Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El período de tiempo que abarca desde el final del dominio almohade en la zona del Estrecho (1230) hasta el desembarco de las tropas meriníes en Algeciras (1275) es muy parco en noticias referidas a Algeciras, que estuvo bajo soberanía nazarí desde, al menos, el año 1238. Sabemos que Gibraltar y Algeciras habían pasado a poder de Ibn Hud, emir de la taifa murciana, en el año 1230 y que este rey aspiraba a poder dominar las dos orillas del Estrecho y controlar el comercio que, desde Ceuta, se canalizaba por sus rutas. Preparó una escuadra en Algeciras y en el verano de 1232 atacó la ciudad norteafricana y se apoderó de ella, nombrando gobernador a al-Gasati, que era el jefe de la flota andalusí. Pero los ceutíes no tardaron en sublevarse contra Ibn Hud expulsando al gobernador al-Gasati de la ciudad en el mes de enero de 1233,
El paulatino avance de los castellanos por el Valle del Guadalquivir a partir de la cuarta década del siglo XIII provocó que ciudades populosas como Jaén, Córdoba y Sevilla pasaran a poder de Castilla. Este dramático y decisivo acontecimiento desencadenó una intensa emigración de musulmanes hacia las ciudades del Estrecho, en especial hacia Algeciras que era una prestigiosa urbe, bien fortificada, en la que residían numerosos sabios, con una fuerte tradición cultural y religiosa y todavía alejada de la zona de conflicto; emigración que se refleja en la nómina de intelectuales, procedentes de las ciudades tomadas por los castellanos, que se instalan en Algeciras en esos años (según las arabistas Manuela Marín y Maribel Fierro), y por la pervivencia de la trama urbana de época almohade que no sufrió alteraciones ni significativos deterioros hasta la conquista castellana de 1344 cuando fue repoblada por contingentes cristianos.
Un incidente bélico acontecido en la zona del Estrecho en el año 1262 volvería a convertir Algeciras en puerto base de una flota de guerra andalusí. Se trata del intento de conquista de Ceuta por el sultán de Granada Muhammad I ben Nasr, ciudad portuaria que hacía una fuerte competencia comercial a los mercaderes de Málaga y Almería. Aunque en un primer momento el rey nazarí solicitó la ayuda de Alfonso X, las elevadas exigencias de éste -la entrega de Algeciras y de Tarifa a Castilla- le hicieron emprender en solitario la aventura norteafricana que acabó con la derrota de la escuadra granadina.
Sólo la revuelta mudéjar de 1264 en las ciudades de Jerez, Arcos y Medina Sidonia, entre otras fortalezas de la actual provincia de Cádiz, contra el dominio castellano, y la expansión y la amenaza de una nueva fuerza surgida en el Magreb: los Banu Marín o meriníes, activarían las alarmas del rey Alfonso X, dueño de Córdoba, de Sevilla y de la costa de Cádiz y anunciarían de nuevo la aparición de vientos de guerra en la zona del Estrecho.
Cuando el sultán de Granada, Muhammad II, asuma el poder en el año 1273 e intente sacudirse el pesado vasallaje castellano llamando en su ayuda a los Banu Marín que se habían apoderado de todo el Magreb Occidental y eran dueños de la ciudad y el puerto de Ceuta, Algeciras volverá a revivir una situación similar a la que sufrió cuandoentraron en la ciudad los almorávides y, más tarde, los almohades.
Su conversión, una vez más, en el puerto de desembarco de los norteafricanos, en base militar y en el enclave portuario fundamental del nuevo imperio establecido en el Magreb y la decidida apuesta castellana por controlar definitivamente el Estrecho, pondrán a la estratégica ciudad de Algeciras en el centro de la escena internacional y en el eje de un largo conflicto bélico (conocido por la historiografía como “Batalla del Estrecho”) que perduraría hasta el año 1344.
En el mes de mayo del año 1275, Abu Zayyán, hijo del emir de los Banu Marín, Abu Yusuf, embarcó en Alcazarseguer con numerosa tropa, según el cronista Ibn Abi Zar, arribando a las playas de Tarifa. Desde allí se trasladó a la ciudad de Algeciras que le fue entregada sin oposición por su gobernador Ben Hixam. En el mes de agosto pasó su padre, el sultán Abu Yusuf, con un ejército desembarcando, también, en la playa de los Lances, aunque la Dajira al-sanniya refiere que la playa en la que desembarcó fue la de la Peña del Ciervo.
Después de desplazarse hasta Algeciras y establecer su campamento base junto a esa ciudad y entrevistarse en ella con el sultán de Granada, comenzó a devastar los territorios cristianos de la Andalucía occidental, desde Medina Sidonia hasta Arcos y Jerez. Estas primeras campañas se prolongaron a lo largo de tres años y han sido bien estudiadas por el profesor Manzano Rodríguez. En todas estas expediciones la ciudad de Algeciras era la base de partida de las tropas y el lugar al que retornaban los meriníes con el botín conseguido para proceder a su reparto entre los expedicionarios y, los cautivos, sacarlos a la venta en pública almoneda en la ciudad, como lo atestigua Pero Marín, monje del monasterio de Silos, en sus “Miráculos Romançados”.
Aunque para la Andalucía cristiana la irrupción de los benimerines fue una enorme desgracia, para la ciudad de Algeciras, enclave en el que los emires norteafricanos establecieron la capital de su “protectorado” andalusí, fue un suceso que favoreció su expansión. La presencia meriní acentuó los valores estratégicos de Algeciras, fomentó su desarrollo portuario, económico y demográfico y mejoró sus capacidades urbanísticas y defensivas; pero, al mismo tiempo, sembró la semilla de su destrucción al convertirla en el centro de la pugna por el control del Estrecho en un momento en el que este paso marítimo estaba en el punto de mira de Aragón y Génova y de los proyectos expansivos de Castilla.
Para los castellanos, dominar Algeciras les posibilitaría poder controlar el citado paso marítimo en sentido norte-sur y este-oeste, cerrar las puertas a nuevas invasiones norteafricanas y, al mismo tiempo, poseer una inexpugnable fortaleza, estratégicamente ubicada, con un excelente puerto, desde el que acometer la conquista del occidente del reino de Granada. Pero esos proyectos se topaban con la presencia de las fuerzas expedicionarias meriníes que amenazaban con conquistar de nuevo para el Islam Medina Sidonia, Jerez, Sevilla y todo el Valle del Guadalquivir.
Desde el otoño del año 1277, la flota castellana, compuesta por ochenta galeras, veinticuatro naves, además de las galeotas, leños y otros navíos menores, que se habían construido o reparado en Sevilla, comenzó a patrullar las aguas del Estrecho. En el mes de agosto del año siguiente, Alfonso X ordenó a su almirante que bloqueara el puerto de Algeciras y en el mes de marzo de 1279 envió a su hijo, el infante don Pedro, con el ejército para que pusiera cerco por tierra a la ciudad.
El almirante de la flota, Pedro Martínez de Fe, comunicó a don Pedro que desde que estuvo bloqueada por mar la ciudad no le habían entrado a los defensores vituallas, por lo que, aseguraba, que debían estar “muy desmayados” e inclinados a la rendición si se les combatía con la suficiente insistencia y tenacidad. Tras recibir esta información, el Infante dio órdenes de que se instalaran las máquinas neurobalísticas en los sitios convenientes y que batiesen la población. “Mandaron sacar los engeños y los pusieron en aquellos lugares donde vieron que cumplían, y mandaron que tirasen con ellos de día y de noche lo más afincadamente que pudieran”. Ibn Abi Zar asegura que en este asedio los castellanos usaron “truenos”, es decir artillería pirobalística. Podría tratarse de proyectiles de nafta lanzados con los trabucos.
El bloqueo y el asedio continuaron durante toda la primavera y parte del verano de aquel año sin que los defensores dieran muestras de desfallecimiento. Sin embargo, desavenencias surgidas entre el rey de Castilla y su hijo don Sancho impidieron que las naves con las vituallas y las pagas de los soldados llegaran al cerco. Los hombres de la flota sufrieron hambre y enfermedades, teniendo muchos de ellos que saltar a tierra en la Isla Verde dejando desguarnecidas las embarcaciones. En el mes de julio, el sultán meriní, que estaba en Ceuta, mandó reunir una flota de setenta navíos, según el historiador Ibn Jaldún, y la envió contra la escuadra cristiana que bloqueaba Algeciras. Una parte de los navíos se dirigió a la Isla Verde donde pasaron a cuchillo a los soldados que estaban en ella y quemaron las galeras que se hallaban allí fondeadas. El resto de la flota se dirigió contra las restantes embarcaciones que estaban en el cerco derrotándolas. Pedro Martínez de Fe fue capturado en el curso de los combates.
Después de aquella derrota naval los musulmanes pudieron abastecer a los defensores de la ciudad y el infante don Pedro se vio obligado a levantar el cerco y retornar a Sevilla. Según Ibn Abi Zar “los habitantes de Algeciras se esparcieron por las tiendas del campamento cristiano matando y cautivando. Encontraron en ellas cebada y harina en cantidad inmensa, que transportaron a la ciudad”. El primer intento castellano de tomar Algeciras a los musulmanes había fracasado. En el año 1306 el emir de los merimíes, acuciado por numerosos problemas en el Magreb, decidió entregar Algeciras al sultán de Granada.
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