La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Marginación y derechos humanos

Allí donde hay hombres y mujeres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados

Seis de los quince barrios más pobres de España están en Sevilla. Y dos de ellos encabezan la lista nacional de la pobreza. Este es el desafío mayor de la nueva corporación. Supera sus atribuciones y posibilidades, lo que no quiere decir que no pueda hacer nada. Y requiere soluciones complejas que afectan a las estructuras mismas de la sociedad, lo que no significa que sea una tarea imposible.

En las periferias de Sevilla, como en las de todas las ciudades del Primer Mundo, existen estas vergonzosas bolsas de marginación que conforman el Cuarto Mundo. Lo integran -en ajustada definición de la ATP Cuarto Mundo- "las personas, grupos o comunidades que residen en extrema pobreza en los suburbios de las grandes ciudades y que, generación tras generación, se ven excluidos de los derechos fundamentales de los que goza el resto de la sociedad, de los progresos sociales y de la participación en la vida asociativa, política, religiosa, cultural, sindical... de sus sociedades. No se cuenta con ellos como interlocutores sino, como mucho, como meros beneficiarios de ayudas… No es alimento o vestidos lo que necesitan estas personas, sino dignidad, no depender de la buena voluntad de otros".

El origen de la expresión Cuarto Mundo está en la obra del sacerdote francés Joseph Wresinski, hijo de padre polaco y madre española que sufrió en su infancia la miseria. En 1956 fue enviado a un asentamiento en las afueras de París donde malvivían 250 familias. Y su vida cambió: "Ese día, vi la infelicidad… Me atormentaba la idea que estas familias nunca salieran de la miseria. Me prometí que haría lo posible para que pudieran subir los escalones del Vaticano, del Elíseo, de la ONU…". Para ello creó el movimiento ATD -Aide à Toute Detresse (Ayuda a Todo Desamparo)- que pronto se convirtió en ATD Cuarto Mundo y desde 1964 se extendió fuera de Francia. En 1987, un año antes de su muerte, el padre Wresinski logró que se colocara una placa en la plaza de las Libertades y los Derechos Humanos del Trocadero en memoria de las víctimas de la miseria, los caídos en la guerra sin fin que hoy mismo se libra aquí, en Sevilla. Su texto dice: "Allí donde hay hombres y mujeres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado". Esta debería ser la prioridad de todo gobierno local, autonómico o nacional. Y de todos nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios