Algeciras y su puerto en época almorávide (siglos XI y XII)
Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)
La ciudad fue durante sesenta años fortaleza y base naval del nuevo imperio norteafricano
Algeciras y su puerto en el siglo XI: el reino taifa Hammudí (1035-1055)
Los reinos de taifas, productos de la crisis política y social que sufrió el Califato de Córdoba tras la muerte de Almanzor, representaron el fin del Estado centralizado cordobés, el debilitamiento militar y la fragmentación política del islam andalusí y el preludio de una nueva etapa de la historia de las tierras situadas al norte del Estrecho de Tarifa que se iba a caracterizar por la paulatina expansión de los reinos y condados cristianos del norte y el dominio de al-Ándalus por las pujantes dinastías africanas que se establecieron, sucesivamente, en el Magreb Occidental: almorávides (1086-1145) y almohades (1145-1230).
La ciudad de Algeciras, el mejor puerto para la “travesía”, que contaba, desde su conquista por Abderramán III en el año 914, con unas renovadas atarazanas, tuvo un especial protagonismo a lo largo de este período. Su posesión fue exigida, en 1086, por el emir almorávide, Yusuf ben Taxufín, al rey de Sevilla al-Muta‘mid como condición para enviar su ejército a al-Ándalus en ayuda de los reyes taifas acosados por Alfonso VI de Castilla. El establecimiento de las tropas africanas en la ciudad y su condición de puerto de conexión con los territorios controlados por los almorávides en el otro lado del Estrecho impulsaría su desarrollo urbano, demográfico y económico, proceso que llegaría a su cenit bajo el dominio almohade en la segunda mitad del siglo XII.
Algeciras de los almorávides (1086-1145)
En el año 1086, respondiendo a la solicitud de ayuda del rey de Sevilla, Yusuf ben Taxufín embarcó en Ceuta un ejército de quinientos jinetes y lo envió sin previo aviso a Algeciras al mando de Dawud ben A‘ixa. El rey Zirí de Granada relata con estas precisas palabras el desembarco de los almorávides en el puerto algecireño:
“Al fin de la jornada, cuando los soldados habían cruzado el mar y desembarcado en las atarazanas, la población de la ciudad vio que unos caballeros habían levantado un campamento y, así que amaneció, siguieron llegando contingentes que aumentaban y se sucedían, hasta que todo el ejército almorávide se encontró frente a Algeciras. Dicho ejército rodeó la plaza para guardarla y Dawud mandó llamar a al-Radi (gobernador de la ciudad) para decirle: nos prometisteis Algeciras; nosotros no hemos venido para apoderarnos del territorio de nadie ni para hacer daño a ningún príncipe, sino para hacer la guerra santa. Por tanto, o evacuas la plaza hoy mismo o si no, mira lo que puedes hacer y hazlo. Además, el emir de los musulmanes se había dirigido a al-Muta‘mid diciéndole: te perdono el aprovisionamiento de mis galeras y el envío de víveres para mis soldados que me habías prometido. Entonces al-Mu‘tamid mandó decir a su hijo al-Radi que evacuara Algeciras en favor de los almorávides”.
Los africanos tomaron enseguida posesión de la ciudad. Según el Hulal al-Mawsiyya, “Taxufín se apresuró a construir los muros y a restaurar lo que se había deteriorado de los fuertes de la ciudad; cavó un foso a su alrededor, la llenó de víveres y armas y dispuso en ella una guarnición escogida de sus mejores soldados y los domicilió en la ciudad”. Al-Himyari refiere que los habitantes de Algeciras “salieron a su encuentro llevándole víveres y los presentes de hospitalidad de que disponían; colocaron un mercado sobre una avenida de tiendas y llevaron allí las mercancías que poseían. Autorizaron a los soldados a que entraran en la ciudad y circularan por ella. Las mezquitas y las plazas se vieron pronto llenas de combatientes a los que la población comenzó a tratar bien”.
De lo expuesto por las crónicas se puede deducir lo siguiente: a) Que la ciudad portuaria de Algeciras, considerada por Yusuf ben Taxufín como un enclave que le debía ser entregado si los andalusíes querían contar con su ayuda, pasó a poder de los almorávides con el beneplácito de sus habitantes que acogieron a los “Hombres del Desierto” con amabilidad y agradecimiento. b) Que el emir almorávide se apresuró a fortificar la ciudad, dotarla de bastimentos y armas y guarnicionarla con el fin de convertirla en base militar desde la que acometer sus proyectos militares y políticos en al-Ándalus. c) Que del relato del rey zirí de Granada se desprende que las atarazanas de la ciudad se hallaban separadas de la zona urbana, probablemente rodeadas por un recinto fortificado como refiere al-Himyari, lo que permitió a los norteafricanos desembarcar en el puerto durante la noche sin que los habitantes de Algeciras se apercibieran de ello.
Los almorávides, como antes hicieron los califas cordobeses y después harían almohades y meriníes, se esforzaron por incrementar los valores portuarios y defensivos de Algeciras para poder usar su puerto como cabeza de puente en conexión con el cercano puerto de Ceuta y mantener, de esta manera, una fluida comunicación entre las tierras de al-Ándalus y sus extensos territorios norteafricanos de donde llegaban los contingentes de guerreros, las vituallas, la impedimenta, las armas, los comerciantes y los hombres de religión.
El abrigado puerto de Algeciras, con sus arsenales para la construcción y reparación de navíos, fue utilizado en numerosas ocasiones por los almorávides cuando pasaban tropas desde la orilla africana. Según Ibn Abi Zar y el Hulal al-Mawssiya, Yusuf ben Taxufín desembarcó por segunda en Algeciras en el año 1088 con un gran ejército para hacer la guerra al rey de Castilla. En esta ocasión, el emir permaneció en la ciudad todo el mes de abril, hasta que partió con sus tropas hacia el norte para enfrentarse, de nuevo, en una batalla campal con el rey Alfonso VI. Desembarcó, otra vez, el año 1090 en una tercera expedición. En esta ocasión en Algeciras lo esperaba al-Muta‘mid, y juntos marcharon con dirección a Granada. En el año 1102 realizó el emir almorávide su cuarto viaje a al-Ándalus. Yusuf ben Taxufín murió en el año 1106, sucediéndole su hijo Alí ben Yusuf. Éste desembarcó en el puerto de Algeciras con sus tropas en el año 1107, según el Hulal, instalándose en Algeciras con un ejército de más de cien mil jinetes, acompañado de hombres de religión para imponer a los habitantes de los antiguos reinos taifas (a los que los africanos consideraban decadentes, "bebedores" y tibios en el cumplimiento de las normas del Corán) su nueva visión rigorista del islam. Estando en Algeciras, Alí ben Yusuf recibió a los cadíes, alfaquíes, jeques, personajes notables, literatos y poetas de al-Ándalus para que apoyaran su reforma religiosa.
La relevancia que Algeciras adquirió durante los sesenta años en que fue fortaleza y base naval de los almorávides está demostrada por el protagonismo que las fuentes árabes dan a la ciudad en las numerosas expediciones emprendidas por los emires norteafricanos, así como por haberse ubicado en ella una ceca para la emisión monetal, que bien pudo aprovechar la infraestructura de la fábrica de monedas existente en la ciudad desde la época taifa cuando el rey al-Qasim ben Muhammad emitió dirhemes que aún se localizan en colecciones particulares y en algunos museos. Pero, también, por los abundantes hallazgos materiales de esta época hallados en el subsuelo de la ciudad en las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos treinta años.
En el aspecto cultural se asiste a un florecimiento que tendría su apogeo años más tarde, durante el período almohade. Bajo la dinastía almorávide se inicia la tendencia a nombrar en Algeciras cadíes (jueces) no originarios de la ciudad, impulsada por el deseo de reforma religiosa impuesta por los africanos. Frente a un cadí de procedencia local, Muhammad ben al-Uqabi al-Yahsubi, renombrado sabio experto en lengua árabe nacido en la ciudad, los otros tres que están documentados por las arabistas Manuela Marín y Maribel Fierro, uno vino de Córdoba: Abu Abd Allah al-Hayari, aunque acabó estableciéndose en Algeciras, y los otros dos procedían de Ceuta, pertenecientes a las renombras familias de los Banu Samayún y de los Banu Ayuz famosas por sus numerosos miembros relacionados con la justicia y la poesía que ejercieron sus cargos en la ciudad de Algeciras y en Ceuta en los siglos X, XI y XII.
A diferencia de los hallazgos de época emiral, califal y taifa, que son muy escasos en Algeciras, el período almorávide está muy bien representado en la ciudad, lo que viene a coincidir con lo expresado por las fuentes escritas en cuanto al auge que adquirió al-Yazira al-Jadrá con la presencia de jueces, alfaquíes y poetas, algunos como el algecireño Ben Abi Ruh, autor del poema “Detente junto al río de la Miel”.
Se han exhumado numerosos testimonios de estructuras y, sobre todo, cerámicos, con abundantes y variados materiales datados a finales del siglo XI y primera mitad del XII. Destaca, por su abundancia y variedad (ollas de diversos tipos, tinajas, orzas, jarras, jarritas, ataifores, jofainas, cuencos, redomas, alcadafes, bacines, anafres y candiles) el conjunto de cerámicas recuperadas en la Avenida de la Marina y las fosas siliformes, probablemente dedicadas a almacenamiento, localizadas en la calle José Román, nº 21-23, con algún material cerámico que ha permitido datarlas a finales del siglo XI. En el solar nº 51-52 de la calle Gloria se localizaron estructuras pertenecientes a tres edificios de esta época, vestigios de un hogar y parte de una calle. En la calle Alférez Villalta Medina se exhumó un horno cerámico datado en el siglo XII. Es digna de destacar la moneda de oro, hoy propiedad particular, acuñada en la ceca de Algeciras en el año 1114 por el emir almorávide Alí ben Yusuf.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por Ciudad autónoma de Ceuta
CONTENIDO OFRECIDO POR AMAZON