El joven Ahmed | Crítica

Redención anticipada

Idir Ben Addi es el joven Ahmed en la cinta de los Dardenne.

Idir Ben Addi es el joven Ahmed en la cinta de los Dardenne.

Los Dardenne siempre han estado al lado de sus personajes, pegados a sus nucas y a sus movimientos, acompañándolos en su periplo por la supervivencia o la mera afirmación, esperando junto a ellos una revelación o una posible redención transformadoras. Muchos de ellos han sido jóvenes desesperados o perdidos (Rosetta), madres y padres prematuros (El niño), huérfanos y desarraigados (El niño de la bicicleta), todos hijos y víctimas de un sistema social que los ningunea o tutela como meros números de una estadística.

En El joven Ahmed, los belgas se acercan por primera vez a espinoso asunto de la radicalización yihadista de la juventud musulmana europea, y lo hacen con los mismos mimbres de siempre. En su seguimiento de Ahmed, un adolescente que ha abrazado una lectura extrema del Corán por influencia del imán de su barrio, se revela poco a poco la tozudez de un carácter secuestrado por los dogmas y obsesionado con la pureza, un carácter que se rebela contra los afectos (encarnados en los personajes femeninos de la madre, la profesora y la chica que conoce en la granja) para seguir con determinación y opacidad su particular camino de inmolación.

Ni la detención, ni el internamiento, ni la psicología, ni el trabajo consiguen frenar sus impulsos. Los Dardenne se debaten entre el retrato de la lógica externa de un proceso mental indescifrable, la escritura de situaciones con cierto suspense y la epifanía bressoniana. Triunfan relativamente en la fidelidad al proceso, pero dejan ver demasiado las costuras, giros y salidas del relato impuesto.