música

Sabina lo niega todo en su casa

  • El artista abre en Úbeda la gira española de su nuevo disco con un concierto lleno de humor y nostalgia

En un esfuerzo palpable por contener las lágrimas, Joaquín Sabina volvió en la noche del viernes a los campos entre olivos que lo vieron nacer para dar inicio a la esperadísima gira de su último disco, Lo niego todo, su reconciliación con una inspiración balsámica en la que ha asumido temas peliagudos como la vejez.

"No crean que es tan fácil volver a subirse a un escenario, a los paisajes, sabores y olores de la infancia de uno; da mucha emoción, pero eso te pone un nudo en la garganta, que es con lo que se finge que se canta, por eso me he puesto el traje nuevo de los domingos", irrumpió tembloroso y aferrado al micrófono con ambas manos.

Difícil encontrar una plaza donde alojarse en Úbeda, ciudad de 34.000 habitantes que, con el recinto ferial a reventar entre 8.000 almas, respondió con creces a la llamada de su paisano para abrir el largo capítulo español de un tour que, por cifras, es homologable al de muchas estrellas internacionales.

"Más de 150.000 entradas en 26 conciertos", presumen desde la promotora de este "viejo verde" que, a sus 68 años, muestra un poder de convocatoria más vigoroso que nunca, tras agotar por ejemplo en un par de horas el aforo de su primera cita en el WiZink Center de Madrid (el 21 de junio, Día de la Música).

Aparentemente atrás quedan los sustos por su salud, como la hernia ventral que según su oficina le impidió cumplir recientemente con el primer calendario de su gira por Latinoamérica.

Pasados 12 minutos de la hora estipulada, las diez de la noche, Sabina apareció enfundado en un traje de color berenjena y su bombín, con el público en pie y visiblemente emocionado.

Posiblemente por la confianza en su nuevo disco, en la primera parte del concierto despachó consecutivamente seis de sus cortes, empezando por el sencillo titular Lo niego todo, riéndose de leyendas, sambenitos e historias que se le atribuyen.

Doble disco de platino en España, ese Lo niego todo es el primer álbum de estudio de su discografía en solitario desde Vinagre y rosas (2009), el primero en tres lustros que le ha devuelto la "felicidad creativa".

"Me han aconsejado en el geriátrico que me siente de vez en cuando", decía después del "vago sabor mexicano" de Posdata y antes de apostarse en una banqueta que apenas abandonó.

Tras el simpático reggae de ¿Qué estoy haciendo aquí?, destacó Lágrimas de mármol, canción dedicada a sus hermanos y sin duda uno de los nuevos clásicos de su repertorio por capacidad emocional y de proclama.

Si la novedad consistía en refutar cómo su banda de seis músicos (con Pancho Varona, Antonio García de Diego y Jaime Asúa al frente) asumía en directo el influjo que Leiva introdujo en su último álbum, la respuesta está en Las noches de domingo acaban mal, un rocanrol muy aplaudido en el que presumió de recibir por fin las coordenadas musicales de Alarma.

Tras un breve receso en el que cedió el protagonismo a Varona y Barros, llegó el turno de los éxitos consolidados como Una canción para la Magdalena o Por el bulevar de los sueños rotos. En ese júbilo colectivo de los códigos largamente compartidos sonaron también Y sin embargo y Ruido, Peces de ciudad y 19 días y 500 noches.

Medias negras fue la última canción antes de un segundo receso previo a los bises, los acostumbrados, con un combo de Noches de boda e Y nos dieron las diez, y también Contigo, dedicada a Ignacio Echeverría.

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