Nazareno

Lloran la ausencia del Nazareno y su madre La Amargura

  • La cofradía no sale por la lluvia, inclemente, que deja a los fieles sin su día de pasión

El día se levantó tonto. Ayer fue una de esas raras jornadas que regala el Estrecho en plena primavera. Un día durante el que tan pronto se avistan nubarrones, como tan pronto Lorenzo se cuela en Algeciras. Así que los fieles se echaron a la calle a última hora de la tarde, a la espera de que la lluvia -ese bien tan poco deseado a lo largo de la Semana de Pasión- permitiera al Nazareno abandonar su refugio, en la iglesia de la Palma. Pero el tiempo no dio tregua y la resignación acabó por emplazarse en el corazón de los hermanos de la cofradía. "Es el Señor el que nos ha ofrecido la riqueza de la lluvia, pero con la tristeza de que sea en Semana Santa", indicó el director espiritual.

Porque, finalmente, todos se quedaron en el templo. La decisión se adoptó a las 21:00 horas y se anunció a los fieles. Si en treinta minutos no amainaba la tormenta, los penitentes deberían esperar otros doce meses para procesionar por las calles de la ciudad. Y así fue. A la vista de que la lluvia no cesaba, se apagaron las luces del templo y abrieron sus puertas.

El incienso aún inundaba la iglesia. Las velas iluminaban a los presentes. Y los costaleros, ya dispuestos bajo el Señor y la Virgen, aguardaban la primera levantá -en honor de José Antonio Palma y Asencio Guerra-. Comenzó entonces un viacrucis: el rezo unánime de una hermandad, el rezo conjunto de una ciudad.

Debajo de un mar de paraguas, colocados a las puertas de La Palma, decenas de ojitos avistaban la devoción de cientos de cofrades. Y observaban la grandiosidad del Señor, que portaba la cruz; y de la Virgen, bajo palio.

Y es que, ayer, el tiempo optó por la inclemencia. Las moradas túnicas de los nazarenos se quedaron en el templo, resguardadas. Sus capas no relucieron por los paseos algecireños. Al igual que las imágenes del Nazareno y su Madre. Porque el Cristo y La Amargura no pudieron salir a las calles deslumbrantes y hermosos, como siempre hacen en su Jueves Santo. El año pasado regresaron a La Palma y, desgraciadamente, este 2012 ni siquiera vislumbraron brevemente alguna estrella. "Llevo desde la semana pasada rezando para que cambiara el tiempo, pero no pudo ser", contaba un costalero, resignado, mientras observaba desde fuera las trabajaderas del paso.

El cielo no les permitió acompasar sus balances al ritmo propio de la Semana de Pasión; esa maldita lluvia les impidió mostrar a los algecireños su paso sosegado y limpio, casi milimétrico, que les conduce por los recovecos de la ciudad cada año; ante la mirada de los jóvenes y mayores.

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