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Real Balompédica | Primera Federación
Alberto Torremocha jugó 15 temporadas en la Real Balompédica Linense. Eso al menos dicen las estadísticas, que también afirman, según la que se consulte, que es tercer o el cuarto futbolista que más veces ha vestido la guayabera albinegra. Pero no existen números capaces de reflejar el fútbol que desplegó este tímido centrocampista de La Línea, sin lugar a dudas uno de los de mayor calidad que haya vestido la guayabera de la centenaria entidad albinegra. El próximo domingo (12:00) en club concede al Deportivo de La Coruña el privilegio de participar en el homenaje que brindará al excentrocampista en los prolegómenos del choque que se dirimirá en el Municipal. El Súper Dépor será testigo de los aplausos a un futbolista realmente extraordinario. De los pocos a los que verdaderamente se le puede colgar el cartel tantas veces profanado de leyenda viva.
Hablar con Torremocha de fútbol ya supone un privilegio. No ha perdido un ápice ni de la sencillez ni de la lucidez balompédica que le caracterizaron en su paso por el vestidor del Municipal, salpicado de éxitos, pero también de momentos muy difíciles. El exfutbolista solo salió de La Línea “porque quería probar un año fuera” para jugar, junto a José María Elorduy, en el Poli Ejido, pero no tardó en volver a casa a pesar de tener una suculenta oferta para renovar del director deportivo, José María Martín Doblado.
Es complicado, por no escribir imposible, imaginar la cotización en el fútbol actual de un centrocampista con su calidad individual, su desplazamiento y su pegada. Alberto Torremocha, protegido ahora en otras funciones en el Lincoln de la National League de Gibraltar, se toma un respiro para echar una jugosa vista atrás para Europa Sur.
Torremocha se había formado en el añorado juvenil de la Unión Deportiva, pasó por La Bodeguita hasta llegar a un Recreativo (con Diego Abolacio, Josele El Gitano, Manolo El Demonio, Jaime, Antonio Casas, Mayordomo...) que es complicado precisar en qué categoría podría competir en el 2023. Todo eso hasta que (a pesar de que el Marbella llamaba a su puerta) subió al primer equipo de la mano de Manolo Pachón en 1980, al amparo de aquella curiosa normativa que exigía que los sub-20 jugasen al menos un cuarto de hora y que provocaba de manera repetida la imagen de futbolistas séniors calentando en la banda desde el pitido inicial para relevarles a las primeras de cambio.
Entre sus grandes logros colectivos, que en junio de 1983, siendo apenas un crío, participó del primer ascenso a Segunda B, en que los albinegros consumaron con Jaco Zafrani (que había relevado a Quimet Carreras) el estadio Ipurúa de Éibar. En ese mismo mes, pero de 1992 y ya convertido en un jugador con galones, acarició el salto a Segunda en aquella recordada liguilla en la que la Balompédica de la mano de Gabriel Navarro BabyBaby se codeó con Salamanca, Girona y Villarreal.
En ese periplo, Torremocha estuvo bajo el mando de infinidad de entrenadores. “Siempre me preguntan con cuál me quedaría. Yo siempre respondo lo mismo, me quedo con cosas de todos. He tenido la fortuna de trabajar con grandes técnicos: Baby, Carreras, Manolo Pachón, Lalo, Carmelo Cedrún... en ese sentido he sido un afortunado”.
“¿Jugadores? He tenido grandísimos compañeros y he aprendido muchísimo de ellos. Yo veía jugar a Vicente Borrell, Paco Varela... y cuando llegaba a casa después de entrenar me preguntaba cómo podía yo estar jugando con esos verdaderos fenómenos”.
“No creo que sea pertinente hacer fútbol ficción. No sé, ni lo puede saber nadie, qué hubiese sido de mi carrera en el día de hoy”, defiende. “A mí me tocó vivir un momento muy difícil, hoy en día cualquier representante ve a un chiquillo con condiciones y a los cuatro días se lo está llevando a la cantera de un grande”.
“Entonces era muy complicado salir. Bueno era complicado todo”, recuerda. “Solo hay que pensar en los viajes. En aquella temporada del grupo único [se refiere a la extinta Segunda B] con aquellos autocares y por aquellas carreteras, que no son los de hoy. Igual algunos ahora no saben valorar lo que tienen”.
“A mí no me gusta explicar cómo era yo como jugador, los que me visteis jugar seguro que podéis hacerlo mejor”, se escabulle cuando se le pide un autorretrato futbolístico. “A mi me gustaba parecerme a los jugadores con buena técnica, con visión de juego, con desplazamiento pero ojo, que en un equipo son necesarios todos los perfiles"
Torremocha se muestra incapaz de elegir uno solo de los partidos en los que participó (“tuve mucha suerte, son tantos”) y tampoco quiere responder a la pregunta de qué se le quedó por hacer cuando algún se calzaba los borceguíes. “Yo lo que sé es que lo que hice, lo disfruté. Nadie puede saber si podría haber llegado más arriba. Tengo muy buenos recuerdos”.
Lo que sí tiene muy claro es que el homenaje que le prepara la directiva que encabeza Raffaele Pandalone es un motivo de satisfacción. “Que se acuerden de uno después de tantos años es muy bonito. La Balona no mi equipo, es mi casa. Así la siento”. Y así la sienten los balonos que tuvieron el privilegio de verle jugar y que el domingo le tributarán el enésimo aplauso al que se hizo acreedor.
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