Le tocó el contenedor equivocado
Un programa informático asigna el transporte de los contenedores a su destino a las empresas de manera aleatoria, según su flota disponible y la carga de trabajo. La operación Calamar hace exigir más controles
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El puerto de Algeciras es una máquina que funciona con engranajes precisos y exactos. Procesos que se realizan todos los días para garantizar la seguridad de quienes envían las mercancías, quienes las llevan, quienes las reciben y quienes, finalmente, las consumen. Una máquina que funciona de manera segura dada la especialización y las garantías que ofrecen unas instalaciones pioneras acreditadas por los dispositivos Container Security Iniciative CSI y Megaport, por un Puesto de Inspección Fronteriza (PIF) y la Aduana nacional que mayor número de inspecciones realiza. Un aparato logístico que, en ocasiones puede convertirse en una "ruleta rusa" para los transportistas.
Un contenedor de sardinas congeladas viaja en un buque feeder desde Agadir para llegar a Algeciras con destino Santa Pola. El UTI, como se llaman las unidades de transporte, pasa en el PIF todos los controles que certifican la calidad de la carga para su consumo humano, y aduaneros. Es entonces cuando el contenedor, ya precintado, pasa al cargador -en este caso, Maersk-, que encomienda su transporte mediante un programa informático a cualquiera de las seis empresas de la comarca que reunen las características para operar en el puerto.
El presidente de la Asociación Comarcal de Empresarios del Transporte, Alfonso del Valle, explicó que los requisitos básicos para que una empresa sea autorizada por los cargadores que operan en la terminal del muelle Juan Carlos I son poseer vehículos modernos y en regla, seguros contratados tanto para el conductor, mercancía y los daños que pudiera ocasionar esa mercancía en un siniestro, tener en vigor la tarjeta de transportes nacional e internacional, más un acuerdo comercial con las compañías.
Actualmente, las empresas autorizadas para operar desde la terminal algecireña son Altransa -la afectada por la operación Calamar-, Satransa, Ematra, Autransa, Transmasa y Cotesa, que mueven medio millar de vehículos, 300 asalariados y otros tantos trabajadores autónomos.
El cargador destinó las sardinas aquel día de manera aleatoria, como siempre, teniendo en cuenta el número de vehículos disponibles y la carga de trabajo de cada una de las empresas. Antes de salir del puerto, con el precinto aduanero y otro de Maersk, la carga fue revisada a la salida de la terminal y otra vez a la salida del puerto. I. M. partió de Algeciras con destino a Santa Pola, como siempre, creyendo que llevaba sardinas. Cuál fue su sorpresa cuando, ya en destino, el cliente decide descargar la mitad allí y otro tanto meterlo en otro camión con otro destino. Llega la Guardia Civil y todos a la cárcel, nueve personas, transportista incluido.
El conductor llevaba 12 toneladas de hachís en el fondo del contenedor, una circunstancia que pudo haber pasado desapercibida en los controles dado que, según explicó del Valle y el secretario de la organización, Gabriel Fuentes, tienen tres niveles dependiendo de la carga, del lugar de procedencia y de su destino. "Si es pescado que viene de Marruecos y va a Holanda, por ser el último un gran consumidor de hachís, el contenedor se vacía entero", dijo del Valle. Los narcotraficantes se las saben todas y en vez de eso, usan a destinos menos especializados para llevar la mitad a otro sitio. Todas las empresas han llevado contenedores al mismo cliente. La bala esta vez fue para el conductor de Altransa.
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