Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

La pesca y la industria salazonera en el Campo de Gibraltar (siglos XV y XVIII)

Embarcaciones de pesca en la playa de la Caleta en Tarifa hacia 1930.

Embarcaciones de pesca en la playa de la Caleta en Tarifa hacia 1930. / Fotografía de M. Ruffo (Colección de J. A. Patrón)

En la Provisión Real promulgada por los Reyes Católicos en año 1485 (mencionada en un artículo anterior) dirigida al Concejo de Tarifa, se instaba a las autoridades de dicha ciudad a abandonar las tierras que tenían ocupadas en los términos que habían pertenecido a la Algeciras medieval y, que desde 1462, administraba el Concejo de Gibraltar por concesión del rey Enrique IV. En la citada Provisión, además de mencionarse los “echos e campos” que tenían como suyos los tarifeños para cultivar trigo y tener huertas y viñas, se hacía también referencia al uso que venían haciendo los vecinos de Tarifa y de Jerez de “pescar en los dichos mares de las Algeciras” en detrimento de las almadrabas y de la actividad pesquera que, en las ricas aguas de la Bahía, venía ejerciendo el duque de Medina Sidonia, dueño de esa ciudad desde el año 1467, cuando se la quitó al pusilánime rey Enrique IV.

La actividad pesquera en la Bahía de Algeciras y el litoral del Estrecho, que había gozado de bastante relevancia durante la época musulmana, como lo recoge el ceutí al-Idrisi en el siglo XII, se vio incrementada en los años que siguieron a la conquista castellana de Tarifa, en 1292, y de Algeciras, en 1344; pero, sobre todo, cuando pasó a poder de Castilla la ciudad de Gibraltar en el año 1462 y comenzó a explotar los recursos pesqueros de la zona la Casa de Niebla, que tenía el monopolio de las almadrabas de Andalucía desde que el rey Sancho IV se las otorgó a don Alonso Pérez de Guzmán El Bueno y a sus sucesores para siempre jamás. Dice el privilegio de concesión que podía armar, en exclusiva, almadrabas desde el río Guadiana hasta Gibraltar como remuneración a los grandes servicios que le había prestado.

Ignacio López de Ayala, siguiendo a Pedro Barrantes Maldonado, cronista de la Casa de Niebla, dice que en 1490 la reina Isabel ofreció al duque de Medina Sidonia la villa de Utrera a cambio de la ciudad de Gibraltar. Pero que don Enrique no aceptó el trueque, por estar, Gibraltar, más próxima a sus Estados y por las almadrabas que en ella tenía. Estas almadrabas gibraltareñas que, junto a las de Conil, Zahara y Tarifa, serían famosas por su abundante y excelente producción de atunes en los siglos XVI y XVII, que el Duque exportaba por mar a muchas ciudades costeras de España y a Italia, como aparece en numerosos documentos de la época.

Las rentas de las almadrabas pronto se convirtieron en la principal fuente de ingresos de la Casa de Medina Sidonia, hasta tal punto que, a finales del siglo XV, el Duque empleaba, para la defensa de sus instalaciones pesqueras, “hasta 500 hombres armados en las épocas de captura de atunes” (entre marzo y julio), porque los corsarios berberiscos con sus “cabalgadas” llegaban a impedir, en ocasiones, el trabajo de los jabegueros cautivándolos o robando el atún guardado en sus almacenes. Sobre el volumen de capturas de túnidos en estas almadrabas ducales a finales del siglo XV, Pedro Barrantes Maldonado asegura que en el año 1479 el duque de Medina Sidonia fletó una escuadra propia con el fin de poder transportar a Italia “treinta mil atunes de sus almadrabas”.

En los alrededores de la Bahía se capturaban, en el siglo XVI, por barcos de pesca gibraltareños, boquerones y sardinas, según Alonso Hernández del Portillo. En el Archivo Ducal de Medina Sidonia se conserva un documento, del año 1471, que refiere como a consecuencia del enfrentamiento entre el marqués de Cádiz y el duque de Medina Sidonia, el primero logro capturar “muchos barcos (del Duque) cargados de sardinas que venían de Gibraltar y de otras partes para Sevilla”. Los barcos de Gibraltar y Tarifa pescaban en aguas del Estrecho o en caladeros cercanos a él, en el litoral español. Las pesquerías ubicadas cerca de la costa de África eran consideradas regalías de la Corona y el rey las arrendaba, generalmente, a pescadores del área suratlántica (de Palos de la Frontera, Moguer, Sanlúcar o el Puerto de Santa María).

Pero la pugna por el control de la almadraba tarifeña llegó al extremo de entablarse un largo pleito entre al marqués de Tarifa y el duque de Medina Sidonia por el derecho de armar cada verano almadraba en las playas de la ciudad. La Real Chancillería de Granada falló, finalmente, a favor del marqués de Tarifa, aunque años más tarde la almadraba de esta ciudad pasó a propiedad de la Corona que la arrendaba a particulares. Pero, el Duque recurrió la sentencia de la Real Chancillería y consiguió la retrocesión del derecho de almadraba. A finales del siglo XVI, sin embargo, era el concejo de Tarifa y sus ciudadanos los que se beneficiaban de la pesca de atunes en su almadraba que instalaban cada año en la playa de Los Lances. En el año 1597, el corregidor de Tarifa, don Alonso de Castro, daba cuenta al rey de que yo ando fundando el almadraba de atunes para pescar este verano…, que, con la ayuda de Dios, ha de ser de mucho provecho.

Relacionada con la pesca de túnidos en las almadrabas de la zona y cerca de las jabegas, se localizaban las instalaciones dedicadas a la preparación, despiece, salazón y envasado de las capturas, bien documentadas en el siglo XV en Tarifa y Gibraltar y, luego, extendidas a Zahara y Conil en los siglos XVI y XVII. El investigador Enrique Otte ha consultado documentos que se refieren a la exportación desde Tarifa de atún salado a la ciudad de Génova a finales del siglo XV.

La costa atlántica de la Baja Andalucía, era, y es aún, una de las mayores productoras de sal de Europa. Las salinas andaluzas por merced real quedaban fuera del monopolio de la Corona y pertenecían a los poderosos magnates de las Casas de Niebla, Arcos, de la Cerda y, por un privilegio real, a la población de Moguer. En Tarifa existían unas salinas propiedad del duque de Medina Sidonia cuya sal era empleada, según Miguel Ángel Ladero Quesada, “para curar los atunes pescados en las almadrabas que dicho noble poseía en el término tarifeño y, transportada por mar, a las que tenía en otros lugares de la costa del Estrecho”. El tantas veces mencionado historiador Alonso Hernández del Portillo refería, a principios del siglo XVII, que (la Bahía) es sobre toda manera abundantísima de pescado… Es tanto el pescado que aquí se toma y tan vario y de tan diferentes especies y tan bueno, que es para dar gracias a Dios con admiración… De esta opinión era también Fernando de Zafra, el cual, en el informe que eleva a los Reyes Católico en 1502, ya anotaba que Gibraltar es la mejor pesquería que hay en toda la costa. Las especies que más abundaban en la bahía, según Ignacio López de Ayala, eran las anchoas, los besugos, las chernas, el mero, la caballa, los bonitos y los bodiones. Hay morenas, anguilas y pargos y concurren en algunas ocasiones el peje limón, el peje rey y el peje emperador, añade este historiador. En un documento de 1552, el concejo de Gibraltar reconoce que a causa de que ha sido Nuestro Señor servido de darlo (el pescado) en esta ciudad (de Gibraltar) más que en otra ninguna parte de la costa, han acudido a ella de muchas partes muchos bergantines e barcos por la mar que lo cargan… En 1772, el viajero Francis Carter dice que la bahía encierra abundantes y excelentes especies de pescado, sobre todo de bonitos, principalmente alrededor de la desembocadura del río Guadarranque; allí los he visto jugar...

En el Catastro de Ensenada, realizado en 1751, se recoge que en el puerto de Tarifa había, en ese año, diecisiete embarcaciones pescadores y ciento dieciséis marineros matriculados, aunque sin especificar cuántos se dedicaban al comercio marítimo y cuántos a la pesca. La misma encuesta asegura que, en Algeciras (unida todavía a San Roque y a Los Barrios), además de diecisiete embarcaciones que navegan en la mar hay cuatro barcas de jábega pescadoras y ciento cincuenta y cinco marineros. También se menciona un arte de pescar que rinde en el propio tiempo (un año) cinco mil y sesenta reales.

En un documento emitido por el Real Hacienda, fechado el 23 de octubre de 1787, en el apartado de Matricula y Pesca, se dice que Algeciras y Tarifa, por su situación en el Estrecho, que es el paso general de la pesca, “presentan las mejores disposiciones para muchos aprovechamientos. En el primero de dichos puertos anchoban el boquerón, y los catalanes tienen saladeros al pie de las propias embarcaciones en la embocadura del río Palmones”. Estos pescadores exportaban las sardinas saladas en banastas de madera.

En opinión del profesor Mario Ocaña, el único pescado capaz de ser transportado a largas distancias era el pescado seco (salado). El bacalao, los arenques, el bonito y las sardina, procedentes de otros puertos o de barcos apresados por los corsarios, era reexportado desde Algeciras a Alicante, Valencia, Sevilla o Almería.

Unas industrias que adquirieron gran desarrollo en Gibraltar, desde que en 1470 los vecinos recibieron de Enrique IV el fuero de Antequera que eximia de toda clase de tributos y concedía total libertad de comercio sin pago alguno de almojarifazgo, fueron la construcción y reparación de buques y la tonelería para la conservación de vinos y, sobre todo, para envasar el atún en salazón destinado a la exportación (véanse los grabados que se adjuntan de la almadraba de Conil) y las labores de esparto y la fabricación de aparejos y sogas para los barcos y su uso en las almadrabas.

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