Algeciras y su puerto en época de los almohades (1145-1230)
Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)
Durante su dominio, la urbe gozó de un enorme prestigio como foco de saber intelectual y de actividad económica
Algeciras y su puerto en época almorávide (siglos XI y XII)
Los almohades desembarcaron en las playas de Tarifa, según el historiador norteafricano Ibn Abi Zar, en el año 1145, entrando en Algeciras por sumisión de sus habitantes. Dice este cronista que el jeque Abu Imrán, que marchaba al frente de las tropas del califa almohade Abd al-Mu’min, recibió un escrito del gobernador de la ciudad haciéndole entrega de la plaza; aunque Antonio Huici Miranda asegura que esta fecha está adelantada en dos años. Según este autor, el contingente almohade desembarcó en al-Ándalus en el verano de 1147. Al mismo tiempo que los almohades entraban en la ciudad de Algeciras, las autoridades almorávides que la tenían huyeron en dirección a Sevilla.
Los almohades, cuando se hicieron dueños de al-Ándalus, reestructuraron las viejas circunscripciones político-administrativas creando otras nuevas de acuerdo con sus planteamientos políticos e ideológicos. El cronista Ibn Said al-Magribi, que residió durante algunos años en Algeciras, donde su padre había sido nombrado gobernador por los almohades, refiere que éstos dividieron el país en siete reinos (manlaka). Algeciras, con Sidonia, Arcos, Niebla, Huelva, Tarifa y Ronda, quedó encuadrada en el reino de Sevilla. Está documentada la existencia, en tiempos de Abd al-Mu’min, de una circunscripción militar formada por las ciudades portuarias de Algeciras, Málaga, Gibraltar, Tarifa, Ceuta y Tánger.
Aunque el puerto algecireño era el mejor para el tránsito del Estrecho, los almohades eligieron frecuentemente para cruzar sus numerosos ejércitos a este lado del mar la amplia costa de Tarifa que, en la playa de Los Lances, disponía de una llanura litoral donde poder ir instalando a los hombres que las embarcaciones iban trasladando desde la orilla africana, los caballos, las armas y la abundante impedimenta. Pero los “unitarios” (así llamados porque propugnaban la unicidad de Dios) no se contentaron con habilitar como punto de desembarco la costa de Tarifa y ampliar el recinto de esa ciudad hacia el norte, sino que acometieron el ambicioso proyecto de edificar una nueva ciudad en la bahía de Algeciras. Así surgió, en el año 1160, la ciudad palatina de Madinat al-Fath (Ciudad de la Victoria) en la montaña de Gibraltar.
De las noticias aportadas por las fuentes y de los abundantes testimonios arqueológicos conservados, se puede deducir que los almohades diversificaron los enclaves urbanos y portuarios de la orilla norte del Estrecho para reforzar su presencia ideológica y política con la fundación de la ciudad palatina en Gibraltar, habilitando nuevas y más amplias zonas de desembarco en Tarifa, ampliando el recinto urbano de esa ciudad y manteniendo la vieja urbe andalusí (Algeciras) como base naval y centro mercantil, religioso, administrativo y cultural de la región del Estrecho.
El protagonismo de Algeciras durante la etapa almohade está avalado por las fuentes geográficas, históricas, arqueológicas y, sobre todo, por los diccionarios biográficos analizados por las arabistas Manuela Marín y Maribel Fierro, que señalan a este período como el más floreciente, desde el punto de vista demográfico, religioso, cultural y económico de toda la etapa musulmana. Algeciras, durante el dominio almohade, gozó de un enorme prestigio como foco de saber intelectual y de actividad económica. La ciudad fue punto de atracción de numerosos sabios que procedían de otros lugares de al-Andalus y del norte de África que acudían a ella para recibir enseñanza de los sabios instalados en la localidad u ocupar los puestos de imanes o jueces. De los dieciséis jueces documentados en ese período en Algeciras, tres procedían de familias locales y los trece restantes habían llegado de otras ciudades andalusíes como Córdoba, Jaén, Niebla, Sevilla y Jerez, o desde la otra orilla del Estrecho. Para las arabistas citadas el cadiazgo (juez provincial) de Algeciras parece que fue un puesto de importancia durante la época almohade, pues lo ocuparon ulemas de renombre, algunos de ellos nombrados directamente por el famoso Abu l-Walid ben Rusd (Averroes).
Algeciras, en la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII, fue un lugar al que acudían sabios y estudiantes de diversos lugares atraídos por la fama de las élites intelectuales establecidas en la ciudad. Entre estos sabios se han de mencionar a Ben Jayr, a Abu Bakr al-Azdi al-Yaziri, que procedía de Córdoba, y a Alí ben Yahya al-Himyari, originario del Rif. Se conocen los nombres de numerosos maestros locales pertenecientes a prestigiosas familias de intelectuales algecireños como los Banu l-Nasra y los Banu Udra.
Tarifa, Algeciras y, en algunos casos, Gibraltar desde su fundación en 1160, fueron puertos utilizados por los califas almohades para desembarcar las tropas o trasladarse ellos mismos para instalarse y supervisar las obras emprendidas en la ciudad o en Sevilla (su capital en al-Ándalus) o reunirse con los gobernadores de las regiones de la Península Ibérica dominadas por ellos. A diferencia de los almorávides, los trasvases y el número de las tropas se multiplicaron en tiempo de los almohades. No cabe duda de que este continuo trasiego de hombres, caballos y pertrechos y la demanda de productos alimenticios y de objetos artesanales para el abastecimiento de las tropas reavivarían la economía de las ciudades del Estrecho, sobre todo la de Algeciras, ciudad cuyo recinto defensivo debió ser ampliado y reforzado a lo largo de este período, aunque las fuentes árabes no hagan referencias a estas obras, pero sí la arqueología, del proceso de expansión urbanística.
En la zona baja de la ciudad, en torno a las atarazanas y cerca del río, se documentan algunas calles que se formaron a partir del siglo XII, cuando se colmataron los espacios inundables y se construyó o reformó la muralla meridional y, por fin, la población se pudo librar de las frecuentes avenidas del río. Ese espacio urbano está confirmado por medio de las excavaciones realizadas en la zona. En la excavación acometida en el solar nº 11-13 de la calle Las Huertas se exhumó un tramo de calle que formó parte de un adarve cercano a las viviendas.
Aunque uno de los hallazgos más reveladores de ámbitos domésticos se llevó a cabo durante el proceso de excavación del solar -ya citado-, situado en los números 11 y 13 de la calle Las Huertas. Se exhumaron los restos de varias casas edificadas sobre otras estructuras anteriores. Esta intervención arqueológica nos ha proporcionado un excepcional testimonio de cómo eran las edificaciones domésticas algecireñas de época almohade. Una de las casas está documentada en el siglo XI y otras dos en el siglo XII o principios del XIII. Una de ellas presentaba la planta casi completa (véanse las ilustraciones adjuntas). Lo relevante del hallazgo no es sólo que se exhumó la mayor parte de la planta del edificio, sino que perviven los restos de una letrina, un zaguán, un pozo de agua potable y otro de saneamiento situado en la calle cercana y de una habitación con el alzado de varios muros y la decoración parietal geométrica de entrelazos en rojo que una vez ornamentó la vivienda.
En la calle Rafael de Muro, nº 8-10, se excavaron los restos de otra vivienda de este período, aunque muy afectada por remociones posteriores. Se localizaron fragmentos de un muro que delimitaba un espacio pavimentado con ladrillos dispuestos en espiga. La cerámica hallada se dató en el siglo XII o principios del XIII. Otro de los espacios domésticos excavados estaba pavimentado con tierra batida. En la calle Patriarca Obispo Ramón Pérez Rodríguez, nº 1 se hallaron dos niveles de ocupación de esta época, uno con cerámicas de fínales del siglo XII, según los arqueólogos que excavaron el lugar, y el superior con cerámicas de la primera mitad del siglo XIII.
En el año 1152 cruzó de nuevo el Estrecho un gran ejército almohade. En el año 1161 desembarcó en Gibraltar el califa Abd al-Mu’min para supervisar las obras que se estaban realizando en Madinat al-Fath. En el año 1170 cruzó el mar desde Alcazarseguer hasta Tarifa el jeque Abu Hafs con un ejército de 20.000 hombres. En el año 1184 pasó a este lado del Estrecho el califa Yusuf I desde Ceuta con un ejército de árabes y beréberes. En 1190 sería el califa Yaqub al-Mansur el que desembarcaría en Algeciras. En 1195 el califa al-Mansur desembarco en las playas de Algeciras con un potente ejército con el que venció a los cristianos en la batalla de Alarcos y en el año 1211 sería el califa al-Nasir el que cruzó el mar desde Alcazarseguer hasta la playa de Los Lances con un ejército que tardó dos meses en trasladar desde la otra orilla. Al año siguiente sufrieron los almohades la decisiva derrota de las Navas de Tolosa.
A partir de la debacle de las Navas en el verano de 1212 el Imperio Almohade comenzó un rápido declive en ambas orillas del Estrecho, que acabó, en al-Ándalus, con la aparición de las llamadas terceras taifas. Después de un período de atomización del poder y de desórdenes y luchas internas que los debilitaron y de la presión, cada vez mayor, de los reinos cristianos, los nuevos Estados surgidos de la desmembración del poder almohade en la Península Ibérica quedaron reducidos a los que regían Ben Hud en la región de Murcia y Muhammad ben Nasr en Arjona y luego, desde 1238, en la ciudad de Granada. De estos reinos sólo se consolidaría el de Muhammad ben Nasr que, enfrentado al rey de Murcia y en connivencia con Fernando III, rey de Castilla y de León, lograría heredar parte de los territorios de la taifa murciana y formar el reino nazarí que perduraría, cono se verá en próximos capítulos, hasta el año 1492.
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