Ordenación del Territorio

El Palmar no quiere vivir de la agricultura

Una concentración de vecinos de El Palmar.

Una concentración de vecinos de El Palmar. / Manuel Aragon Pina

El Palmar es un sitio tranquilo en invierno. Apenas unos cientos de vecinos conviven sin el trasiego de los veraneantes. Algún coche eléctrico avanza por la carretera que discurre paralela a la playa tan silencioso como un submarino. Los días de tormenta ni siquiera los surferos se dejan ver con sus tablas y sus pelos quemados por el sol. Un sitio tranquilo.

Pero la cuestión que subyace es que los oriundos de esta pedanía vejeriega están hartos de tanta tranquilidad. Quieren su porción de la tarta turística de la que disfrutan otras poblaciones como Chiclana, Conil, Tarifa... Se preguntan por qué es tan complicado encontrar una fórmula para convertir ese suelo rústico en residencial. Aquellas grandes parcelas, con miles de metros, donde se cultivaban garbanzos y remolachas, han sido divididas por los herederos de esos primitivos palmeños que bajaron de Vejer y se asentaron en la orilla del Atlántico. Quieren construir casas, y por supuesto que quieren alquilarlas, como lo hacen en Conil o en Chiclana. Faltaría más. Quieren dinero. Contante y sonante.

Desde los años 80, cuando comenzaron a construirse casas ilegales en El Palmar, estas no han hecho sino proliferar, en ocasiones sin control alguno. De un tiempo a esta parte, además, se han puesto de moda las viviendas prefabricadas, más fáciles de instalar, más baratas pero, también, más cómodas a la hora de derribar. Se pueden ver en medio de grandes extensiones de terreno como un monumento a la desidia. A la vista de todos.

Periódicamente los vecinos de El Palmar se han manifestado para reclamar que se puedan regularizar sus viviendas. Que se detengan las demoliciones. Pero no es fácil. En ocasiones porque son los propios vecinos quienes denuncian, como advierte la Junta. En otras porque la Guardia Civil advierte de que se está cometiendo una irregularidad e inicia un expediente sancionador que puede acabar con el peor desenlace.

Sus vecinos desean obtener riquezas del turismo como otras localidades gaditanas

Lo que unos y otros desean es acabar con la sensación de salvaje oeste que se respira a menudo en una zona costera, uno de los pocos paraísos vírgenes que quedan en el litoral gaditano. Y lo que piden los ciudadanos de El Palmar es que la Junta de Andalucía muestre un afán regulador en vez de recaudador. Y todo esto manteniendo el espíritu de El Palmar, sin que este se convierta en un sitio lleno de complejos hoteleros que desvirtúen su esencia.

Los habitantes de El Palmar se han cansado de la agricultura y la ganadería, quieren construir casas modernas para vivir y para alquilar. Eso sí, es fundamental que cumplan las ordenanzas como lo hace la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Mañana el Ayuntamiento ha convocado una concentración para pedir soluciones que no incluyan la demolición de las viviendas. Pero la Junta ya advierte que no piensa hacer la vista gorda. El problema de El Palmar se ha enquistado y necesita una acción global que satisfaga a todas las partes. Para eso se antoja clave la buena voluntad, la lealtad institucional... y el dinero.

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