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El marqués de Verboom, padre fundador de Algeciras (IV): La urbanización espontánea

  • Tras la reconquista de la bahía en el siglo XV, Algeciras no era un páramo desolado sino más bien un solar con grandes posibilidades de aprovechamiento explotadas por los gibraltareños

Topografía del centro de Algeciras, según el estudio de Óscar Sáez, modificado.

Topografía del centro de Algeciras, según el estudio de Óscar Sáez, modificado.

Como hemos visto en anteriores entregas de este artículo, tras su destrucción en 1375 y más de tres siglos convertida en unos campos y un recuerdo, la resurrección de Algeciras en el siglo XVIII tuvo su principal valedor en el Marqués de Verboom, el mas importante ingeniero militar del imperio en tiempos del Rey Felipe V “El animoso”.

Entre los proyectos de Verboom para Algeciras, el ingeniero tuvo en cuenta la importancia del puerto con su fondeadero, así como la necesidad de un recinto fortificado y de un trazado racional en cuadrícula para la nueva ciudad, como veremos en la siguiente entrega. En el periodo de la destrucción, esos tres siglos largos, las ruinas de Algeciras no fueron un vacío espacio-temporal total, desde los puntos de vista histórico, económico o incluso poblacional. La importancia geopolítica de Estrecho y Bahía motivaron que el espacio de las ruinas y su entorno fuesen teatro de movimientos militares y enfrentamientos navales que ya referiremos en otra ocasión, pues lo que ahora nos interesa es la economía, atendida por una mínima población.

Si la posición estratégica de las ruinas no las alejo del todo de los procesos históricos, el solar de Algeciras, dependiendo administrativamente de Gibraltar tras la reconquista de la bahía en el siglo XV, no era en absoluto un páramo desolado, tenía unas posibilidades de aprovechamiento que fueron ampliamente explotadas por los gibraltareños. Veamos de qué manera.

Algo de topografía

Si prescindimos de las edificaciones actuales y analizamos la topografía del casco antiguo, de sur a norte, vemos la plataforma de la villa vieja como una meseta poco elevada y bastante plana, a continuación, una llanura aluvial (el barrio de la Caridad, con la planicie de la Plaza Baja), unas cuestas con gran pendiente (Calles Colón, Juan de Muro, Real, etc.) y a continuación, bruscamente, los bordes de una elevada plataforma, la de la plaza Alta que pierde su altura poco a poco al avanzar más allá de las murallas medievales, hacia la depresión de la playa de Los Ladrillos, actual zona del Corte Inglés.

Esa plataforma, hacia la parte del mar, se cortaba bruscamente con unos acantilados, en cuyo pie está el actual Paseo Marítimo y hacia el oeste, o lado de tierra, se transformaba en una colina alargada, el actual barrio de San Isidro. Las laderas de éste descendían más abajo del actual Secano para fundirse con la llanura aluvial del río de la Miel. Ésta, limitada por la avenida Agustín Bálsamo y con el hoy soterrado río como eje, llegaba hasta el piedemonte de los cerros de la Piñera. Este escenario topográfico condicionó la formación de las ciudades o núcleos de las etapas antigua Portus Albus, Julia Traducta, tardoantigua (la Mesopotámenoi bizantina) o medieval, como al-Yazirat al-Hadra (norte del río) y al-Buniyya (sur del río, actual Villa Vieja), siendo realmente los dos espacios mas adecuados para el urbanismo las mencionadas plataformas.

Siglos olvidados pero productivos

En la colina norte (San Isidro), aquellas laderas relativamente a salvo del salino viento de Levante, o sea, en dirección al río, tenían en sus zonas menos escarpadas cultivos típicos de secano, perdurando todavía precisamente como topónimo el secano, para referirse a esa parte de la ciudad. Las zonas expuestas al levante o las más altas de poniente eran aptas para la cría de ganado, bovino en laderas suaves, ovino en pendientes mayores y caprino en las más escarpadas y agrestes. El ganado porcino pudo estar a la montanera o prácticamente en libertad cuando la ciudad estaba destruida, pero la crianza controlada aumentaría con el establecimiento de población, así como la avicultura. Existen indicios de apicultura y de una pequeña industria de fabricación de cera al principio de la repoblación, que pudo haberse iniciado mucho antes.

Detalle de un plano de la “Serie Verboom”, en el cual son visibles, además de las murallas medievales, la fortificación proyectada por Verboom, y los caminos que atravesaban el mar de ruinas, así como algunos cortijos. Detalle de un plano de la “Serie Verboom”, en el cual son visibles, además de las murallas medievales, la fortificación proyectada por Verboom, y los caminos que atravesaban el mar de ruinas, así como algunos cortijos.

Detalle de un plano de la “Serie Verboom”, en el cual son visibles, además de las murallas medievales, la fortificación proyectada por Verboom, y los caminos que atravesaban el mar de ruinas, así como algunos cortijos.

      

El mismo plano, en el que se han reforzado los caminos y cortijos representados. El mismo plano, en el que se han reforzado los caminos y cortijos representados.

El mismo plano, en el que se han reforzado los caminos y cortijos representados.

En la plataforma de la plaza alta, la superficie plana facilitaba la roturación, pero en los siglos de la destrucción, existía el inconveniente de la abundancia de piedras, en unión de las ruinas emergentes de la zona mas urbanizada de la ciudad medieval, por lo tanto no era un espacio eficiente para cultivos homogéneos de gran superficie. En las laderas hacia en sur (zona de las cuestas) la fuerte inclinación y la escorrentía dificultaban el laboreo, dedicándose estas pendientes a la ganadería. En la plataforma de la actual Villa Vieja, las condiciones para la roturación eran mejores y está comprobado su aprovechamiento agrícola, incluso de regadío, por medio de pozos hasta finales del siglo XIX, cuando se inició la urbanización de esa meseta y la transformación de los espacios agrícolas en jardines (Hotel Cristina y Villa Smith).

Las vegas del río de la Miel y Getares

Desde tiempo inmemorial, las huertas del río fueron intensamente explotadas, incluso en los siglos en que la ciudad estaba destruida, suministrando verduras y frutas a Gibraltar, Ceuta y los buques de paso, en los siglos XVI y XVII, y en el suministro a Ceuta la renaciente Algeciras sustituyo en el siglo XVIII a Gibraltar. La última huerta de la vega baja no desapareció hasta los años 80 del siglo XX y hasta el final se mantuvo la secular calidad de los productos hortícolas. Hay vestigios en las fuentes sobre cultivos intensivos como el lino, y el aprovechamiento de ciertas zonas, tan integral que hubo protestas por que las plantaciones entorpecían el transito por caminos y cañadas.

Curiosamente, al igual que la vega del río de la Miel, los terrenos de Getares tuvieron gran importancia pero en cuanto a ganadería, y se ha conservado en algunos archivos documentación sobre una intensa actividad económica. Estas actuaciones de cara a la propiedad y explotación de los terrenos informan sobre las propiedades en que estaban divididas las ruinas, sus dueños o arrendadores y la explotación agropecuaria, tanto en el interior del antiguo recinto urbano como en la periferia de la perdida ciudad.

Cortijos fortificados

En los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, la vida en las costas era muy peligrosa por el riesgo de los piratas berberiscos, que desembarcaban sorpresivamente para apresar y llevar a sus víctimas a África y allí, si no podían ser rescatadas, terminaban en régimen de esclavitud. Esta amenaza se combatía con la marina real y una red de torres vigía, de las cuales en Algeciras se conocen las de Torrealmirante, D. Rodrigo, San García, Punta Carnero, El Fraile, etc. Pero esa protección era insuficiente y los pocos que se atrevían a vivir junto a la costa, lo hacían en unos pocos cortijos fortificados, con bóvedas a prueba de incendio e incluso con puertas blindadas, como testifican viajeros como Raimundo de Lantery en 1677: "(…) y vinimos a dormir en una de aquellas caserías que hay junto a las ruinas de Algeciras, y como llegásemos de noche, tuvimos gran trabajo por que nos abrieran las puertas, que son forradas de hierro, por estar muy ocasionado a invasiones de moros, como está la costa de ellos tan cerca y estar dichas casas muy desamparadas (…)".

La pérdida de Gibraltar y su escasa incidencia poblacional en Algeciras

La historiografía tradicional ha repetido mucho que la pérdida de Gibraltar en 1704 provocó la salida de sus habitantes y la creación de Los Barrios, San Roque y Algeciras, pero en este último caso, pocas personas se asentaron en las ruinas. Los escasos cortijos fortificados, como el de Varela (en la actual calle Radio Algeciras), acogieron algunos grupos poco numerosos y otros, en lamentable estado de indigencia y abandono, sobrevivieron como pudieron en campo abierto. Algunos asentamientos nada tenían que ver con las ruinas de la ciudad medieval, como en el caso del grupo instalado al final de la actual cuesta de la Bajadilla, acogido a las feraces “huertas de España”. Este era un enclave agrícola de la vega, situado concretamente en el margen izquierdo del río de la Miel.

Plano de la “Serie Verboom” con los caminos ya transformados en calles y edificación en sus bordes. Son apreciables las plazas, creadas espontáneamente al adaptarse a lo preexistente. Plano de la “Serie Verboom” con los caminos ya transformados en calles y edificación en sus bordes. Son apreciables las plazas, creadas espontáneamente al adaptarse a lo preexistente.

Plano de la “Serie Verboom” con los caminos ya transformados en calles y edificación en sus bordes. Son apreciables las plazas, creadas espontáneamente al adaptarse a lo preexistente.

Otro grupo sí se instaló intramuros, en el “Pozo del Rey”, situado en la confluencia de las actuales calles Tarifa y Felipe Antonio Badillo. Aquellos pequeños asentamientos apenas incrementaron la potencia demográfica del “Lugar de las Algeciras” y nada significaron para su urbanismo. Desde ese momento, y hasta la aparición en escena del dinámico Verboom, el incremento poblacional fue mínimo, pues el lugar seguía careciendo de suficientes atractivos económicos para provocar una instalación masiva. Para los viajeros como Jean Baptiste Labat, en 1705, Algeciras solo era: "(…) un montón de piedras… sólo se ven algunos tugurios diseminados, aquí y allá, en medio de una infinidad de ruinas (…)".

Sin embargo ya en 1714 van llegando tímidamente más repobladores, según el curioso testimonio de Fray Alonso Guerrero: "A las ruinas de este sitio se han acogido hasta 50 vecinos y para la fabricación de sus habitaciones, cavando la tierra, descubren solares de ladrillos y de azulejos vistosos y muchos bovedados (…)".

Esto nos ilustra sobre lo que fue la tónica general para la instalación de los repobladores espontáneos, el aprovechamiento de las ruinas medievales, tanto para cimentación como para extraer material de construcción.

La repoblación masiva y el improvisado trazado urbano

Como hemos visto en una entrega anterior, la noticia del sondeo del fondeadero organizado por Verboom y las ideas de crear puerto y ciudad corrieron por toda España e inesperadamente la llegada de repobladores, que había sido mínima, se transformo en masiva. Esa avalancha de gentes deseosas de trabajar y hacer fortuna se instalo sobre las ruinas y la nueva ciudad reorganizo su trazado urbano de forma orgánica, espontánea y popular.

De la ciudad medieval, las calles menores y los callejones habían desaparecido en su mayoría, sepultados por los escombros de sus casas y la sedimentación posterior. Pero no había sido así con las calles más importantes, con origen muy antiguo y que por su anchura y trazado sobrevivían desde la antigüedad y se adaptaron a los cambios. Las dos calles más antiguas de Algeciras son la Calle Alfonso XI o del Convento y la calle Tarifa, que formaban el eje de la ciudad medieval con un fuerte punto de inflexión en la plaza baja. La primera había sido una vía romana que, bordeada de yacimientos, desde la avenida Capitán Ontañón discurría por la calle Convento, atravesaba la Plaza Alta y por la actual calle radio Algeciras llegaba al puerto, y en la actual Plaza Baja giraba en 90º y ya como calle Tarifa más allá de la Plaza de Juan de Lima, salía por la Puerta de Tarifa y, de allí, un ramal atravesaba hacia el sur el puente del río de la Miel y otro conducía a la vega. Esas calles primero fueron caminos, luego calles de la ciudad medieval y en los siglos en que estaba destruida, otra vez caminos rurales entre las ruinas, volviendo a ser calles desde el siglo XVIII hasta hoy.

Aparecen dos grandes plazas, la Alta y la Baja, originadas al no haber en ellas ruinas donde edificar, pero sí en sus bordes. La manzana de mayor tamaño y posiblemente una de las mas antiguas es la comprendida entre el antiguo Gobierno Militar (cuartel de Caballería a principios de Siglo XVIII) y la plaza baja o del mercado, sin ruinas donde edificar porque hasta 1375 había sido un puerto interior. Otras calles de la ciudad medieval fueron reutilizadas, como la parte alta de la calle Jerez o Ventura Morón, o las calles Teniente Serra o Rafael de Muro, sin olvidar la plazoleta de San isidro, condicionada por los edificios medievales allí existentes o la calle teniente Miranda, paralela a la muralla o la ronda de esta, el mencionado Secano, entre otras vías y espacios urbanos condicionados por el trazado medieval, como Segismundo Moret (Banda del Río), Cayetano del Toro (calle Alameda) o la Avenida de Blas Infante. Pero en unión de este trazado, que tiene una cierta lógica, existía un caos de edificaciones que horrorizó a Verboom cuando regresó a Algeciras y que intentó solucionar, como veremos en la próxima entrega de este artículo.

  • Autor: Carlos Gómez de Avellaneda Sabio. Asociación Cultural La Trocha y Sección II del Instituto de Estudios Campogibraltareños.
  • Ilustración e infografía: Soledad Gómez de Avellaneda Díaz.

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