVIII.

Retablo de la capilla del Santo Cristo de la Almoraima, de la primera mitad del siglo XVIII.

En la capilla situada en el lado del Evangelio (que fue cabecera de la ermita de Nuestra Señora de los Reyes), se localiza un retablo barroco de un sólo cuerpo y de excelente factura, formado por una hornacina muy abierta, con embocadura, estípites y abundante hojarasca. Es obra de la primera mitad del siglo XVIII. En él las molduras son mixtilíneas y los frontones se presentan partidos y a distintos niveles de profundidad lo que produce un sorprendente efecto de luces y sombras concentrando la mirada del espectador en la imagen que ocupa el centro del retablo.

Antes de 1972 acogía un Calvario, algo desproporcionado, constituido por el Santo Cristo de la Almoraima, la Virgen de los Dolores y San Juan. (Hoy estas tres imágenes se hallan en la iglesia parroquial de Castellar, en el pueblo nuevo, aunque no sabemos si las de la Virgen y San Juan -guardadas en la sacristía- se conservan en buen estado).

El retablo de Nuestra Señora de los Reyes

Retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, del siglo XVIII. Retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, del siglo XVIII.

Retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, del siglo XVIII.

Hasta el siglo XIX, en la hornacina central del retablo mayor se hallaba entronizada la imagen de la Nuestra Señora de los Reyes que la condesa de Castellar encargó para que presidiera la ermita del mismo nombre en 1596 y que ella exigió a los frailes mercedarios, en 1603, que fuera la imagen titular de la iglesia del Convento. Pero, en el siglo XIX, no sabemos exactamente en qué fecha, los mercedarios colocaron en su lugar una imagen de la Virgen de la Merced, relegando la antigua talla de la Virgen de los Reyes a la capilla frontera a la del Santo Cristo, en el muro de la Epístola.

En dicha capilla se encuentra otro retablo, de no mucha calidad, que presenta tres hornacinas, la central de mayor tamaño que las laterales, que están flanqueadas por estípites más simples que los del retablo del Santo Cristo. En este retablo se venera, en la actualidad, una talla de San José con el Niño. La imagen titular de la Virgen de los Reyes fue trasladada a Córdoba por la duquesa de Medinaceli, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, antes de vender la finca de la Almoraima -incluido el Convento- a la empresa RUMASA en 1973 y de donar la imagen del Santo Cristo al pueblo de Castellar.

El Vía Crucis

II Estación ('Jesús muere en la Cruz') del Vía Crucis que se expone en la iglesia conventual, obra del siglo XVII. II Estación ('Jesús muere en la Cruz') del Vía Crucis que se expone en la iglesia conventual, obra del siglo XVII.

II Estación ('Jesús muere en la Cruz') del Vía Crucis que se expone en la iglesia conventual, obra del siglo XVII.

Un interesante Vía Crucis ocupa los muros laterales de la iglesia del Convento de la Almoraima. Las diferentes estaciones, pintadas sobre cuadros de pequeño tamaño, están rematadas con una o tres cruces que tienen el tramo superior muy corto. Data del siglo XVII, probablemente de los días de la fundación del monasterio en la primitiva ermita de Nuestra Señora de los Reyes. Por sus diferencias de estilo, es posible que la pintura de las distintas estaciones se deba atribuir a varias manos. Sigue modelos muy populares aunque de gran fuerza expresiva. Las estaciones 4ª, 5ª y 12ª son las de mejor calidad, denotando la participación de un buen artista.

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