Cultura

La voz de Josephine Foster enseña el concepto de 'folk extraño'

  • La espigada americana ofrece en la Politécnica un concierto en el que muestra su capacidad para mezclar estilos gracias a una música que invade varios mundos

La cantautora estadounidense Josephine Foster hizo ayer gala en la Politécnica del folk extraño (weird folk) con el que se la conoce. Lo de extraño es porque su manera de crear música es difícil de encorsetar y porque bebe de varias, pero identificadas fuentes.

En esta nueva cita de la Campus Rock de la Universidad de Cádiz y de la Fundación Municipal José Luis Cano, a la que acudieron unas cien personas, dejó muestras de que esta mujer, de muchos centímetros, maneja su voz inusual por los derroteros que quiere, otra cosa es que a veces guste por donde transita. Vestida con un traje largo y con el pelo recogido parecía que ofrecía una clase a sus alumnos -fue profesora de canto de Chicago- y además en un sitio rural. La imaginación la puede situar perfectamente entonando una canción en una granja sureña. Quizás sea cuestión de estereotipos.

Es capaz de estrangular su voz, de dejarla en un fino hilo para rematar una canción o elevarla para chocar con ráfagas de una guitarra de menos a más. Suena a ópera y a lírica conjugada.

Dijo en un español improvisado que estaba a gusto de su visita a Algeciras y se sorprendió de la escasez de sol de los últimos días. "Hay mucha lluvia en España, ¿qué pasa? Aquí podemos emitir unos rayos".

Algo más clasificable fue el telonero John Allingham, un tipo que se fue del escenario casi como entró, sin querer. Es el que te lo llevarías a la cama, pero para que te cantara y te ayudara a conciliar el sueño. Se presentó a la familia que compone esta actividad con una guitarra y una armónica. Nada más empezar se quitó el jersey y acababa sus canciones mirando los papeles para tocar la siguiente. Sin transición, desubicado, como si se tratara de un ensayo.

Y lo peor es que con un poco más de espíritu y de ímpetu no hubiera sonado del todo mal. Un espectador le gritó un ánimo para que se viniera arriba, pero no le sirvió de precisamente de acicate. Su sonido se escapaba conforme se acercaba o alejaba del micrófono y acabó nunca mejor dicho con los papeles perdidos porque no paraban de caérsele al suelo. Como Pepe Viyuela. Al menos hubo risas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios