Ocio
El tiempo para el puente en el Campo de Gibraltar

Religiosidad popular en Tarifa en la edad moderna: Las rogativas (I)

Retazos de Historia

En una época en la que la agricultura dependía totalmente de la meteorología, los periodos de falta de lluvias o de excesiva cantidad de precipitaciones significaban escasas o escasísimas producciones agrícolas

La población recurría a las rogativas para pedir la intervención divina

Las cofradías de Tarifa en la Edad Moderna

La Purísima Concepción en la parroquia de San Francisco.

En una época en la que la agricultura dependía totalmente de la meteorología, los periodos de falta de lluvias o de excesiva cantidad de precipitaciones significaban escasas o escasísimas producciones agrícolas, una situación agravada en el caso de la zona del Estrecho y especialmente en Tarifa, por los embates del viento de Levante que partía los tallos de los cereales, lo que originaba crisis de subsistencia que se achacaban a los pecados cometidos y cuyo remedio eran las constantes rogativas.

La escasez productiva era la antesala del hambre, de crisis de subsistencias y estas a su vez de las enfermedades que se cebaban en la población al encontrarse con cuerpos desnutridos y faltos de defensas.

Por ello, el pueblo acudía al amparo divino en forma de rogativas, tal era el caso de Tarifa. Una de las más antiguas referencias es la correspondiente a la sesión del cabildo de 25 de abril de 1612, cuando “la ciudad considerando la falta que hay el tiempo por no llover y que por esta razón los panes y las hierbas están muy escasos y perdidos y los ganados padecen mucha necesidad y se va pasando el tiempo para sembrar semillas acuerda se trate con el Vicario (máximo cargo del clero secular en la población), de esta ciudad se haga una procesión trayendo a María Santísima del Sol de su casa a la iglesia mayor de esta ciudad (San Mateo) para supla e interceda … a Nuestro Señor por los buenos temporales y se diga misa cantada lo más solemnidad”. De nuevo se acudió en el año 1615 a Nuestra Señora del Sol, porque los continuos temporales “habían afligido campos y vecinos”, por lo que se acordó por el ayuntamiento celebrarle un novenario en su ermita.

En el año 1618, a los bajos rendimientos obtenidos en la cosecha de ese año se sumó la falta de precipitaciones en el otoño, por lo que el cabildo municipal aprobó realizar un novenario a la Nuestra Señora de la Concepción en su iglesia de San Francisco para que intercediese ante “su bendito Hijo sea servido de enviarnos buenos temporales para conservar y aumentarlos en frutos de la tierra”.

Según el cronista de la orden trinitaria, fray Fernando de Torquemada, refiriendo los milagros producidos por la intervención del Santo Cristo que se veneraba en el convento de la Santísima Trinidad “que en el mes de abril del año 1627 siendo ministro el padre maestro fray Lope Enrique Topera y Gajete hubo una falta grande de agua y diciéndole una misa solemne porque lloviese se vido aquella noche a la prima porque viesen más la maravilla y pudiesen contra la para honra de Dios estando el cielo sereno sin parecer nube ni rastro de ella estar a un mismo tiempo lloviendo mucho y tanto que se remedio la necesidad que el campo parecía cosa que maravilló a los habitadores de esta ciudad”. De nuevo en el año 1649 el Santo Cristo fue protagonista en el exorcismo que se practicó a una vecina del lugar.

Vista de Tarifa en 1567. Anton Van den Wyngarde. Con la lera F y recuadro rojo la ermita de San Sebastián y San Roque.

Hambre y peste sacudieron la vida de los tarifeños en los años centrales del siglo XVII, de esta forma, el 9 de junio de 1648, se nos informa como la ciudad hasta el momento se había librado del mal contagioso de la peste que asolaba el reino de Murcia, enfermedad que había surgido en Valencia en junio de 1647 y era de carácter bubónico.

Tarifa hasta entonces se había librado de la plaga, un extremo que achacaban a las continuas oraciones realizadas “en los templos iglesias de la ciudad”, y por convenir seguir manteniéndola libre de la peste se acordó por el ayuntamiento realizar una procesión desde la iglesia de San Mateo a la ermita de “ de los bienaventurados santos San Sebastián y San Roque a quienes esta ciudad toma por sus devotos y amparo para que por su intersección Dios sea servido de librarla y guardarnos del dicho mal”, por ello dichos santos debían colocarse juntos en un altar que había de levantarse en la capilla mayor de San Mateo, aunque luego se aclara que solo San Roque sería trasladado en procesión a San Mateo, para oficiar en ella misa cantada y acabada la misa y rogativa volver con la imagen de San Roque a su ermita, donde se convidaba a rezar a todo el pueblo, a los actos se invitaba a todo el clero secular y al convento de la Santísima Trinidad.

Virgen del Sol. Talla barroca del siglo XVIII.

Casi un año más tarde la epidemia de peste se enseñoreaba por los lugares cercanos a Tarifa, de forma que de nuevo el ayuntamiento, haciéndose eco del clamor popular, expresaba que “el mejor remedio que puede tener para el mal contagioso es acudir a Dios Nuestro Sr pidiendo aplaque su ira y nos mire con ojos misericordiosos y de piedad y de salud a toda la cristiandad”, acordaba traer a la Virgen de la Luz, su Santísima Madre, para que por su medio e intersección librase a Tarifa de tan terrible enfermedad, realizándole un Novenario en la iglesia mayor de San Mateo. Celebraciones realizadas con la mayor ostentación posible, de esta manera la ciudad ponía toda la cera necesaria para las celebraciones del novenario con misa cantada y que toda la ciudad y sus particulares saliesen a recibir a la Virgen con compañía del clero y con asistencia del convento de la Santísima Trinidad.

En septiembre de ese mismo año, la ciudad agradecida sacó a subasta una parte de sus montes de bellota, un tronco, ofreciéndolo de limosna a la Virgen, del mismo se habían de sacar cuatrocientos reales, cien para el vicario, beneficiados, curas, hermanos mayores y sochantre por el trabajo realizado durante el novenario. Si el tronco valiese más de cuatrocientos reales se repartiría en el servicio de la Virgen y obras de reparación en la ermita de Santa Catalina.

Al miedo por la peste se añadió en 1651 la preocupación por la sequía, así el 19 de febrero de ese año, ante la falta de agua, la ciudad acordó se hiciese una procesión el día 24 de dicho mes, y se hiciese misa cantada, trayendo a la iglesia mayor a Nuestra Sra. de la Soledad de donde debía salir luego en procesión.

La esterilidad de los campos se repite en 1653, así al menos lo advierte el corregidor, Don Alonso Moscoso y Brochero, al comentar que “viendo la esterilidad de los campos por la falta de agua y lo adelante que está el tiempo con que se puede temer un año miserable estando como están los panes tan arruinados y cortijos y que la causa de ellos debemos juzgar es nuestros pecados y para el reparo no hay remedio más eficaz que acudir a la misericordia divina con rogativas y demostraciones de penitencia”, proponía a la ciudad nombrar dos diputados para que hablasen con el padre ministro del convento de la Santísima Trinidad solicitándole permiso para trasladar en procesión al Santo Cristo a la iglesia mayor, donde ya se encontraba la “Virgen Santísima de la Luz” para la misma suplica. La ciudad aprobó la proposición del corregidor para solicitar el permiso del padre ministro del convento de la Santísima Trinidad, y llevar en procesión el Santísimo Cristo hasta la iglesia mayor donde “se harán las rogativas y demás exercicios espirituales y penitencias que el caso requiere y para el gasto de cera que se hiciere en la procesión y rogativas se libren doscientos reales”.

Santo Cristo del Consuelo. Talla del siglo XVI realizada en madera de caoba.

En 1677 el ayuntamiento aprobó ofrecer una misa a Nuestra Señora de la Luz, librando una limosna de doscientos reales. De nuevo en mayo de 1669 ante las continuas lluvias se llevó en procesión a la “Virgen Santísima del Sol”, desde su ermita a la iglesia mayor para realizarse un novenario y que como era costumbre el último día del novenario, domingo, se realizase por la ciudad una fiesta.

En 1680 de nuevo la peste hacía su aparición en poblaciones como el Puerto de Santa María y Marbella, por lo que rogando de nuevo la intersección de Nuestra Señora de la Luz, por lo que se determinó traerla de nuevo a la iglesia mayor de San Mateo, para los gastos de celebración y de la cera el ayuntamiento ofreció una limosna de cuatrocientos reales.

De nuevo en abril de 1681, se tuvo que acudir al auxilio y amparo de Nuestra Señora de la Luz, y realizarle un novenario anta la falta de lluvias, ofreciendo el ayuntamiento para los gastos cuatrocientos reales.

Y no pasó mucho tiempo, el 11 de julio, para que la Virgen volviese al templo mayor de San Mateo y realizarse un novenario, ante las noticias de que tanto en Cádiz como en Jerez se habían declarado casos de peste. Los gastos correrían a cargo de medio año del arrendamiento de la dehesa de Quebrantamichos, cantidad que se entregaría, los diputados “de la salud” (miembros del concejo de regimiento encargados de supervisar las medidas contra la enfermedad acordadas en el cabildo municipal). Novenarios en la iglesia mayor que se volvieron a repetirse en abril de 1685 “por la falta de agua que se parece” y en marzo de 1689 por “la calamidad de los tiempos”, librándose para los gastos de misas y cera trescientos reales.

Noticias sobre novenarios en honor de Nuestra Señora que se repiten en mayo de 1691, cuando se acuerda por el ayuntamiento pagar una limosna de 200 reales sobre el arrendamiento de la dehesa de Quebrantamichos y mayo de 1694 cuando la limosna municipal por la misa que le correspondía dentro del novenario ascendió a cien reales de vellón.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último