A vista Del Águila

Tierra de frontera

  • La frontera con Gibraltar sigue marcando el territorio

  • Miguel Ángel Del Águila reflejó con su cámara alguno de los momentos en que esta frontera alcanzó más relevancia

Carmen Ward, la primera persona en cruzar la Verja en su reapertura en 1982.

Carmen Ward, la primera persona en cruzar la Verja en su reapertura en 1982. / Miguel Ángel del Águila

Claudio Magris llegó a señalar que en el pathos de la frontera subyace el oscuro temor del otro; sin embargo, esta relación no posee una única lectura; no pueden obviarse otras, como la atracción, la desigualdad, el mestizaje, la rivalidad, el cosmopolitismo o la dependencia. Vivimos en un territorio marcado por la frontera desde el inicio de los tiempos: entre el Atlántico y el Mediterráneo; entre el norte europeo y el sur africano, el occidente medieval cristiano y el oriente musulmán, que dejó el sustantivo añadido a un buen número de topónimos.

Desde el siglo XVIII, en lo más estrecho del istmo de Gibraltar, la linde determina nuestro espacio con una de las fronteras más complejas que aún pueden encontrarse en un universo cada vez más globalizado. Durante la segunda mitad del siglo pasado, sobre todo en el periodo de 1969 a 1982, se sucedieron una serie de acontecimientos que acabaron determinando la historia general y la intrahistoria de un buen número de ciudadanos de la comarca que Miguel Ángel Del Águila supo reflejar con su perspicaz y oportuna lente.

El último viaje del 'Punta Europa', el 26 de junio de 1969. El último viaje del 'Punta Europa', el 26 de junio de 1969.

El último viaje del 'Punta Europa', el 26 de junio de 1969. / Miguel Ángel del Águila

Viaje sin retorno del 'Punta Europa'

Fue el último jueves de junio de 1969. Como consecuencia del cierre de la Verja que tuvo lugar apenas tres semanas antes, el tráfico marítimo entre Gibraltar y Algeciras fue definitivamente suspendido. Miles de trabajadores conocidos ahora como transfronterizos perdieron su empleo y comenzó un largo tiempo de desencuentros. La mayoría de ellos atravesaban el puesto de La Línea; sin embargo, otros se desplazaban diariamente a la Roca desde el oeste de la bahía utilizando unas cotidianas embarcaciones que ponían en contacto el algecireño muelle de la Galera con el Peñón en apenas media hora. Fueron utilizadas por la burguesía yanita que se subía al tren en sus inmediaciones o había habitado en las mansiones de la cercana Villa Vieja erigidas décadas antes.

En los últimos años sesenta eran usadas por los trabajadores españoles que tenían en la colonia su sustento. Aquella fresca tarde de poniente en calma, algunos metieron su corto equipaje de subsistencia en individuales maletas de mano y subieron la pasarela cabizbajos, sin volver la vista atrás. El sol bajo deslumbra rostros serios, que miran a ninguna parte, sin fuerza ni ganas para las despedidas. Recuerdos de foráneos astilleros, cuarterones de picadura, piedras de mechero, de vidas y trabajo en el otro costado con parecido acento. Abatidos brazos se apoyan en barandas sin retorno en un tiempo de puntos finales. Unos niños contemplan la escena con el sentimiento adusto que quien barrunta años de distancias y separaciones.

Familiares y amigos se agolpan en el lado gibraltareño de la Verja en septiembre de 1975. Familiares y amigos se agolpan en el lado gibraltareño de la Verja en septiembre de 1975.

Familiares y amigos se agolpan en el lado gibraltareño de la Verja en septiembre de 1975. / Miguel Ángel del Águila

La verja cerrada

Seis años llevaba cerrada la puerta española de la verja cuando el fotógrafo se acercó hasta ella una mañana de domingo de septiembre de 1975. Bajo el farallón de piedra caliza cubierta de lentisco y acebuches; bajo las metálicas torres de luz del Victoria Stadium; bajo los cierros y ventanas construidas sobre cimientos de antiguas lagunas; bajo curvas farolas de hormigón que dibujan breves perspectivas; ante la visera con pilares de azulejos del puesto fronterizo británico, se agolpa una muchedumbre vigilada cada dos metros por un policía colonial. Todos miran hacia un norte que los dictámenes políticos han convertido en lejano y distante a pesar de la vecindad. Todos miran hacia el lado español de la verja, donde otra muchedumbre acude para establecer un diálogo de separados por la frontera.

En tiempos grises de dictadura y silencios; en tiempos sin correos electrónicos ni redes sociales, ciudadanos de Gibraltar intentan comunicarse con sus familiares que se apostan en el lado de La Línea. A gritos se transmiten las buenas y malas nuevas, se alzan los recién nacidos, se muestra el crecimiento de los más jóvenes y el paso de los años en cuerpos distantes. Eran llamadas sin auriculares, ni cobro revertido, pero casi todas respondidas. Fueron años a distancia, sin pandemia, pero también sin caricias, sin abrazos, con encuentros espaciados solo a través del costoso rodeo por Tánger. Mientras tanto, fueron creciendo las chimeneas y los desencuentros, los polos de desarrollo y las campañas de descrédito, las separaciones y los resentimientos, mientras se abrían paso los matojos en los bordes de una calzada que nadie pudo cruzar y las cadenas, los barrotes y candados solo permitían el paso constante del viento.

Carmen Ward, la primera persona en cruzar la Verja en su reapertura en 1982. Carmen Ward, la primera persona en cruzar la Verja en su reapertura en 1982.

Carmen Ward, la primera persona en cruzar la Verja en su reapertura en 1982. / Miguel Ángel del Águila

La verja abierta

Hubo que esperar siete años más para que se volviera a abrir la verja. Varios miles de personas se agolparon la madrugada del 14 al 15 de diciembre de 1982 entre vallas y cancelas. Centenares de periodistas y reporteros acudieron a La Línea en el momento en que volvió a hacerse franqueable la frontera. Uno de ellos fue Miguel Ángel Del Águila quien, como experto conocedor del entorno, ocupó una estratégica posición para captar el bullicioso e histórico momento.

La imagen está tomada desde el lado español y se observan a la izquierda los barrotes de la verja repintados tras la carcoma del levante y las prohibiciones. Flanqueando la entrada, las boinas de los policías nacionales que custodiaban el paso; a la derecha, los periodistas que cubren el acontecimiento. Micrófonos de bolsillo, cables en espiral, libros de notas, relojes japoneses reciben a una sonriente Carmen Ward quien, exultante, atiende a los medios tras ser la primera en cruzar la verja, pero Francisco Romo, un pintor de La Línea que iba detrás de ella y que vivía en Gibraltar en una caravana, fue quien que se inscribió en una historia que tantas veces se ha empecinado en intervenir en este territorio. Ajeno a los medios, con paso callado, no se entretuvo ante las cámaras y fue el primero en documentar su paso camino de la derribada focona. La fama siempre ha tenido un precio.

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