EL COLOR PÚRPURA | CRÍTICA

Musical blando sobre un duro tema

La actriz Danielle Brooks.

La actriz Danielle Brooks. / D. S.

En 1982 Alice Walker, basándose en parte en relatos familiares -era bisnieta de esclavos- publicó El color púrpura, millonaria en ventas y ganadora del Pulitzer. Tres años después Steven Spielberg la filmó obteniendo un gran éxito de taquilla, pero un resultado irregular, quizás porque la temática no se ajustaba a su estilo, quizás porque quiso dejar de ser el director de películas amables y/o espectaculares que hasta entonces había sido y después volvió a ser, quizás porque marcaba el inicio de uno de los peores momentos creativos de su carrera -tras ella vinieron las fallidas El imperio del sol, Always, Indiana Jones y la última cruzada y Hook- del que se recuperó con Parque jurásico ocho años más tarde. En 2005 un combinado de la novela de Walker y la película de Spielberg se convirtió en un musical teatral con música y letras de Brenda Russell, Allee Willis y Stephen Bray, libreto de Marsha Norman y producción de Scott Sanders, Oprah Winfrey y el gran productor, jazzista y compositor Quincy Jones (siendo los dos últimos el compositor de la banda sonora y una de las intérpretes de la película de Spielberg). Estuvo tres años en cartel y fue repuesta en 2015. Ahora los mismos Sanders, Winfrey y Jones de la producción teatral más Spielberg han convertido el musical en una película.

El resultado es solo correcto. Lo que equivale a decepcionante con relación a lo que podría esperarse de sus productores y su tema. Es solo correcto musicalmente, incluso en algunos temas convencionalmente blando, lo que sorprende estando Quincy Jones sobre ella y teniendo tras ella el tesoro de la historia de la música negra americana, aquí presente en algunos números de inspiración góspel, blues y jazzísticos perjudicados por una deriva al pop meloso. Solo correcto cinematográficamente, porque el director, cantante, productor, artista visual y escritor ghanés Sam Blitz Bazawule –The Burial of Kojo, Black is King con Beyoncé- no logra darle ni el tono dramático ni el ritmo que la historia y el musical exigen. Se liman -por supuesto sin eliminarlas: son la sustancia de la historia- las duras aristas de la vida de una mujer víctima a la vez del racismo blanco y de la crueldad machista y los abusos de los suyos, y se potencian los elementos redentores (hasta con imágenes de fantasías) de su liberación gracias a la ayuda y la complicidad de otras mujeres.

El problema mayor de la película es que no funciona como musical, género por desgracia muerto -en cine, no en teatro- desde los años 70 (un género se considera muerto cuando no tiene capacidad para renovarse ni para producir en continuidad un número destacable de obras interesantes). Su mérito mayor son las entregadas interpretaciones de Fantasia Barrino (que fue intérprete del musical teatral), Taraji P. Henson (que interpreta uno de los mejores números musicales: Miss Celie’s Blues) y Danielle Brooks. 

       

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