Tezanos en sus trece

Incluso las mejores encuestas no aciertan del todo los resultados, por fortuna para la democracia

En las encuestas del CIS sigue ganando Pedro Sánchez y, si fuese por Tezanos, su amigo y camarada de partido, lo seguiría haciendo incluso aunque no se presentase. Lo único malo es que eso lo pagamos nosotros también con nuestros impuestos, como todo. Pero si fuese gratis, tanta pertinacia en el error partidista tendría hasta su gracia.

Más bonito es ver que los que no quieren equivocarse tampoco clavan los resultados. La estadística es una ciencia muy compleja y que conlleva muchos estudios multidisciplinares, pero ni siquiera las empresas privadas que, a diferencia del CIS, dependen de sus aciertos para sobrevivir, aciertan siempre ni al milímetro.

Abstrayéndonos de Tezanos, que tiene otro problema, sorprende que las honestas no acierten más. Tienen los poderosos motores de la inteligencia artificial, pueden medir los impactos y los movimientos en las redes y, de remate, estamos tan politizados que hoy por hoy nadie esconde su intención de voto, sino todo lo contrario: como nos descuidemos, nos la gritan. Recuerdo a mis abuelas, que, por sus experiencias en la república, nos animaban a la discreción política a sus nietos. No es el caso. Todo el mundo hace sus declaradas, pero las empresas demoscópicas no terminan de dar con la tecla exacta. Se acercan, vale, pero no mucho. Cuando las mayorías dependen de un puñado de escaños, esos acercamientos a bulto no terminan de disipar el suspense.

A lo que hay que sumar, sin lugar a duda, la campaña, que algo de voto mueve de acá para allá. Las encuestas intentan seguir también esos movimientos, pero a menudo se les escapan.

Ese margen de error lo celebro profundamente por una razón política y por otra razón espiritual. Mientras que las elecciones corrijan las encuestas, tendremos que tener elecciones, cuanto más limpias y transparentes mejor. La existencia de distorsiones en las encuestas entre sí y de éstas con el resultado electoral son una garantía de que ningún iluminado nos proponga ahorrar a base de gobernar a través de los dictámenes de las empresas. El error demoscópico es una garantía democrática. En el orden espiritual, demuestran que el ser humano, ni siquiera tomado colectivamente, puede reducirse a fórmula, a arqueo y a tabla de Excel. Hay un margen de libertad que se rebela contra la contabilidad científica. El hombre puede poner un satélite en Marte, pero no acertar con el número de diputados por Guadalajara.

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