Semana Santa

El Cristo del Mar amansa la lluvia y completa su recorrido

  • La Esperanza, tras dos años sin procesionar, se ve obligada a regresar sin llegar al centro El Santo Entierro acorta su trayecto y la Amargura no sale de la plaza de la Iglesia

Miles de personas, residentes en La Atunara o no, se agolpaban en la explanada de la Parroquia del Carmen incluso treinta minutos antes de que hacia las seis de la tarde comenzase el desfile procesional del Cristo del Mar y Nuestra Señora del Carmen, la única de las cuatro cofradías de La Línea que el viernes consiguió completar el recorrido previsto, desafiando a la lluvia, como corresponde al espíritu de sus gentes. Era el prólogo de otro Viernes Santo al que las inclemencias meteorológicas dejaron incompleto en La Línea, que se tiró a la calle para venerar a cuatro de sus imágenes más respetadas.

El Cristo del Mar, envuelto en lirios morados, atrajo a sus dominios a miles de linenses que se emocionaron, sobre todo, cuando los costaleros elevaron a pulso a su titular en los mismos límites de la playa, para que un año más pudiese mirar al mar que da sentido a esa barriada.

Los responsables de esa Venerable Hermandad, como habían hecho un año antes, optaron por no mirar al cuelo, y el cortejo presentó sus respetos en la casa de Hermandad de la Esperanza, siguió camino hacia la Iglesia de la Inmaculada, donde realizó su preceptiva Estación de Penitencia, y aunque es cierto que aceleró un tanto el paso, completó el recorrido previsto, regresando al templo soportando ya los efectos de la lluvia, pero entre las emocionadas lágrimas de los muchos vecinos que quisieron esperar a su Cristo.

Por su parte después de dos años sin poder siquiera ponerse bajo el cielo, la Esperanza y el Cristo del Amor tuvieron que regresar a la Casa de Hermandad sin poder alcanzar siquiera el centro de la ciudad. La salida estuvo rodeada de muchísima expectación, emoción y muestras de cariño para la Virgen de San Bernardo.

Las dos imágenes procesionaron en dirección a la Carrera Oficial, pero cuando se encontraban en la calle Clavel, a la altura de la Peña Balona, las previsiones advirtieron que la llegada de una tormenta recomendaba actuar con prudencia, por lo que emprendieron el camino de regreso por el mismo itinerario por el que habían empezado su recorrido, llegando además en orden inverso, con el palio por delante y con muchísimas personas, guarecidas entre paraguas, aplaudiendo el esfuerzo de los costaleros que parecían no querer llegar nunca.

Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Entierro, cuyo cortejo contaba con la presencia de las autoridades políticas, militares y eclesiásticas y con representación de todas las cofradías linenses excepto las que procesionaban ese día, salió puntualmente del templo de la Inmaculada, pero hacia las diez menos cuarto los responsables de la procesión decidieron acortar el camino, por lo que está siguió directo por la calle Sol, sin desviarse por San Pablo y Jardines, como estaba anunciado. El regreso se produjo una hora antes de lo previsto.

La Virgen de la Amargura y el Santísimo Cristo de la Misericordia apenas pudieron hacer un desfile testimonial. Las imágenes abandonaron la parroquia de La Inmaculada con destino a los arcos que se encuentran justo enfrente, sin abandonar siquiera la plaza de la Iglesia. Allí permanecieron durante casi hora y media todos los integrantes de la comitiva, que por dos veces intentaron continuar por el itinerario previsto, las mismas que la incesante lluvia les obligó a permanecer a cubierto.

Hacia las once de la noche, justo después de que hiciese su entrada el Santo Entierro, y a la vista de que las previsiones sólo advertían que las cosas podían ir a peor, los hermanos decidieron desandar la escasa distancia ya recorrida y regresar a su punto de salida. Dentro se produjeron las habituales imágenes de desaliento, consecuencia de esa sensación de que el esfuerzo de muchos meses queda en nada. Una tristeza que dura apenas el tiempo que el director espiritual tarda en recordar que ésa era la voluntad del Altísimo y que el año próximo habrá una nueva oportunidad.

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