Rafael Reig | Escritor

"Pablo Iglesias es un Alfonso Guerra en edición de quiosco"

El escritor Rafael Reig.

El escritor Rafael Reig. / Miguel Ángel González

Mordaz y con un afilado humor, Rafael Reig (Cangas de Onís, Asturias, 1963) ha escrito más de una docena de libros después de estudiar Filosofía y Letras. Impartió clases en universidades estadounidenses y enseña literatura en Madrid. Apasionado del ajedrez, regenta la librería Fuenfría en Cercedilla (Madrid). Su última novela, Amor intempestivo (Tusquets), ha sido recibido por la crítica con grandes alabanzas en plena pandemia. Lectura (y escritura), escaques, whisky y tabaco copan su saca de vicios confesos.

–Nació en Cangas de Onís y pienso es la etapa de los Lagos de Enol. Señor escritor, ¿por qué soy tan inculto?

–La cultura siempre es lo que saben los demás, por eso todos nos consideramos incultos. Los grandes novelistas asturianos son Clarín y José Avello; mis caprichos personales, Campoamor y Palacio Valdés.

–Y vive en Cercedilla, que sólo me suena del oro olímpico de Paquito Fernández Ochoa. ¿Tengo arreglo?

–Valoro mucho a Paquito, pero me gusta recordar la Cercedilla de Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Mi montaña preferida es La Maliciosa, que aparece en el fondo de un cuadro de Velázquez.

–Ajedrecista y republicano. ¿Le han dado a la Monarquía jaque al Rey?

–Los Borbones son más de meter gol en propia meta, dispararse a un pie, venderle la Corona a Napoleón, fugarse con la pasta, alternar con sátrapas, princesas casquivanas y actrices revoltosas. Diría lo contrario: ha sido el Rey emérito (o quizá sea emético) el que ha dado jaque a la Monarquía. El problema no es la persona del Rey, si es honrado o listo, sino la institución; si es ladrón y tonto, también será Rey.

–Elija: ¿campeón mundial de ajedrez o Cervantes?

–Campeón del mundo o Nobel de Literatura sería lo único comparable. Preferiría el Nobel, porque en ajedrez soy un paquete y necesitaría estudiar para mejorar.

–¿Lee alguien en este país?

–Desde luego. Quedan algunas personas que no están escribiendo una novela y tienen tiempo para leer. Hay muchos jóvenes lectores, me gusta ir a institutos y charlar con los estudiantes, que leen más y mejor de lo que piensa la gente.

–¿Una obra para conquistar a una dama madura?

–Alguna novela mía ha funcionado. Lo que conquista es que la dama te guste de verdad y que ella lo note. Igual nos pasa a los caballeros.

–¿Y alguna que le dé coraje vender en su librería?

–Me encorajina vender libros de autoayuda, son un fraude. Y los de cómo relajarse y esas chorradas. Si un cliente me pregunta si ayudan a relajarse, le recomiendo que pruebe con el whisky, de efecto garantizado.

–Su novela Un árbol caído (2015) es una enmienda casi a la totalidad de la sacrosanta Transición. Tiene algo de profético, ¿no?

–En el sentido de que profetiza el pasado, imagino, porque es cierto que nadie sabe nunca el pasado que le espera. Y quienes se creyeron la transición o transacción se han visto años después defendiendo un imprevisto pasado no muy presentable.

"Tomé un whisky con María Zambrano y me aburrí bastante, no hacía más que preguntar si iba a venir la tele"

–En Amor intempestivo habla del sexo en sus años mozos. ¿Cómo le va a uno en la alcoba al otear los 60?

–Pregunte a mi mujer. Como nunca he sido aficionado a las acrobacias ni al plusmarquismo, no ha habido gran cambio, salvo que con la edad disfruto mucho más y más a menudo.

–Reflexiona sobre la virtud de "ser bueno" y de "hacerse un alma". Eso en Twitter e Instagram no se aprende.

–Claro que no, hay que aprender a pensar en contra de uno mismo, no siempre para justificarse. El impulso ético lo provoca la insatisfacción con la propia conducta. Como me dijo Belén Gopegui, nadie es por su cuenta; en esta vida que compartimos vivimos entre todos.

–Puede leerse como catálogo de damas amadas, como el Mujeres de Bukowski, o manual del arte amatorio, como el Ars Amandi de Ovidio. ¿Llega a entenderlas?

–A las mujeres y a los hombres no hay que entenderlos, sólo hay que quererlos. Entonces lo entiendes todo.

–Su tesis doctoral versa sobre las prostitutas en la Literatura. Del trabajo de campo ni hablamos...

–La prostituta en la novela del XIX, así que el trabajo de campo fue en la biblioteca, que es un lugar estupendo para encuentros furtivos entre estanterías.

–Reeditó su Manual de literatura para caníbales con el título La cadena trófica, ¿a qué autores se ha comido ya y cuáles le provocan digestión pesada?

–Me alimentan Galdós y Vallejo, el Arcipreste de Hita y Miguel Hernández. No tengo paladar para Pérez Reverte ni para Amélie Nothomb.

–Para muchos Galdós es un autor apolillado. Pero, se lo montaba bien con Emilia Pardo Bazán. ¿A la novela del XIX le faltaba más "guarrería"?

–No, es culpa nuestra, nos falta más imaginación. Los lectores del XIX sabían leer entre líneas y no necesitaban que todo fuera explícito.

–Loa el alcohol y el tabaco, ¿cuándo se exilia?

–No creo que sea necesario, los bebedores y los fumadores somos gente muy tratable y tranquila, buena compañía para todos.

–¿A qué experiencia puede compararse el descubrimiento del whisky?

–Reconcilia con la realidad y mitiga el dolor, sólo lo comparo a jugar al ajedrez.

–¿Cuál es el mejor vaso de whisky que ha bebido y quién el tipo más decepcionante con el que ha libado?

–El mejor es el que te olvidas en la mesita de noche y lo encuentras al despertar, un poco aguado. Tomé un whisky con María Zambrano y me aburrí bastante, no hacía más que preguntar si iba a venir la tele, pero sin duda es que estaba ya muy mayor.

–¿Para qué sirve la ironía?

–Como todos los humores, son una protección contra las agresiones.

–Es un rojeras muy crítico con Podemos.

–No soy un rojeras, sino militante del PCE, creo en el compromiso y en la acción colectiva. La única forma de pensar libremente es no pensar a solas.

–Defina a Pablo Iglesias.

–Vanidoso y autoritario, una especie de Alfonso Guerra en edición de quiosco.

–¿Tendrá consecuencias fatales esta polarización extrema de rojos y azules?

–Como Galdós, creo que la nación española moderna nació de la guerra contra Napoleón, en la que ya se hizo patente la lucha de poderosos y oprimidos; luego sufrimos casi un siglo y medio de guerras civiles (carlistas en el XIX, antifascista en el XX) que desembocó en una dictadura sanguinaria y hoy vivimos una situación de desigualdad insostenible. No son rojos y azules, es lucha de clases. Espero que la consecuencia sea la transformación social revolucionaria.

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