Insituto de Estudios Campogibraltareños

Sidi Amar, ¿una piedra escalera al otro lado del Estrecho? (I)

  • Cerca de Tánger y en Tarifa existen sendas estructuras excavadas en rocas que hacían las veces de santuario

  • En el caso tangerino se encuentra junto a un cementerio y su topónimo obedecea un “hombre santo” al que se le rendía culto

Vista general de la roca.

Vista general de la roca.

De forma fortuita encontramos esta estructura, que se localiza al oeste de la ciudad de Tánger, en las alturas que se aproximan a la reserva natural del cabo Espartel, muy próxima a las instalaciones del Palacio Real y aneja al cementerio de Sidi Amar.

Se trata de una roca arenisca, fracturada en dos, de unos 17 metros de largo, por unos 6 de ancho y que se eleva unos 4 metros sobre el aparcamiento del cementerio. En ella hay tallados una serie de escalones, organizados en dos grandes tramos, para acceder a su cima. El primer tramo cuenta con 6 escalones —desconocemos si hay alguno más hoy enterrado— que presentan una talla de bastante buena factura y regularidad. Miden, aproximadamente, 1 metro de ancho por 33 cm de huella y una altura de 20 cm excepto el inferior, que solo alcanza los 15 cm sobre el relleno del pavimento del aparcamiento. Toda esta zona conserva restos de cal, ya que la pintura de la tapia del cementerio se continuó por la roca para integrarla en el espacio. Los escalones muestran huellas de uso, lo que hace que la parte derecha, según se asciende, esté desgastada.

A continuación, hay un rellano cuadrangular (125 x 95 cm) y otro escalón de 110 x 33 cm y 16 cm de alto. A partir de aquí se inicia el segundo tramo, al que se accede después de subir otros tres escalones más de diferentes dimensiones y alturas, hasta embocar la subida a través de una serie continuada de peldaños. En esta zona intermedia, las diferencias entre cada uno de los peldaños se pueden explicar por la necesidad de adecuar el ascenso describiendo una leve espiral.

Acanaladura en la zona superior de la piedra. Acanaladura en la zona superior de la piedra.

Acanaladura en la zona superior de la piedra.

En toda esta zona se mantiene —con las adaptaciones necesarias para favorecer un ligero giro, como se observa en la presencia de un peldaño trapezoidal— el formato antes mencionado para los escalones inferiores: 100 x 20 x 33 cm, sumando un total de 9.

Se alcanza, a continuación, otro rellano de forma trapezoidal, de aproximadamente 136 x 110 cm que se continúa con un escalón de pequeña altura (10 cm), el cual da paso a la cúspide de la roca, siempre girando hacia la derecha. El aspecto de la superficie de toda esta zona es bastante liso, gastado por el uso, si bien no se aprecian restos evidentes de talla.

El hipotético recorrido acaba dirigiéndose hacia el sureste, correspondiendo con la zona más elevada de la piedra, en la que se localizan numerosas cavidades de origen natural, si bien al menos una de ellas presenta trazas de haber sido modificada y sometida a un desbaste artificial.

Se trata de una cavidad de escasa profundidad, de 1 m de largo y de planta poligonal, lo que nos lleva a pensar en la existencia de posibles cazoletas. También se puede apreciar la existencia de canales, sea aprovechando la formación natural, sea mediante la talla de alguno. Oquedades, cubetas, canalillos y otras incisiones de origen natural se localizan en la parte superior de la roca.

Llegados a este punto, nos encontramos con una fractura en la piedra que, originariamente, debió ser un solo bloque y existe una especie de acceso señalado, un rebaje a modo de umbral, totalmente cubierto por mohos y líquenes, lo que nos lleva a considerar que quizá su talla fue anterior a la de las escaleras inferiores o que, simplemente, no ha sufrido ningún tipo de remodelación.

Desde aquí, la superficie desciende unos 55 cm, accediéndose a una especie de plataforma, casi cuadrada (230 x 180), que se continúa tras una piedra central que sobresale, acabando en forma de precipicio sobre el barranco, por el que se forma un pequeño arroyo que discurre en dirección oeste-este.

En relación al entorno en el que se ubica, tenemos que reseñar la presencia de un manantial de agua que forma el arroyo antes mencionado, así como destacar la posición prominente del lugar sobre la ciudad de Tánger, que se extiende a sus pies. No obstante, una copiosa arboleda de eucaliptus impide en la actualidad las vistas, que sí se obtienen desde el vecino cementerio, ya que todo un crestón rocoso lo recorre en dirección oeste-noreste. Respecto al cementerio, recibe el nombre de un santón, “Sidi Amar”, que vivía allí y recibía las visitas de los fieles.

La estructura que analizamos se encuadra dentro del tipo A.1.2 de los definidos por María Joao Delgado Correira en su tesis doctoral sobre los santuarios rupestres de la Hispania indoeuropea, en relación al número indeterminado de escalones que organizan el acceso a cubetas de origen natural y artificial. En su trabajo, la doctora Delgado Correira incluye 22 lugares sacros de similar factura y que se encuentran asociados a materiales arqueológicos que van desde el Bronce Final y la Edad del Hierro hasta época romana. En nuestro caso, solo contamos con la localización de un yacimiento prehistórico en el entorno del cementerio, a cargo de Enrique Gozalbes Cravioto.

La piedra-escalera de Ranchiles y la de Sidi Amar. La piedra-escalera de Ranchiles y la de Sidi Amar.

La piedra-escalera de Ranchiles y la de Sidi Amar.

Si atendemos a todos estos elementos que confluyen en Sidi Amar, tenemos que concluir que estamos ante uno de esos espacios sacros conocidos en el mundo celtibérico que obedecen a las necesidades religiosas, mágicas o ceremoniales vinculadas a las creencias místicas y a los ritos relacionados con ellas. No obstante, la técnica de talla, de una factura bastante regular y cuidada, la perfección y el escuadrado que alcanzan algunos de los peldaños, las huellas de los cinceles o las herramientas utilizadas y una cierta frescura en los entalles —especialmente en el primer tramo de la escalera—, nos remiten a momentos más recientes, por el momento de difícil encuadre cronológico. En este caso, tendríamos que plantearnos su posible uso o finalidad, solo explicable desde alguna utilidad relacionada con la observación espacial —tipo mirador— o bien con la extravagancia de alguien con conocimientos de este tipo de estructuras y que tuviera la fantasía de reproducirla.

Simbología y significados de estos monumentos

Ya hemos descrito las características que confluyen en el lugar y, obviamente, esto se complementa con la evidencia de una nula utilidad práctica, lo que ha llevado a los investigadores a considerar estos “edificios” al aire libre como lugares destinados al culto y los rituales.

Numerosos autores clásicos, igualmente, dan cuenta de creencias y ceremonias de los pueblos prerromanos de la Península; así como también es conocido el panteón de divinidades a las que se dirigían los habitantes de Hispania en los momentos finales de la Edad de los Metales y que será el universo mítico que, tanto Cartago como Roma, se encuentren a su llegada a la península ibérica. En gran medida, muchas de estas divinidades y creencias serán asimiladas por Roma, una vez controlado el territorio.

Zona intermedia entre los dos tramos de escalones. Zona intermedia entre los dos tramos de escalones.

Zona intermedia entre los dos tramos de escalones.

Por otro lado, son destacables los valores relacionados con la guerra y el honor. Fue muy extendida la fama adquirida por los soldados hispanos como valientes y diestros en el combate, al igual que las tácticas y armas por ellos empleadas. Todos estos valores y méritos precisaban de espacios en los que celebrar ceremonias para cumplir con las obligaciones religiosas o de reconocimiento y, especialmente, facilitar el acceso al más allá de los espíritus de los guerreros fallecidos en combate, es decir, rituales relacionados con la gloria de los héroes.

Silio Itálico habla sobre los vacceos, que exponían y ofrendaban los cadáveres de los guerreros caídos para que fuesen devorados por los buitres. Este tema está representado en estelas funerarias y en cerámicas de Numancia. El buitre, animal sagrado que eleva al héroe, lo consagra y lo hace inmortal —consecratio—.

Aceptada, por tanto, la creencia en la vida del más allá de estas poblaciones, los lugares de culto estarían en contacto con la naturaleza, bosques o claros de bosques, ríos o confluencias, montañas, peñascos… como el que nos ocupa.

Soldados hispanos en el Norte de África

La otra cuestión que puede resultar extraña es el lugar en el que se encuentra la piedra-escalera de Sidi Amar. ¿Cómo explicar la presencia de este tipo de estructuras, generalmente vinculadas a los pueblos celtibéricos, ubicados en el interior peninsular y extrañas en el Levante y el Sur, es decir, en las zonas de influencias orientales, no digamos ya en el continente africano?

Consideramos que este punto sería fácilmente explicable por la tremenda permeabilidad de las fronteras y los constantes contactos entre los diferentes pueblos, lo que les llevó a compartir multitud de elementos: económicos, culturales, religiosos, organización política, etc. Y uno de esos elementos era, precisamente, la fama de los guerreros, deseados por los ejércitos de las potencias mediterráneas y que sirvieron como mercenarios en los diferentes conflictos bélicos acaecidos desde el s. III a. C. hasta que Roma sometió al resto de pueblos, no solo en el solar ibérico, sino también en otros territorios que se vieron implicados en los mismos.

Cavidad natural retocada. Cavidad natural retocada.

Cavidad natural retocada.

Nos encontramos, pues, ante una situación en la que se constata un continuo trasiego de contingentes, en una realidad en la que las fronteras actuales, inexistentes en la Antigüedad, no serían un impedimento, más bien, al contrario, otorgarían una cierta unidad, al menos a todos los habitantes del Mediterráneo occidental. Por tanto, la presencia de soldados hispanos llevaría pareja la necesidad de arbitrar las medidas precisas para dar cumplida cuenta a las divinidades y el merecido funeral a los caídos.

Estos soldados hispanos, que fueron utilizados como mercenarios y como soldados alistados a las legiones romanas, eran expertos en el manejo de armas como la falcata y el gladius hispaniensis, o la lanza arrojadiza —soliferreum—, sin olvidar las excelencias ampliamente celebradas de los honderos baleares. Toda esta panoplia es bien conocida a través de la arqueología, gracias a los exvotos en santuarios, como el de Collado de los Jardines (Jaén); en los ajuares funerarios de necrópolis ibéricas como la de Los Collados (Córdoba); o en los poblados, como el de Bastida de Les Alcuses (Valencia). Por otro lado, a las armas ofensivas habría que añadir las defensivas: escudos, cascos y protectores varios. También tácticas como la guerra de guerrillas, aunque el manejo y la doma de los caballos quizá fue lo más sobresaliente.

Polibio, Tito Livio o Estrabón, dejaron constancia de las cualidades de la caballería hispana, así como de su valor en la batalla. Los exvotos de El Cigarralejo (Murcia) dan buena cuenta de la importancia de los caballos en las sociedades hispanas, y su relación con la nobleza guerrera.

Paralelamente, el uso de la fides devotio, sistema mediante el cual la población se vinculaba a través de una promesa de fidelidad a un caudillo o reyezuelo, fue aprovechado por Cartago y, especialmente, por Roma, para garantizarse la lealtad de los guerreros hispánicos, ya que ellos tenían en alto aprecio asuntos como el honor y el cumplimiento de las ofrendas.

Finalmente, reseñar que estos soldados, infantes, jinetes, honderos, etc., no participaban a título personal, de forma aislada y desorganizada, sino que solían constituir confederaciones, al estilo de las simaquias griegas, generalmente, bajo el mando de algún líder y se identificaron con el término iuuentus celtiberorum, usando la guerra como un vehículo para la adquisición de prestigio.

Haciendo un repaso de los principales conflictos, podemos mencionar los que a continuación reseñamos.

II Guerra Púnica

En el 218 a. C., Aníbal prepara un ejército, en el que se incluyen hispanos, para reforzar sus posiciones en Qart Hadasht —Cartago Nova— y el norte de África. En el ejército que mandó a África, según Livio y Polibio, llevaba 13.850 soldados de infantería ligera, 870 honderos de baleares y 1.200 jinetes de diferente procedencia.

Artículo publicado en el número 55 de Almoraima, Revista de Estudios Campogibraltareños (octubre de 2021).

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