Campo Chico

Rízquez y otras gentes maravillosas

  • Los que Dios ha dotado de capacidad creativa se las arreglan para practicar la actividad donde se sienten realizados

  • Hace unos tres lustros que Rízquez dejó Algeciras y se fue a Rincón de la Victoria, donde estaban sus hijos

Rízquez, entre plantas.

Rízquez, entre plantas.

No hace mucho que murió en Rincón de la Victoria, cuna del más famoso boquerón del mundo conocido; un pequeño municipio de la costa malagueña, al que se llega por la costa, nada más pasar la capital; Antonio Rízquez Fernández, en noviembre, a unos días de su 88 cumpleaños. Me temo que pocos en la comarca y, lo que es peor, en Algeciras, recuerden su nombre, no obstante el mucho tiempo que, a lo largo de tres décadas, dedicó generosamente a la ciudad y a su entorno.

Ferroviario de familia y ocupación, había nacido con lealtad al oficio en Bobadilla, un núcleo poblacional antequerano consagrado al tren, el día 11 de noviembre de 1934, y una vez en el noble ejercicio que le daba paz y sustento, calculo que debió aparecer por la Estación de Algeciras, en la década de los ochenta, tal vez un poco antes, con unos cincuenta años de edad, más o menos. Para entonces ya había publicado en el legendario El Sol de Antequera que, fundado en 1918, es el decano de la prensa en la provincia de Málaga y el cuarto más antiguo de Andalucía tras el Diario de Cádiz (1867), buque insignia del Grupo Editorial Joly, al que pertenece Europa Sur y otros ocho diarios repartidos por toda la región, El Correo de Andalucía (1899), de Sevilla, y La Higuerita (1915) de Isla Cristina, que se autotitula con el primitivo nombre de la localidad (el gentilicio de la ciudad es higueretero o isleño).

Rízquez, en tanto que ferroviario, estuvo destinado a finales de los años sesenta en Almorchón, una pedanía de Cabeza del Buey (Badajoz) a siete kilómetros del núcleo urbano, dedicada al ferrocarril; curiosamente desempeñando un papel similar al de Bobadilla respecto a Antequera. La comarca a la que pertenece Almorchón se llama La Siberia (extremeña) y el nombre parece que procede de su antiguo aislamiento y lejanía de la capital (150 Km), animado por el frío que soporta en invierno.

La antigua estación de Almorchón. La antigua estación de Almorchón.

La antigua estación de Almorchón.

Los seis años que Rízquez estuvo en esos parajes acrecentaron en él su vocación de naturalista. El medio, la meteorología, la botánica y la historia, que se reunían entre lo principal de sus pasiones, se le ofrecían como nunca antes. Ese destino le preparó definitivamente para su rico futuro como divulgador. El Sol de Antequera fue, como ya he dicho y cabía esperar de sus orígenes, el primer periódico en el que publicó –con asombrosa calidad literaria– sus trabajos. Luego vino, ya en Algeciras, el Faro de Ceuta, el Diario de Ceuta y La Tribuna, que empezó a publicarse en Marbella (tenía la redacción en un polígono industrial) con la coletilla “de Marbella” y adoptó pronto la “de Algeciras”. Lo dirigía Rafael de Loma, un magnífico profesional y mejor persona, de origen ceutí, que desarrolló su vida profesional en Málaga y la Costa del Sol. Rafael murió en 2014 y los periodistas malagueños esperan desde hace un lustro que se le dé su nombre a una calle de Málaga.

Rízquez y su desiderátum

En la Redacción de La Tribuna nos encontramos, en el ecuador de los ochenta, profesionales y aficionados de estos pagos. Viví con ilusión aquellos momentos y tuve la ocasión de constatar cuánto bueno para el oficio ha generado nuestra comarca. Como diario duró dos o tres años y mantiene la cabecera en una revista, más gráfica que otra cosa, que con la mirada puesta en el turismo y, más que nada, en el manantial yanito, prevalece frente a todas las crisis, en la Costa.

Estuve escribiendo una columna diaria durante varios meses y fue en la redacción, a la que llegue invitado por su promotor, el periodista linense de adopción José Luis Yagüe, donde tuve noticias de la existencia de este gran hombre que fue Antonio Rízquez. Me llamaba la atención su aspecto provinciano, su extrema sencillez y, sobre todo, su capacidad para escribir sobre cuestiones más propias de un especialista bien dotado para la divulgación que, desde luego, un modesto ferroviario. Pero apenas si le conocí personalmente, no obstante el interés que despertaban en mí sus artículos. La gente del arte, in extenso; es decir, aquellos a los que Dios ha dotado de una capacidad creativa capaz de despertar la admiración de sus semejantes; rara vez pueden mantenerse en ello evitando otras ocupaciones y entonces se las arreglan para proveerse de tiempo que dedicar a la actividad donde se sienten felices y realizados.

La llegada de Europa Sur le permitió a Antonio Rízquez alcanzar su desiderátum. El periódico estaba editado por una empresa sólida y consolidada, que tal vez le daría la oportunidad, y se la dio, de explayarse. Más que entrar en un laudatio ad personam, me parece mejor describir una de las numerosas y espléndidas doble páginas que publicó durante una época del periódico, en un suplemento dominical. La tengo ante mí mientras escribo; está construida sobre las páginas 36 y 37 del ejemplar de Europa Sur del domingo 20 de septiembre de 1998.

Doble página de 'Europa Sur' del 20 de septiembre de 1998. Doble página de 'Europa Sur' del 20 de septiembre de 1998.

Doble página de 'Europa Sur' del 20 de septiembre de 1998.

En la primera de las dos, arriba, junto a una fotografía suya, un recuadro (Agenda para siete días) recoge para la semana siguiente una previsión sobre las fases de la luna y las mareas, las temperaturas, la cantidad de lluvia acumulada en el mes y las efemérides. Un artículo, en un recuadro a tres columnas de más de media página, titulado: Plantas de jardín y maceta, describe detalles sobre la Alocasia, vulgo: oreja de elefante. Una columna de una y media de ancho: Infinita pequeñez, se refiere a la contemplación del cielo desde un lugar libre de contaminación lumínica.

Me voy a permitir reproducir un párrafo: “La contemplación de la impresionante visión de astros tan lejanos que, a razón de 300.000 kilómetros por segundo, su luz tarda en llegar a la Tierra, me impresionó sobre manera y disipó la angustia; el soberbio espectáculo me hizo olvidar el patio de butacas. Se trata de una experiencia tan reveladora como sobrecogedora, que nos acerca a una grandiosa e insospechada realidad, ignorada por la tiranía de la inmediatez y entrega a lo materialista; por lo convencional de la existencia cotidiana”.

La segunda de la doble página está consagrada a los microorganismos. La mayor parte del espacio está ocupado por un texto a cuatro columnas titulado Historia de la guerra contra los microbios. Es un relato sobre las primeras experiencias de antisepsia o desinfección de heridas, reservando un recuadro, Penicilina, la milagrosa droga curativa, a contar brevemente el descubrimiento del hongo Penicillium chrysogenum, por el bacteriólogo escocés Alexander Fleming, y de sus extraordinarios efectos sobre determinadas infecciones comunes. La quinta columna es para referirse a lo que llama Curiosidades: una suerte de pequeños relatos sobre comportamientos o sucesos curiosos observados en alguna parte del mundo. Finalmente, una esquinita sirve de albergue a esas citas o perlas de sabiduría que a Rízquez le parecían interesantes y sugestivas. Entre ellas hay una primera de Juan José Téllez: “Los políticos, esos mochileros de sueños, esos grandes traficantes que convierten las esperanzas de los electores en el papel mojado del escepticismo”, y una segunda de El Roto: “Todas las certidumbres me hacen dudar”. Ambas brillantes, rayanas en felicísimas ocurrencias.

De Algeciras a Rincón de la Victoria

Antonio Rízquez vivía en la algecireña Plaza de la Inmaculada, en una octava planta, y había conseguido permiso para instalar en la azotea del edifico de bomberos, frente al Instituto, un conjunto de ingenios para medir temperaturas, pluviosidad y, en general, diseñar series temporales sobre las mareas, las fluctuaciones atmosféricas y el clima. Las tomas en esa azotea, le daban la posibilidad de preparar sus trabajos con la información extraída por él mismo con sus propios medios e incluso de proporcionar información, como hacía diariamente, a la Confederación Hidrográfica del Sur.

Federico Sánchez Tuñidor. Federico Sánchez Tuñidor.

Federico Sánchez Tuñidor.

Con buen tiempo y en sus horas libres, se dedicaba a ir al campo y aprender a distinguir las plantas, a ordenarlas y a clasificarlas. Frecuentó la amistad de personas sabias de nuestro entorno como el gran sanroqueño Juan Antonio García Rojas; antiguo marino e ilustrado conocedor de nuestra historia y de nuestros campos; el jimenato Federico Sánchez Tuñidor, del Poblado del Corchado, de San Pablo Buceite, nacido en Santurce, de padres sorianos y esposa cordobesa, un naturalista que llegó a esta tierra a ejercer de maestro en los primeros años ochenta; de Juan de Ferrer Andreu, extraordinario entomólogo barcelonés, perito industrial químico, que fue director de Carbesa (grupo CEPSA) y vivió en Algeciras desde los años sesenta hasta su fallecimiento en 2008; y de, entre algunos más, el enfermero-jardinero Antonio Ojeda Moreno; cultivador de papiros (planta descrita por Linneo en 1753 que fue el soporte de escritura en la cultura egipcia) y descubridor de una lucerna de origen bizantino, que lleva su nombre (La Lucerna de Ojeda) y que, reclamada por Jimena, está depositada en el museo de San Roque. Tanta riqueza humana, escapa a la imaginación más atrevida.

Hace unos tres lustros que Antonio Rízquez se fue a Rincón de la Victoria, donde estaban sus hijos, no muy lejos de donde nació setenta y tantos años antes. Se fue dejando magníficos trabajos sin publicar, como Episodios geológicos y meteorológicos del Estrecho de Gibraltar, Viaje turístico de Algeciras a Ronda en tren o Patrimonio botánico del Campo de Gibraltar. Pero pudo ver publicado el detallado estudio: Árboles y Plantas en la Refinería Gibraltar-San Roque, cuando ya andaba rondando los setenta y cinco años de edad y a punto estaba de dejar estas tierras.

Tanto la comarca de Antequera como la Axarquía, a la que pertenece Rincón de la Victoria, han tenido una relación fluida, frecuente y sentimental con el Campo de Gibraltar. Puede resultar un tanto anecdótico, pero es mucho más que un hecho casual y aislado, que un algecireño de nacimiento, Juan Manuel Guardia Solís, que mantiene vínculos familiares inmediatos en Algeciras –su familia tiene una tienda de electrodomésticos, que regenta su hermana Magdalena, en la avenida de la Cañá–, haya sido honrado hace unos meses, con el título de Hijo Adoptivo de Antequera. Ya di noticia de ello en Europa Sur; Guardia se jubilaba después de más de tres décadas ejerciendo como secretario del ayuntamiento de la ciudad. Su ejemplar comportamiento le hizo merecedor de ese reconocimiento unánime de la Corporación Municipal. Algo así supone establecer de inmediato unos vínculos de proximidad y reconocimiento mutuo indelebles.

Antequera es, por otra parte, una referencia en la historia política contemporánea de Andalucía y por poco no fue, compitiendo nada menos que con Sevilla, capital de la región cuando el proceso de creación de la autonomía estaba en marcha.

La revista 'Bahía' (1978-79). La revista 'Bahía' (1978-79).

La revista 'Bahía' (1978-79).

El grupo poético Bahía

Sayalonga, más allá de Rincón, hacia el interior y a poco de alcanzar la costa granadina, es también un municipio de la Axarquía. Fue el lugar de nacimiento, en 1924, de nuestro Manuel Fernández Mota, un admirable ejemplo de creatividad y bonhomía. Autodidacta, se hizo maestro y ejerció en Algeciras, además de regalarnos su poesía y su iniciativa en el primer grupo poético organizado de nuestra pequeña historia: Bahía.

Manuel Fernández Mota. Manuel Fernández Mota.

Manuel Fernández Mota.

Daniel Florido Rodríguez y Antonio Sánchez Campos fueron los otros dos poetas que junto a Manuel iniciaron y mantuvieron viva la revista durante algún tiempo en los últimos años setenta. Ninguno de los tres había nacido en Algeciras y sólo uno de ellos, Antonio, cuya faceta como pirografista ha pasado desapercibida, nació en el Campo de Gibraltar, en San Roque, en 1928. Manuel y Antonio eran maestros y Daniel vivía modestamente vendiendo y cambiando en un portal de la Plaza Baja, novelas rosa o de aventuras y tebeos de todas las hechuras. José Mallorquí, Zane Grey y Corín Tellado rivalizaban por estar presentes en su expositor, una larga mesa, rudimentaria, que ocupaba a lo ancho, la mitad del portal. Como lo hacían Roberto Alcazar y Pedrín con El Guerrero del Antifaz y El Cachorro. Sus clientes, entre los que estaba yo, nos beneficiábamos de su amplia oferta, de su actitud y disponibilidad, también de su paciencia con la chiquillería de los alrededores. Formaba parte de nuestras vidas.

El portal de la Plaza en el que el inolvidable Daniel comerciaba con aquel entrañable material, estaba junto al Bar Bohórquez. Él vestía siempre envuelto en una larga bata gris que le daba un aspecto entre misterioso y lejano, respetable en todo caso. Había nacido en1910, en Santa Olalla del (río) Cala, una pequeña localidad enclavada en el vértice noreste de la provincia de Huelva, a un paso de la linde de Andalucía con Extremadura y de la provincia de Sevilla.

El Cachorro (1951). El Cachorro (1951).

El Cachorro (1951).

De extracción obrera, la guerra de 1936 le tocó del lado que la perdió y anduvo por el norte hasta, sin que se sepa el porqué, apareció por Algeciras y se las arregló como pudo, para vivir honestamente de su trabajo. Fue allá por los años cuarenta, en una sociedad que no padeció la tragedia en primera fila, pero sí sus efectos colaterales y la vileza de algunos comportamientos. A pesar de todo, Daniel llegó cuando ya se miraba hacia adelante y terminó por instalarse en el Mercado, frente a la plaza, entre un bar, el Bohórquez, muy frecuentado, la carnicería de los Merino y el Banco Hispano Americano, pegados al muro del edificio que hoy acoge un aparcamiento.

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