Balcón de Sol

José García Carranza

Una completa y brava corrida de toros

No es fácil lidiar con estos toros. La bravura, muchas veces, desborda

Hace años, el recordado Fernando Domecq, recordando a Jarabito, decía que Dios había sido generoso al regalarle la dicha de lidiar un toro bravo en la Maestranza. A su primo Santiago, Dios le ha regalado la dicha de lidiar no solo un toro bravo, Tabarro, sino una corrida entera.

La completa corrida de don Santiago, seis toros bravos, seis, oiga, nos brindaron una tarde histórica. Fue una corrida bonita, baja de agujas, con cuajo y seriedad. En el caballo todos tomaron dos puyazos empujando, para después en la muleta embestir, humillados, con prontitud y fijeza.

Sobre todos destacó el quinto, Tabarro, al que David de Miranda cortó dos orejas. Como todos sus hermanos, tomó dos puyazos en los que se empleó para después en la muleta derramar toda su bravura. David de Miranda lo citaba de largo y el toro acudía humillado, el hocico por los suelos para, haciendo el avión, tomar el engaño una y otra vez. El toro embestía con son, ritmo, clase. No es fácil lidiar estos toros. La bravura, muchas veces, desborda. David de Miranda, tras dudar en los primeros compases, se acopló con el toro y quieto, fijadas las zapatilllas en la arena, le bajó la mano y le ligó varias series que pusieron la plaza en pie. Sale suelto de la última serie y busca las tablas. El público empieza a pedir el indulto. El presidente, acertadamente, lo niega. De Miranda coge el estoque de matar, hay estocadas que marcan una vida, se tira con rectitud y pincha. Vuelve a entrar a matar de una estocada entera quedándose en la cara y recibiendo un puntazo. El toro sale muerto, cuando suena el primer aviso. Se da la primera oreja y ante la insistencia del respetable se otorga la segunda. El prestigio de la plaza debería hacer que no se diesen segundas orejas cuando no se mata de una estocada. Para sorpresa de toda la plaza no se saca el pañuelo azul. Se equivocó el bueno de Pepín en la decisión. Pudo cortar también una oreja De Miranda en su primero, también un toro bravo, si no hubiese fallado con los aceros.

José Garrido tuvo también un gran lote, seis toros bravos, seis, oiga. Estuvo correcto en los dos cortando una oreja al primero. Es un torero con calidad pero que peca de conformismo y frialdad. Con el lote que tuvo, de premio gordo, hay que pedirle mucho más. Han pasado más de 10 años desde su alternativa, en Sevilla por cierto, y sigue sin romper, ni con corridas como esta.

Leo Valadez es un torero mexicano criado en España y, como todos los toreros mexicanos, bullidor, valiente y variado en las suertes. Fue cogido de mala manera en su primero retirándose a la enfermería para salir a matar el sexto. Fue este un gran toro al que le debió dar más distancia, optó por lo contrario, torear en la cercanía, donde no se acopló. Me dio la sensación de estar sobrepasado por una corrida brava.

Al acabar la corrida, espontáneamente, la plaza aplaudió al ganadero que desde su tendido respondió tímidamente. Yo me acordaba de aquellas míticas corridas del pasado en las que el conocedor de Urquijo o Cubero daba la vuelta al ruedo en tardes de triunfo. Ayer Sevilla tenía que haber cogido a hombros al conocedor de una ganadería de toros bravos y, como a Romero en las tardes de gloria, llevarlo en triunfo río abajo. Gracias, don Santiago, por hacernos tan felices.

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