Historias de Algeciras

La medicina (LXXIX)

  • La masiva presencia de establos, gallineros y demás habitáculos existentes dentro de la población y la de perros sueltos eran una cuestión dificil de solucionar por el Ayuntamiento

El practicante Juan González vivía en la calle Larga

El practicante Juan González vivía en la calle Larga

Efectivamente, en temas de prevención había mucho que hacer y educacionalmente todo. Valga como prueba cómo la sanidad local de un modo más simple –pero no por ello menos importante– se ve obligada a tomar cartas en el asunto por el estado deplorable higiénico que presenta un popular callejón del centro bajo: “Se ha prohibido por órden de la Alcaldía que las vacas del señor Soto entren en la población a causa del estado de suciedad en que tienen la calle Santa María”. La prohibición se dirige directamente contra el ganadero e industrial local José Soto, que en este popular callejón, haciendo esquina con la calle Sacramento, tenía arrendadas dos viviendas –según la prohibición– a modo de establo, con el consiguiente perjuicio para los vecinos del entorno.

En circunstancias higiénicas muy parecidas se encontraba la también popular calle Alta, donde en su números 5 y 7 se ubicaban unas caballerías llamadas de Traverso, que igualmente mantenían el entorno en un deplorable estado higiénico. Aquellas cuadras gozaban de una servidumbre que les permitía: “Con sus caballerías y demás animales, atravesar el patio de la misma para llegar a su patio y cuadras por la puerta de comunicación”. Puerta y patio que compartían con los vecinos allí domiciliados.

Mientras el Consistorio intentaba controlar la higiene en la masiva presencia de establos, gallineros y demás habitáculos existentes dentro de la población, otro asunto como era la masiva presencia de perros sueltos seguía constituyendo una cuestión dificil de solucionar: “Según parte del Hospital Civil, un niño ha sido mordido por un perro y tres días después ha sido mordido otro”. Este asunto de los perros, además de constituir un serio problema sanitario, también generaba gastos para el erario público, cuando “en sesión plenaria se acordó que se socorran á dos vecinos pobres mordidos por un perro hidrófobo para que puedan pasar á Sevilla con objeto de curarse”.

Por aquella época, el Estado emitió una Real Orden que una vez llegada al Consistorio algecireño para su implantación a nivel local necesitaba su paso por sesión plenaria acompañada del consiguiente informe especifico elaborado por la Junta de Sanidad: “En vista de la R.O. en la que se dispone que los que mueran de enfermedades epidémicas, y los cadáveres que se entierren en ataúdes metálicos no podrán ser exhumados hasta que trascurran 10 años, el Ayuntamiento ha acordado que los derechos de sepultura y nichos de los que se encuentren en cualquiera de estos dos casos se satisfagan á su entrada por igual periodo de años, en lugar de los 5 por el que hoy se hace”.

Un panfleto invita a raspar la superficie de la lengua para calmar el dolor de estómago

El Estado exigía a los Ayuntamientos medidas sanitarias acordes al nuevo siglo, pero no a los presupuestos municipales en un momento epidémico dado. Aún se recordaba como pocos años atrás, los enterrados de beneficencia –independientemente de la causa del óbito– habían sido trasladados al Camposanto en la misma caja que posteriormente retornaba al Hospital Civil o de la Caridad.

La masiva presencia de soldados existente en nuestra ciudad, tanto para ser trasladados al otro lado del Estrecho como para ser retornados tras enfrentarse al enemigo, obliga a la sanidad militar a tener destacado en Algeciras un amplio despliegue sanitario en el que se encontraban destinados grandes profesionales de la medicina más avanzada: “El médico primero de sanidad Don Jerónimo Peralta ha practicado una operación de extracción de cataratas por el procedimiento lineal con iridectomía, modificado por Albech Von Degraefe, en una señora anciana de 68 años, madre política del capitán del 2º de Montaña Don José de Pereda.

El éxito no ha podido ser más completo, pués la Sra. de que se trata –prosigue el texto del documento consultado–, se encontraba desde hace años completamente ciega por haber perdido anteriormente el ojo izquierdo en otra operación que sufrió fuera de Algeciras, sin haber conseguido curar tan felizmente como en la ahora sufrida en el derecho”.

El mismo documento –elaborado al parecer por quién sabe de la materia–, prosigue: “La extracción de la catarata que por primera vez la practicó el francés Daviel en 1745, sustituyendo á los procedimientos de depresión y reclinación modificada por Beer y después por Degraefe ha sido siempre tema de discusiones […], no es menos cierto que el conocimiento de las lesiones internas del globo ocular y por tanto su diagnóstico, hace necesario el hábil manejo del oftalmoscopio; pero ningún acto operatorio dentro de esta especialidad requiere destreza y serenidad tantas, como la extracción del cristalino opaco donde incisiones desviadas, excesivas ó defectuosas, presiones mal ejercidas y aún vendajes mal aplicados son bastantes para perder un ojo en el momento ó después de operado”.

Siguiendo en la línea sanitaria del nuevo siglo que acabada de comenzar, se hicieron públicos por parte del Consistorio los magníficos resultados de la última campaña de vacunación: “Un total de 1.112 niños y mujeres pobres han sido vacunados en los distintos puntos que tenía asignado la Alcaldía, desde el mes de mayo hasta la fecha actual. El señor alcalde, con objeto de facilitarle la vacuna á los que la deseen gratuita pueden hacerlo en el domicilio del practicante titular Don Juan González”. El voluntarioso González tenía su domicilio en la calle Larga o Colón.

La llegada del tren posibilita que se trasladen enfermedades de otros lugares

Siguiendo con el ejemplo de estos magníficos profesionales sanitarios, como eran aquellos “practicantes”, que con voluntad y trabajo suplían las carencias de medios el Consistorio algecireño de la época, recibió la siguiente propuesta que pasó por sesión plenaria: “Acerca de las instancias de D. Juan Alcántara y D. Vicente García Criado, ofreciendo gratuitamente sus servicios de practicantes al Ayuntamiento de esta Ciudad. Este acordó darles las gracias y que se tengan en cuentan para cuando sean necesarios”. De pobre frase se puede calificar la expresada por el Consistorio para tan generoso ofrecimiento.

Volviendo al control sanitario sobre los animales por indicación municipal, el consistorio obró del modo siguiente: “Por hallarse enferma una vaca que se sacrificó anteayer en el Matadero, ha sido quemada de órden del señor alcalde. Con tal motivo se le ha ordenado al alcaide de dicho establecimiento que dé cuenta personalmente á la Alcaldía de cualquier res que sea desechada por el profesor veterinario”.

De regreso a las inquietudes del Estado por la salubridad e higiene dictadas desde los despachos ministeriales, se aprueba una Real Orden con tintes de modernidad que recoge lo que en cualquier otro país europeo era normal: “Por el Ministro de la Gobernación se ha dictado una R. O. circular á todos los gobernadores estableciendo varias reglas referente al problema higiénico. Se dispone que todos los edificios públicos ó de uso público deberán tener sitios destinados á desagües en perfectas condiciones sanitarias. A los efectos de esta R.O. se consideran edificios públicos ó de uso público: los teatros, estaciones, mercados, café, restaurants, hoteles, casas de viajeros y de dormir, posadas, cervecerías, colegios, oficinas del Estado, provincias ó municipios, casinos, centros sociales de cualquier naturaleza, establecimientos de enseñanza, colegios particulares, institutos, sociedades de instrucción ó recreo, fábricas, talleres, hospitales, balnearios, y en general todo lugar donde el público tiene derecho á penetrar ó permanecer.

A la publicación de esta R.O. –prosigue la publicidad del texto legal–, las Juntas Municipales de Sanidad se reunirán y procederán á formar un empadronamiento ó catastro de todos los edificios mencionados. Con lo que resulte de esta investigación formarán dos listas: la primera de los edificios que cumplen las debidas condiciones higiénicas y la otra de los que carecen de ellas. Después pasa la R.O. á expresar cuales son los edificios que se consideran en buenas condiciones higiénicas, y además dice que los dueños de las propiedades podrán establecer los medios y sistemas que estimen más oportuno para el fin indicado. Manifiesta dicha R.O. que no se dará licencia para abrir ni ocupar los mismos, nuevas casa particulares ó nuevos edificios, que no reúnan las condiciones que establece aquella. Expresa que los Ayuntamientos bajo su responsabilidad, y con el concurso de las Junta Municipales de Sanidad, serán los encargados del cumplimiento de la presente R. O.”.

Una vaca sacrificada en el matadero fue quemada por orden del alcalde Una vaca sacrificada en el matadero fue quemada por orden del alcalde

Una vaca sacrificada en el matadero fue quemada por orden del alcalde

A pesar de los cambios de comportamientos higiénicos-sanitarios que la administración del Estado intentaba introducir en la sociedad española, aún persistían – y lo harían por muchos años–, atávicas costumbres: “La penosa dolencia del dolor de estómago –recogía un panfleto de la época–, es perfectamente curable mediante un sencillo procedimiento que recomendados á aquellas personas victimas de dicha enfermedad. Basta para conseguir la curación raspar cuidadosamente todas las mañanas la superficie de la lengua, limpiándola de la capa saburrosa que la cubre. Puede emplearse en la operación la hoja de un cortaplumas ó mejor, a fin de evitar las cortaduras, un pequeño trozo de espiral del reloj (sic.)”.

Son tiempos de contrastes. Por un lado se critica al Ayuntamiento local mediante escrito remitido a la Alcaldía recomendando: “Se sirva disponer se den algunos barridos en varias calles, algunas de las más principales, pués es tal la basura amontonada que se hace imposible el tránsito por dichos sitios”. Por otro, se aplaude a la misma institución por “hacer desaparecer por ser perjudiciales para la salud los árboles que existen en los alrededores del Hospital Civil”.

En otro contexto sanitario, aún persiste el agradecimiento del profesional del ramo Laureano Cumbre por la magnífica intervención de traqueotomía –recogida en una anterior entrega–, efectuada sobre su hijo menor. Expresando tal sentimiento en escrito hecho que refleja el buen hacer médico de los los doctores intervinientes: “Kar, Pérez Santos, Morón y el militar Julián García”.

La llegada del tren a comienzos de la última década del anterior siglo también afecto a la sanidad local, pues además de acercar a los viajeros y mercancías de otras poblaciones, con ellos también podrían “trasladarse” problemas sanitarios de otras localidades: “Es un hecho la aparición de la triquinosis en Cortes de la Frontera. Habiendo fallecido hasta ahora cuatro de los atacados por tan terrible enfermedad. Como la chacina del citado pueblo es importada á Algeciras en gran escala, la Junta de Sanidad recomienda se evite la introducción de mercancías no reconocidas por verdaderos peritos”.

Tal medida perseguía “hacer renacer la tranquilidad en este vecindario que hoy se encuentra alarmado con las versiones que circulan a cerca de la trichina (Trichinella spiralis)”. Desgraciadamente, los efectos negativos de la implantación de los adelantos tecnológicos en el nuevo siglo irán siempre muy por delante del intento de control de estos por parte de las distíntas administraciones. Pero esa es otra historia.


Manuel Tapia Ledesma es director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras.

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