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González releva a Delgado en la Alcaldía por una moción de censura

  • El PA y el PP esperan cinco meses para poner en marcha los mecanismos políticos y administrativos que acabaron con los ocho años de gobierno de los socialistas

Antes del pleno, los algecireños tuvieron la gran oportunidad de presenciar la escenificación de una especie de vodevil que nace desde que se conocen los resultados de las elecciones municipales del 26 de mayo. Los socialistas no alcanzan la mayoría y ni el anunciado apoyo de Manuel Pereña de IU y del independiente Pedro Mayayo, le van a servir para mantenerse en el poder. La primera llamada de la noche electoral de Patricio González fue para el líder local del PP, Luis Ángel Fernández. Un guiño y un ahora somos más, que evidenció que desde ese mismo instante ya estaba decidido lo que había que hacer, pero no cuando. Tiempo al tiempo, había que cargarse de buenas razones y revestirse de la legitimidad moral para dar el paso.

Desde entonces y hasta el 10 de octubre, en el que Fernández anuncia en nombre de su partido que en breve se presentará la moción, los dos jóvenes políticos con más futuro de la ciudad se reúnen varias veces para ir perfilando los detalles. Tantas veces se llegó a contestar que sí o que no, que algunos analistas comenzaron a llamar al proceso el pacto de la margarita.

Mientras, Ernesto Delgado y sus concejales se comían las carnes en sus despachos y escenificaban ante la opinión pública que había un gobierno con ideas e iniciativas. Esto mientras las llagas más dolorosas le supuraban desde el mismo partido. El secretario de la Agrupación Sur, Javier Soto, convocaba una rueda de prensa para poner a sus compañeros del gobierno local de vuelta y media y denunciar las enormes carencias de la ciudad. Está reveladora demostración de fidelidad y de unidad lo único que evidenció era que el PSOE había dejado de ser un partido fiable y que lo mejor que podía pasar en esos momentos era que limpiaran sus trapos sucios en el hogar. Puede que no, pero lo cierto es que Soto tocó a arrebato y puso la maquina de la censura a todo gas.

El 10 de octubre Luis Ángel Fernández hace una primera aparición en escena, previamente pactada, y justifica la moción por la gran deuda que arrastra el Ayuntamiento, cuantificada entonces en 9.000 mil millones de pesetas. Al día siguiente es el futuro alcalde, Patricio González, quien manifiesta en este mismo periódico que la iniciativa política es un “acto de responsabilidad”.

Pero las conversaciones están muy avanzadas y los acuerdos son totales. González y Fernández firman el acuerdo que le dará la Alcaldía al primero y un reparto de ocho tenencias de Alcaldía, además de la creación de cuatro comisiones. Para el PP las de Servicio al Ciudadano y Urbanismo y para el PA, las de Cultura y Hacienda.

El 12 de octubre Patricio González remite un escrito a la ciudadanía a través de los medios de comunicación justificando la moción, anuncia tiempos duros y confiesa, quien lo diría mucho después, que la Alcaldía “no resulta ninguna golosina al asumir el poder municipal”. Ese mismo día las tres agrupaciones socialistas se reúnen en la Casa del Pueblo y acuerdan no darse por enterados. Pero ya se dieron por ello tres días después, cuando en una foto para la historia González y Fernández se presentan por la mañana en las dependencias municipales para presentar lo que sería el acta de defunción del gobierno socialista. Su portavoz municipal y curiosamente el político que luego volvería a arrebatar a Patricio González la Alcaldía doce años después, Juan Antonio Palacios, califica a la moción de “estafa política”, porque ya estaba decidida cinco meses antes.

El 18 de octubre la junta de portavoces decide que la moción se debata a finales de mes, finalmente el 31, y esto provoca un serio disgusto al PP y el PA que ahora sí que muestran una prisa descomunal por acceder al gobierno “porque la ciudad no puede esperar más”.

Y este vodevil se torno aún más inquietante cuando medio centenar de militantes socialistas se reúnen en el hotel Guadacorte para celebrar algo que jamás fueron capaces de explicar. Esta lastimosa exhibición de imprudencia y de insolidaridad, acompañada de una opípara cena y regada con buen vino, tuvo a la familia llamada guerrista como la protagonista. Allí estaban los diputados Eduardo García y Ramón Santos; el secretario provincial, Agustín Domínguez; el presidente del Puerto, José Arana y la vicepresidenta de la Diputación, Josefina Junquera.

A las ocho de la tarde del 31 de octubre la Alcaldía cambiaba de mano. Ernesto Delgado, en su despedida, anuncia que los socialistas volverán y Patricio recibe el bastón de mando entre aplausos y pitos aislados. Se iniciaba una nueva etapa que se prolongaría doce años, durante los cuales el PA consiguió gobernar la mayoría de las veces con el apoyo del PP y, en otra ocasión, con cinco concejales expulsados del PSOE.

Patricio González tenía 36 años cuando accedió a la Alcaldía y desde hacía cinco años disfrutaba de una excedencia en la terminal de contenedores de la Sealand. Ingeniero técnico, casado en segundas nupcias con Izaskun Ugarte, consiguió situar al PA en lo más alto de su presencia política en Algeciras y también en el resto de la comarca. Con él comenzó para su ciudad una etapa ominosa. Pero esa es

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