Kid Betún
Una película cuenta la vida de un luchador del ring y de la bota
Extraño lugar para una entrevista. Kid Betún camina por la playa Victoria conmigo al lado. Charlamos mientras vende bolsas de patatas fritas con el reclamo en su camiseta de ‘Las papas de Kid Betún’. La conversación es entrecortada mientras se acercan niños hechos croquetas de arena a los que les brillan euros en la mano. Insiste una y otra vez en que la película que han hecho sobre él se proyecta el miércoles en el I.E.S. La Caleta. “No se te olvide, eh”. El documental lo firma Rafael Sánchez Mancilla. 30 minutos con el gran Kid. No se lo pierdan. Y, por tanto, ya he cumplido. Ahora hablamos. Seguimos vendiendo patatas a buen ritmo.
—¿Quedó bien la película?
—No quedó mal. A mí me gusta.
—¿Y qué cuenta?
—Todo lo que ha sido Kid Betún.
—El gran púgil
—No era malo.
—¿Pegaba fuerte?
—Pegaba, pegaba...
—¿Y cuál era su golpe, el gancho?
—No, el gancho no mucho. Hacía muy bien la bicicleta, como Legrá.
—¿Legrá era su favorito?
—Mi favorito era (Pedro) Carrasco. Pero Legrá hacía la bicicleta como nadie. Se movía muy bien. Fue el que me patrocinó. Gran tipo Legrá, le gustaba cómo boxeaba.
—En aquella época, en la que usted peleaba, estaban Classius Clay y Frazier.
—Bueno, bueno, eso era otra cosa. Cómo pegaban esos tíos. Pa pa pá.
—Vayamos por partes, desde del principio.
—Yo nací en el 45 y desde chico me ganaba la vida de betunero.
—¿Y lo del boxeo?
—Yo me hice boxeador para pegarle a mi padre.
—Eh?
—Para devolverle los golpes que le pegaba a mi madre. Luego se fue con otra. Mejor.
—¿Se ganaba la vida con el boxeo?
—No, no. Peleaba cuando podía para ganarme algo. De chico peleaba y al tiempo vendía chucherías o viseras para los toros que hacía yo mismo.
—Buscándose la vida.
—Eh?
—Ganándose el dinero con lo que saltaba.
—Claro, claro, yo no sé estar parado.
—Cuénteme una pelea, una pelea bonita.
—Me fui a Alemania a trabajar en las minas de carbón y me propusieron una pelea con un alemán. Era grande. Le gané a los puntos.
—Otra más.
—Cuando reaparecí en el 71. Peleé con Zarzana, de Jerez.
—¿Qué pasó?
—También gané a los puntos.
—¿Y alguna vez besó la lona?
—Una vez, sí. Rodríguez, que era campeón de España, me tumbó. No sé qué pasó. No lo sé, de verdad. Me tumbó. Tenía 39 de fiebre.
—¿Peleó con fiebre?
—¿No se lo estoy diciendo? Tenía el tifus.
—Presa fácil...
—Me retiraron temblando, más muerto que vivo. Me pusieron dos goteros en los brazos y dos en las piernas, pero yo me los quitaba y tuvieron que amarrarme.
—Eran buenos tiempos para el boxeo, la gente se volvería loca por la peleas, si se peleaba con tifus...
—Había mucha afición. Mucha, mucha afición. Ahora no hay nada. No sé qué pasa. De veras que a veces pienso en reaparecer.
—Bueno, ahora un chaval lo mismo le tira.
—Sí, con 63 años uno ya no está para reaparecer. Pero como nadie pelea. Yo tenía muy buena técnica.
—Ejercicio hace, recorriendo la playa.
—Ya te digo. He empezado a las diez y media y no me voy hasta que no venda las dos cajas de patatas. Pero estoy fastidiado, se me hinchan los pies. Tengo que mirármelo, que ir al médico. Son los juanetes, ¿sabe?
—¿Y piensa en jubilarse o volverá al betún?
—La playa en verano, en carnaval lo que caiga, en Semana Santa con el palo... siempre haciendo algo. Y en invierno el betún.
—¿Empezó con el betún y acabará con el betún?
—Sí, es verdad. Algo así.
—Kid, todo esto es un poco duro. ¿No quiere descansar?
—Qué va, qué va. Yo no puedo estar en mi casa con los brazos cruzados.
—Y peleando como Legrá.
—Qué bueno era Legrá.
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