Infraestructuras ferroviarias

El tren de Radicova

  • Las reuniones mantenidas en Algeciras por la Coordinadora del Corredor Mediterráneo han puesto en evidencia el retraso que acumula el proyecto en el Campo de Gibraltar

Gerardo Landaluce, presidente de la APBA, e Iveta Radicova, coordinadora del Corredor Mediterráneo, en la estación de Algeciras.

Gerardo Landaluce, presidente de la APBA, e Iveta Radicova, coordinadora del Corredor Mediterráneo, en la estación de Algeciras. / Erasmo Fenoy

La gira llevada a cabo esta semana en Algeciras por Iveta Radicova, coordinadora del Corredor Mediterráneo, ha servido para poder tener una foto fija y más o menos certera sobre el desarrollo de los trabajos que se llevan a cabo en la línea ferroviaria entre Algeciras y Córdoba, un cuello de botella que, como se viene denunciando desde hace décadas, cercena el desarrollo el Puerto de Algeciras y, por ende, la economía del Campo de Gibraltar.

Siendo sinceros, el papel de Radicova es limitado. Sin capacidad ejecutiva ni más autoridad que la moral sobre las autoridades nacionales de cada país, su figura es más bien la de un vigilante, un comisionado que en nombre de la UE hace un seguimiento del desarrollo de una infraestructura llamada a vertebrar Europa. La que fuera primera ministra eslovaca puede dar algún tirón de orejas diplomático y tratar de poner de acuerdo a las partes competentes en cada proyecto para que resuelvan sus posibles diferencias y definan plazos, pero poco más. Si una obra se ejecuta o no, ella misma lo subrayó, es cosa de cada Gobierno.

En Algeciras se ha fijado esta semana una suerte de calendario con dos fechas marcadas en rojo. Se trata de dos estudios informativos: el de la electrificación del tramo Algeciras-Bobadilla, que debería estar listo el próximo mes de noviembre, y de la tramitación ambiental del tramo Ronda-Bobadilla, cuyo plazo queda fijado para julio de 2023. Si ambos hitos se superan, crucemos los dedos, se habrán dado dos pasos clave que permitirán tirar cables y colocar traviesas para sustituir las colocadas hace más de un siglo por la Algeciras-Gibraltar Railway Company Limited.

La visita de Radicova ha servido, además, para que tanto ella como otros altos responsables del Gobierno -caso del coordinador del corredor en España, Josep Vicent Boira- conozcan in situ -¡por fin!- el kilómetro cero del corredor. Bien es cierto que Boira estuvo de paso en 2019 en el Campo de Gibraltar, aunque en aquella ocasión salió algo trasquilado tras una reunión con los agentes sociales de la comarca. Ahora, al igual que Radicova, ha visto el Puerto de Algeciras con sus propios ojos y ha podido comprobar que sus necesidades están más que justificadas. Que se apunte un tanto quien se le ocurrió la idea de traerles en tren desde Antequera, para que ambos pudieran disfrutar no solo de los paisajes, sino también de la velocidad del convoy, de la comodidad de los vagones y del traqueteo.

A finales de este mes, la presentación ante el Congreso de los Diputados del proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2023 dará una idea aproximada de si los compromisos del Gobierno y de la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, se sostienen o si son un puro farol. Sin dinero reflejado negro sobre blanco no hay proyectos, es obvio, pero también ocurre a la inversa. ¿Cuántas veces se han perdido millones escritos sobre el papel? A estas alturas de la película, la ciudadanía del Campo de Gibraltar tiene sobrados motivos para desconfiar de las promesas.

Hace años que, de la noche a la mañana y sin muchas explicaciones, se pasó de un proyecto de doble vía para permitir el paso simultáneo de trenes en sentido contrario -valorado en 1.300 millones de euros- a la modernización del trazado existente, de una sola vía, por 469 millones. No hace falta un gran esfuerzo para recordar el volumen de las obras desarrolladas en materia ferroviaria en el resto de España, especialmente en la parte catalana y levantina del Corredor Mediterráneo. Si las comparaciones son odiosas es porque suelen mostrar la realidad, en este caso insultante, con extrema crudeza.

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