El otro día estuve en el cumpleaños de la madre de una de mis mejores amigas. Cumplió la escalofriante cifra de 80 tacos.

Pensaba que vivirlo "desde la barrera" sería menos emocionante, pero me equivoqué. Verla tan bien acompañada me hizo cuestionarme algo: "¿Tendré a tantos a mi lado cuando llegue a su edad y con estos valores?". Y sin tiempo a ser respondida por la "supremacía", yo misma me dije: "No, es imposible ser tan querida como esta generación".

Generación que levantó un país sin tener un pan que llevarse a la boca. Sin lugar para dudar o huir cuando las cosas se ponían feas … porque vivieron bajo un color gris constante y difícilmente reparable, aunque no se rindieron y, de manera autodidacta, aprendieron a colorear el mundo. Para regalarnos el arcoíris a los que vinimos después y hacernos creer que las cosas ya eran así, que las tonalidades venían "de fábrica". Esa es la magia de nuestros mayores: ofrecernos paz y tranquilidad entre tanto caos.

Y sé que no tendré esa capacidad, ni con 80 tacos, ni antes. Porque ahora tenemos herramientas, pero no siempre están alineadas con la realidad.

Por ejemplo, nos inculcan que debemos ser independientes y vivir nuestra vida sin necesidad de compartirla con alguien, pero es imposible estar soltera y, con un sueldo medio, hacerte cargo de un alquiler, luz, agua, bombona, etc.

Antes y por obligación, las damas debíamos encontrar a un hombre con el que casarnos y tener hijos, olvidándonos de ser mujer para convertirnos en esposa y madre. Y, como era la única opción visible, todos eran felices, o, al menos, eso es lo que me contaba mi abuela Carmela, que en paz descanse.

Ahora, y con el abanico tan amplio (aparentemente) de posibilidades, nos hacen creer que somos libres para decidir, pero no creo que eso sea del todo cierto. No hay acceso a tener tu propia vivienda. Las hipotecas son inalcanzables y los alquileres, como en el caso de nuestro carísimo pueblo, La Línea, también. Nos ahogan con las subidas de precios: luz, gas, gasolina y alimentos de primera necesidad … Una locura a la que, difícilmente, podemos enfrentarnos. O, al menos, a la que hacer frente con dignidad.

Así que lo dudo. Esta es mi respuesta a la pregunta que me hice en el cumple. Dudo mucho que llegue a los 80 tacos con la integridad, la honradez y la sabiduría que lo han hecho ellos, porque, a pesar de las complicaciones que tuvieron para salir adelante, lo hicieron de una manera heroica. Y no creo que, al menos yo, esté preparada para parecerme a ellos un ápice. Quizás sea mejor así para no dejar de admirarlos, para que sigan siendo mi ejemplo a seguir. Así que solo me queda pedir que, aunque las condiciones externas sean poco favorables, tenga la dicha de seguir rodeada de la gente que me lleva en volandas, de esos que me enseñan el amor y el humor entre tanto humo. De esos con los que puedo ser. Sin más. Y, ojalá, hasta el fin de mis días. Hasta el fin de mis tacos.

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