Mariano Guindal | Periodista

"Es desolador un redactor jefe con un lazo amarillo"

Mariano Guindal.

Mariano Guindal.

Mariano Guindal (Madrid, 1951) es un periodista determinante de la Transición y uno de los más respetados del oficio. Empezó en Colpisa de la mano de Manu Leguineche, pero la mayor parte de su carrera la hizo como corresponsal de La Vanguardia en Madrid, donde se especializó en periodismo económico. Su mayor exclusiva fue la expropiación de Rumasa, pero logró muchas más, a pesar de que reconoce que "un buen periodista sólo cuenta un 10% de lo que sabe". Ganador de numerosos premios, acaba de publicar sus memorias, Un hombe con suerte.

-¿Para qué necesitamos el periodismo?

-El periodismo es obtener información y ofrecerla a los lectores para que formen sus opiniones y tomen sus decisiones. Cuanto más informada esté una persona tomará decisiones más acertadas según sus intereses. Se equivocará menos. El antiperiodismo que se practica muchas veces en la redes sociales, que son las noticias falsas, busca engañar a la gente para que tome decisiones equivocadas que no se corresponden con sus intereses.

-El periodismo de opinión, sin embargo, gana enteros ante la información.

-La opinión es importante, pero el periodismo puro no es opinión. El sentido de esta profesión es ofrecer información veraz.

-Ha trabajado 30 años para La Vanguardia. ¿Cómo vio su papel en el procés?

-Nada es más desolador que entrar en una redacción y ver a un redactor jefe con un lazo amarillo o la insignia de algún partido. Nuestro negocio nos hace ser neutrales. Muchos periodistas fuimos militantes contra el franquismo porque peleábamos por un valor indispensable de nuestro oficio: la libertad de expresión. Una vez que se consiguió, el periodismo militante dejó de tener sentido.

-Los periódicos siempre han tenido tendencias y simpatías políticas.

-Una empresa editora puede tener la tendencia que considere oportuna, pero el periodista, en su función de informar, no es nadie para sustituir a los ciudadanos. Ese no es su trabajo.

-Acaba de publicar sus memorias, que son apasionantes, y ha decidido titularlas Un hombre con suerte . Viene de una familia muy humilde y pelea contra un cáncer desde hace trece años. ¿Por qué ese título?

-Porque he sabido gestionar mi mala suerte. He tenido la inmensa suerte de trabajar en lo que quería trabajar. He dedicado mi vida al periodismo, no me ha dado ni fama ni fortuna, pero sí buenos amigos que no tendría con fama y fortuna porque son incompatibles.

-Cuenta que se crió en un barrio de Madrid donde las edificaciones eran casi chabolas. Pero consiguió salir, estudiar una carrera, hacerse un nombre... Eso es movilidad social.

-Me río mucho cuando tal partido o tal otro se atribuyen el milagro económico. El milagro económico de España fue mi madre, que fregaba escaleras para que sus hijos salieran adelante; el milagro económico es la madre de Carlos Solchaga o del juez Garzón, que también vienen de orígenes muy humildes. Ese es el milagro económico, la historia de una gran generación.

-Sitúa al gran periodista Manu Leguineche como una persona clave en su biografía.

-Leguineche fue el periodista más brillante de su generación y, además, fue una buena persona. Yo lo tuve de director en Colpisa y fue mi maestro. Esas son cosas que te marcan. La vida es un conjunto de casualidades, lo que depende de ti es muy poco porque son muy pocas las decisiones que uno toma. Yo no elegí como maestro a Manu Leguineche, pero sin él mi carrera no hubiera sido la misma.

-Los periodistas de ahora echamos la vista atrás y nos preguntamos cómo se trabajaba en la Transición sin Google, sin móvil.

-Mi generación, la que hizo la mayor parte de su trabajo antes del tsunami tecnológico, ha tenido una suerte impresionante, nos hemos atrevido, nos hemos divertido, pero lo más difícil, el verdadero reto, era transmitir las noticias. Buscabas un teléfono, pedías fichas en un bar, las cabinas estaban siempre rotas...

-Usted siempre tuvo buenas fuentes.

"Lo peor que le pueden decir a un periodista es 'me alegro de que me haga esa pregunta"

-Suerte de nuevo. Yo empecé en la información laboral, que era algo que nadie quería. En esa etapa conocí a muchos sindicalistas que luego llegarían a tener mucho poder: Chaves, Matilde Fernández... Todos venían de UGT. En los atentados del 11-M se nos pidió hacer una reseña de cada uno de las víctimas. Mi agenda de sindicalistas, que aún entonces eran una red enorme, nos permitió dar con todas esas historias de víctimas anónimas.

-A todo esto, ¿por qué se metió en el oficio?

-Para poder preguntar. Siempre he sido un preguntón. Entre los compañeros tenía el mote de Mariano Tres Preguntas. Tenía una enorme curiosidad. Eso me llevó a Cuba para conocer la Cuba de Castro y a China para conocer la China de Mao. Me hice de la Joven Guardia Roja sólo para entrar en China.

-A veces a los políticos, y a algunos periodistas, se les olvida que el trabajo del periodista consiste en preguntar.

-Todo se resume siempre en una pregunta, pero en una buena pregunta. La peor cosa que le pueden decir a un periodista es "me alegro de que me haga esa pregunta". Entonces es que te has confundido en algo.

-Siempre se le recordará por ser el periodista que dio la noticia de la expropiación de Rumasa.

-Y fue una pregunta: señor ministro, ¿qué pasa con Rumasa? Pillé a Boyer a contrapié y me dijo que si Ruiz-Mateos no le daba la auditoría mandaba a un inspector. Tenía lo que quería, me levanté de puntillas me largué a la redacción echando virutas. Si tengo un titular, échame un galgo.

-¿Hay algo que se compare a una exclusiva?

-Absolutamente nada. La exclusiva es el orgasmo de nuestro oficio. El periodista de raza no tiene la mentalidad de ganar dinero, se alimenta de esa adrenalina que te da la exclusiva.

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