Patrimonio

Historia de las almadrabas en el Estrecho de Gibraltar

  • La migración de los atunes desde el Atlántico para desovar en el Mediterráneo da pie a un arte de pesca milenario con numerosos acontecimientos relevantes a lo largo de los siglos

Almadraba de la torre de Hércules (Cádiz). (Hoefnagel, 1575)

Almadraba de la torre de Hércules (Cádiz). (Hoefnagel, 1575)

La almadraba es un arte de pesca de tradición milenaria que aprovecha un auténtico regalo de la naturaleza: la migración de los atunes que por primavera cruzan el Estrecho desde el Atlántico para desovar en el Mediterráneo.

Las almadrabas en la Antigüedad

Los túnidos ya constituían una importante fuente de alimento para los pueblos prehistóricos asentados en la costa del Atlántico andaluz, una de las regiones europeas donde antes floreció el urbanismo. Algunos de aquellos iniciales emporios o factorías fueron fundados por los fenicios, que desde el Mediterráneo oriental llegaron aquí al menos desde el siglo VIII a.C., probablemente antes. A ellos se les atribuye la invención de la técnica almadrabera y una intensa producción alfarera y de salazones. Hacia el siglo V a.C. era abundante el comercio con Grecia de atún preparado y envasado en las ánforas gaditanas.

Diversos autores de la Antigüedad clásica dan cuenta de la riqueza piscícola de estas aguas y de su importancia en la economía de las ciudades costeras. El enclave más conocido y estudiado no puede ser otro que la incomparable Baelo Claudia, fundada en el siglo II a.C., cuya prosperidad estuvo basada en la pesca y salazones, en especial del atún. Las antiguas Carteia y Iulia Traducta (Algeciras) poseyeron importantes pesquerías, según prueban los muchos vestigios de estas industrias, así como la representación del atún y otros peces en sus monedas. En cuanto a Barbate (Baessipo) y Conil, también pueden tener orígenes fenicios, aunque su desarrollo fundamentado en las pesquerías se daría igualmente en tiempos romanos.

Un producto salido de estas factorías muy cotizado en todo el mundo romano era el garum, salsa de alto valor nutritivo elaborada con peces pequeños y vísceras de los más grandes, añadiendo sal, condimentos y aromatizantes. En recipientes, se dejaba fermentar al sol durante semanas o meses hasta conseguir el líquido deseado. Existían distintos tipos, dependiendo del pescado empleado en su preparación. Entre las innumerables investigaciones más o menos recientes de la sociedad y la economía romanas, las referidas a su elaboración han propiciado congresos y exposiciones monográficas, como la que al presente se exhibe en Baelo Claudia sobre los “secretos” del garum.

Época de transición

Aunque desde el siglo III d.C. comienza la decadencia de Roma, las factorías de salazones siguieron todavía con su actividad en estas ciudades. Su ruina sobrevendría por motivos diversos: un gran maremoto, ataques piráticos, o la propia crisis del Imperio. Para colmo de males, a comienzos del siglo V aparecen por aquí los vándalos con sus secuelas de destrucción en su paso hacia el norte de África.

Zona industrial de Baelo Claudia, con las piletas para las salazones. Zona industrial de Baelo Claudia, con las piletas para las salazones.

Zona industrial de Baelo Claudia, con las piletas para las salazones.

Apenas tenemos referencias de estas pesquerías durante los periodos de dominio bizantino, visigodo y musulmán, lo que nos puede llevar a la falsa conclusión de que fueron desaprovechadas. Algunas palabras de origen árabe nos dan pistas de su importancia en la España islámica, como arráez, jábega o la misma almadraba, significando “lugar donde se golpea”, por la manera de capturar los atunes. También es revelador esto que escribía a mediados del siglo XV el alfaquí Umar al-Malaqí: “Allí [en Málaga], cuando se alaba a la aurora y rompe el alba, las barquillas se colman de gente y los pescadores gritan: ¡A las almadrabas!”.

Pero sería con la llegada de los castellanos a estas costas cuando se produce un nuevo auge de la pesca en general y de las almadrabas en particular. La conquista cristiana de Tarifa en 1292, y luego de Gibraltar y Algeciras, supusieron el control militar de este territorio y el poder faenar en su litoral con relativa seguridad.

Los derechos de los Guzmán sobre las almadrabas

Tienen su origen en la supuesta concesión de Sancho IV a Alonso Pérez de Guzmán “el Bueno” en 1294 por su defensa de Tarifa, recompensándole con el monopolio de la pesca del atún desde el río Guadiana hasta el límite con la provincia de Málaga. Posteriormente, los Guzmán recibieron, entre otros, los títulos de condes de Niebla y duques de Medina Sidonia, resultando así que les pertenecía gran parte de la provincia de Huelva; y en la de Cádiz, poblaciones como Sanlúcar, Conil, Vejer o Gibraltar.

La pesca del atún sería causa de enconadas luchas nobiliarias en aquellos convulsos tiempos. Otra poderosa familia, los Enríquez, almirantes de Castilla y señores de Tarifa, pretendieron armar las almadrabas tarifeñas, pleiteando contra el duque de Medina Sidonia en los siglos XV y XVI. Por su lado, los Ponce de León entablaron dura lucha por las de Cádiz hasta conseguir arrebatárselas a los Medina Sidonia en 1474, pero finalmente hubieron de conformarse con la almadraba de Rota, mientras que las de Cádiz pasaron a propiedad de la Corona. Los Medina Sidonia mantuvieron la posesión de las de Conil y Zahara, entre otras, que vivieron su época dorada en el siglo XVI, rondando los 80.000 atunes anuales entre 1525 y 1570. Hubo temporadas de pesca excepcionales, como la de 1541 en que se capturaron 140.000 piezas.

Almadraba de vista o de tiro, con las redes sedal y cinta (Sáñez Reguart, 1791-1795). Almadraba de vista o de tiro, con las redes sedal y cinta (Sáñez Reguart, 1791-1795).

Almadraba de vista o de tiro, con las redes sedal y cinta (Sáñez Reguart, 1791-1795).

Tarifa entendía que gozaba de facultad real para pescar atunes, pero el duque pleiteó contra la Corona y confirmó este derecho tras sentencia a su favor en 1599, aunque realmente no tenía interés en calar almadraba en estas playas. Su preocupación era precisamente que nadie pescase atunes aquí. El conflicto se reavivaba cada cierto tiempo, como cuando a comienzos del siglo XVIII la ciudad solicitó, sin conseguirlo, permiso real para armar almadraba de paso. No obstante, estaba explotando entonces la almadraba de revés en Bolonia, poco rentable, cediéndola a armadores particulares. Y en la playa de los Lances se pescaban bonitos con artes reales, pero en las redes solían caer también atunes, en cuyo caso el Ayuntamiento reclamaba una cuota. Teniendo noticia de ello, el duque exigía que durante la temporada del atún no se calasen dichas artes reales, enviando a sus administradores para verificarlo. Estos derechos señoriales eran reconocidos por el municipio en 1752: “Al excelentísimo señor duque de Medina Sidonia, vecino de la villa de Madrid, corresponde la pesca de atunes en las almadrabas de esta costa”.

Almadrabas y pícaros

La almadraba tradicionalmente armada en estas costas era la “de vista”, llamada así porque se ponía en funcionamiento al ser avistado el banco o golpe de peces por el vigía desde su puesto en la torre o atalaya, dando la señal convenida con una bandera. Consiste en dos redes, sedal y cinta, que en el momento preciso las barcas calaban a modo de barrera para terminar formando un semicírculo en el que se metían los atunes. También se llama “de tiro” porque desde tierra se jala o tira de las redes hasta la orilla, donde los jabegueros enganchaban los atunes con chuzos y cloques o garfios en violenta y espectacular porfía hasta rematarlos. En definitiva, se trata de un arte de cerco y arrastre.

La almadraba “de buche” se empezó a imponer en la segunda mitad del XVIII, pese a la resistencia que encontró en las poblaciones, sobre todo en Conil, debido a que necesita muchos menos trabajadores.

La temporada principal de capturas se da entre finales de abril y junio, cuando los atunes viajan gordos y lustrosos a desovar en el Mediterráneo. Es la almadraba de derecho o de paso, que explotaban directamente los señores en Conil y Zahara y que tantos beneficios les rendían. En Zahara, el I duque de Medina Sidonia construyó en el siglo XV el castillo o palacio de las pilas, que servía como casa habitación, chanca para las salazones y almacén de herramientas y aparejos. La almadraba de Conil es descrita exhaustivamente por Sáñez Reguart en su Diccionario histórico de las artes de la pesca nacional (1791-1795), asegurando que “no hay una de su clase en España que la iguale”.

La almadraba de revés o de retorno es la que captura los atunes en su regreso al Atlántico entre julio y septiembre. Su rendimiento es mucho menor ya que los peces adultos vuelven debilitados y con poca grasa y los jóvenes todavía tienen poco peso. De todas formas, también se calaban almadrabas de revés en la playa de Levante de Gibraltar -llamada antiguamente “caleta de la Almadrabilla”-, y puntualmente en la de Bolonia.

Panorámica de la almadraba de Zahara de los Atunes (A. van Wyngaerde, 1567). Panorámica de la almadraba de Zahara de los Atunes (A. van Wyngaerde, 1567).

Panorámica de la almadraba de Zahara de los Atunes (A. van Wyngaerde, 1567).

Con una organización casi militar, en las almadrabas ducales trabajaba gente del mar, conocedora del oficio, pero también se reclutaba a forajidos, granujas y aventureros cuyo propósito parecía ser el graduarse de pícaros en el santuario de la picaresca. No extraña que los misioneros jesuitas tuvieran que dedicarse a fondo en su labor pacificadora entre estas “gentes tan sin Dios como sin ley y sin rey”, favoreciendo de paso los intereses señoriales.

El dinero ganado por los pícaros de Zahara era fácilmente derrochado cuando en los ratos libres corrían al cachondeo, o sea, al cauce del río Cachón, a pocos metros del castillo de las almadrabas, donde montaban sus juergas y juegos de cartas y recurrían a los servicios de prostitutas. Las peleas eran habituales, saliendo pronto a relucir las navajas. Y las puñaladas de pícaro no eran ninguna broma. Según uno de los misioneros, “la mayor parte de aquella gente es inquieta, forajidos, matadores y desalmados [que] cada día se mataban y herían unos a otros”.

Decadencia de las almadrabas

Se inicia en el último tercio del siglo XVI. Sus causas no están del todo claras, pero pudieron darse varias al mismo tiempo: problemas en el acopio de sal, epidemias, etc. Además, los piratas berberiscos asolaban continuamente estas costas, de modo que había quien se acostaba en Zahara y le amanecía al otro lado del Estrecho como cautivo. Por otra parte, los Medina Sidonia perdieron algunos de sus privilegios a consecuencia de la fallida conspiración contra Felipe IV que hacia 1640 planeó el IX duque, Gaspar Guzmán de Sandoval, pretendiendo proclamarse rey de Andalucía. Aunque las almadrabas permanecieron entre sus posesiones, fue el inicio de la pérdida de poder y prestigio familiar a ojos de la Corona.

Preparación del pescado en la almadraba de Conil (Hoefnagel, 1575). Preparación del pescado en la almadraba de Conil (Hoefnagel, 1575).

Preparación del pescado en la almadraba de Conil (Hoefnagel, 1575).

La casa ducal intentó poner remedio a la crisis almadrabera, para lo cual el XIV duque acudió al erudito fray Martín Sarmiento, que elaboró un exhaustivo informe: De los atunes y de sus transmigraciones, y conjeturas sobre la decadencia de las almadrabas, y sobre los medios para restituirlas (1757). De poco o nada sirvió tan profuso estudio, y en 1773 los duques ofrecieron a la Corona la reversión de este privilegio de explotación pesquera a cambio de una compensación, pero no hubo acuerdo.

López de Ayala escribe en su Historia de Gibraltar (1782) que el atún se iba extinguiendo o bien había variado el rumbo en su migración, además de que las pesquerías se agotaban debido a las muchas embarcaciones del Levante que aquí acudían, cuyos métodos eran exterminadores. Otros autores apuntan a los enormes desembolsos aplicados a la instalación de las almadrabas señoriales, empleando un número exagerado de operarios y manteniendo un alarde tan fastuoso como inútil, probablemente por prestigio.

Al comienzo del siglo XIX se trastocaron las viejas estructuras sociales y económicas, acabando con históricos monopolios de la nobleza. Primero, las Cortes de Cádiz, en su decreto sobre señoríos de 6 de agosto de 1811; y definitivamente, por real decreto de Fernando VII de 20 de febrero de 1817, quedaban abolidos “todos los privilegios exclusivos relativos a la pesca concedidos a particulares o corporaciones de cualquier clase que sean”. A partir de entonces, las distintas poblaciones participarían, mediante los gremios de pescadores, de la explotación de las almadrabas ya en un régimen de economía capitalista, aunque no sin dificultades. No obstante, los Medina Sidonia todavía quedaron vinculados al negocio de la pesca en las costas atlánticas andaluzas.

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