Cultura

Las melodías de la memoria de una ciudad

Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: JObras de J. Turina, G. Bizet, I. Albéniz, W. A. Mozart y G. Rossini. Intérpretes: Amaya Domínguez (mezzosoprano) y Martin Surot (piano). Fecha: Martes 5 de julio. Aforo: Lleno.

Uno de los núcleos temáticos que recorren estos conciertos del Alcázar es el de la relación entre Sevilla y la Ópera, aprovechando el lanzamiento hace un año de un ambicioso programa turístico por parte del Consorcio de Turismo de Sevilla y que luego se ha desinflado ante su inconsistencia y ante las dimensiones presupuestarias requeridas. Pero, al menos, ha servido para articular una serie de programas a base de fragmentos de óperas de ambientación sevillana o de adaptaciones instrumentales de las mismas.

En este caso, la mezzo francesa Amaya Domínguez abrió su recital con la Saeta en forma de salve de Turina, una obra quizá algo densa y expresivamente exigente como para abrir el concierto con la voz aún algo fría y sin meterse a fondo en la música. Aquí a la cantante se le resistieron las notas superiores cuando había que atacarlas en piano, momentos en que la voz perdía colocación y sonaba mate. Fue lo que le pasó, por ejemplo, y de forma más clara en el aria de Cherubino Voi che sapete (cantada, por otra parte, con una apropiada fusión de ingenuidad y de sensualidad) o la de Rosina Una voce poco fa. A cambio, el centro de la voz es de gran belleza tímbrica, es ancho y bien proyectado, seductor. El paso a la zona grave es problemático y a veces el sonido es emitido sin el suficiente apoyo. Si en el aria de las cartas de Carmen hubo notas graves de amplios quilates (La mort!), en la citada de Rosina sonaron abiertos. En este último caso, además, las agilidades no acabaron de estar bien resueltas. Abordó con valentía los cuatro solos de Carmen, más atenta al detalle de cada frase (ralentizadas en exceso) que al diseño global del personaje, con el resultado de una versión aséptica; eso sí, con la excepción del aria de las cartas, de gran hondura expresiva.

Sorpresa grata fue el pianista Martin Surot, un muy eficaz acompañante y un fino intérprete en sus piezas a solo. Además de salir airoso de Corpus Christi en Sevilla, dio una magnífica lección de fraseo y de articulación picada-ligada en el Adagio de la sonata KV 332 de Mozart.

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