Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Entretenimiento e inteligencia

El entretenimiento es el nuevo territorio a conquistar por la política para recuperar su capacidad de influencia

Con los dedos de una mano se pueden contar las veces que el arriba firmante se ha puesto delante de la tele para ver El Hormiguero y a Pablo Motos. Ni el producto, ni el personaje, ni las hormigas en cuestión, han logrado anclarme en el sofá y el bailecito con el que empieza o empezaba el programa hasta vergüenza ajena me produce. Error propio del que no ha sabido apreciar los valores de un programa que cada día captura la atención de muchos millones de españoles. Les puedo asegurar que en este caso concreto no es por esnobismo. Uno es capaz de tragarse sin que se le mueva un músculo de la cara formatos televisivos mucho más cutres y peor diseñados. Con La Resistencia y con David Broncano me pasa algo todavía peor: no lo he visto en la vida y todo lo que sé llega por lecturas o por referencias de tercero. Pero me consta que es, como el anterior, un alarde de diversión e inteligencia que ha sabido capturar audiencias jóvenes habitualmente alejadas de la televisión convencional.

Pero a los efectos de este artículo la ignorancia sobre lo que se cuece cada día en ambos programas es casi lo de menos. Lo importante es la operación política que, por lo que se lee en todos los sitios, ha puesto en marcha la Moncloa para contrarrestar la influencia de Motos con la que puede adquirir Broncano si salta de la plataforma en la que está ahora su programa y a La 1 de la televisión pública. Porque, y ahí está el meollo de la cuestión, mientras el primero estaría instalado de lleno en la fachosfera y el segundo sería el abanderado de una televisión woke. Traducido: los fontaneros al servicio de Pedro Sánchez consideran que El Hormiguero es una fábrica de desafección entre un público joven que no pueden perder y Broncano es el antídoto perfecto para que esos chavales no se equivoquen y voten a quien tienen que votar, aunque para ello haya que gastarse un puñado de millones que una televisión pública, seguramente, tendría que emplear en otra cosa.

El caso ilustra una nueva realidad que merece la pena tener en cuenta. La información pura y dura ya no tiene la capacidad de influencia de otros tiempos. La gente pasa de la crispación y la tensión que es el medio ambiente de la política. Ahora la batalla ideológica se juega en otros campos y el entretenimiento inteligente es el nuevo territorio a conquistar. Es la nueva realidad en tiempo de redes sociales y consumo sincopado e instantáneo. Para que nos vayamos enterando.

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