Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
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Las imágenes son tan impactantes como inquietantes. Desde una terraza en la costa de Orán (Argelia), un testigo graba cómo una narcolancha espera junto a las rocas mientras decenas de personas se arrojan al mar para alcanzar la embarcación que les llevará rumbo a España. El vídeo, difundido en la red social TikTok por Abdelillah Mouaici, retrata a la perfección la mutación de las redes del narcotráfico, que han encontrado en el tráfico de migrantes un negocio paralelo tan lucrativo como arriesgado.
En apenas unos segundos, el improvisado embarque pone en evidencia la logística de unas organizaciones criminales que hace tiempo dejaron de dedicarse únicamente a la droga. Ya no solo transportan cocaína, hachís o pastillas sintéticas: también trafican con personas, a las que cobran entre 6.000 y 10.000 euros por plaza en estas lanchas semirrígidas de alta velocidad, conocidas como narcolanchas o incluso pateras taxis.
El fenómeno no es nuevo, pero se multiplica en los últimos meses. Como ejemplos recientes, en mayo, una investigación conjunta de Vigilancia Aduanera y Policía Nacional desarticuló en Alicante una red integrada por argelinos y españoles que usaba los puertos deportivos como base de operaciones para estas travesías. En julio, bañistas del parque natural Cabo de Gata-Níjar (Almería) asistieron atónitos a la llegada de una narcolancha con una veintena de personas a bordo. Y en agosto, dos embarcaciones rápidas dejaron en Cala Chica (Almería) a casi 80 migrantes antes de regresar a Argelia para repetir el trayecto.
Las lanchas rápidas, diseñadas originalmente para mover grandes alijos de droga entre continentes, se han convertido también en pasarelas ilegales hacia Europa. Y las imágenes de Orán son solo un ejemplo más de cómo el negocio del narcotráfico y el tráfico de personas se entrelazan en el Mediterráneo.
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