No nos conformamos
Al sur del Sur
Cuando la vía del tren se electrifique, seguiremos contando con una única conexión ferroviaria, con ancho europeo a medias, sin nuevo trazado, sin doble vía y sin velocidad alta
El tren de Ronda a Bobadilla tendrá pasos subterráneos para fauna y catenarias enfundadas para proteger a las aves
La publicación días atrás, en el BOE, de la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) del proyecto de electrificación del tramo ferroviario que une Ronda y Bobadilla representa un paso clave para la culminación de un larguísimo proceso iniciado nada menos que hace 79 años. Lo recordaba en Europa Sur uno de los sabios del lugar, Juan Ureta, un gallego enamorado de estas tierras sureñas que fue impulsor y presidente del Propeller Club de Algeciras y que hoy lidera la plataforma Andalucía Bay 2030, desde la que, entre otras cosas, se hace un seguimiento al día de la calamitosa situación de la red de transportes del Campo de Gibraltar.
En 1946, decía Ureta, el Ministerio de Obras Públicas aprobó el Plan General de Electrificación de los Ferrocarriles Españoles, por el que en el plazo de doce años (es decir, no más allá de 1958) debían haber estado electrificados los 4.500 kilómetros de la red ferroviaria nacional. Ahora y al fin, con la DIA en la mano, el Gobierno tiene ya vía libre para la aprobación definitiva del estudio informativo de dicha obra, abordar el proyecto de licitación y dar paso a la ejecución de los trabajos. Estamos hablando, ojo, de un tramo de tan solo 74 kilómetros que a lo largo de décadas ha venido siendo y es un cuello de botella que ahoga el desarrollo de nuestra comarca a todos los niveles.
No creo, sin embargo, que podamos sentirnos ni mucho menos contentos por lo conseguido. Cuando la vía del tren se electrifique -dudo que sea a lo largo de 2027, como promete el ministro Óscar Puente- seguiremos contando con una única conexión ferroviaria con el resto de España a través de una sola vía -a la que se le habrá añadido eso tan cursi del tercer hilo para hacer posible tener el ancho europeo-, sin posibilidad, por tanto, de hacer compatible la circulación simultánea y ágil de dos trenes en sentido contrario. Sí, en teoría, habrá apartaderos que permitirán que un convoy se eche a un lado, por así decirlo, cuando venga otro de frente, pero eso no deja de ser un parche que no oculta la realidad: el incumplimiento sistemático de aquella promesa de que tendríamos un tren de ancho europeo, con un nuevo trazado, con doble vía y de velocidad alta.
No. No nos conformamos con este tren que nos prometen mientras otros puntos cardinales del mapa del transporte peninsular cuentan con más de una conexión ferroviaria para evitar su aislamiento, en el caso de que una de ellas se corte. Hablamos, especialmente, de Barcelona y Valencia, más Lisboa -por medio de Sines-, cuyos puertos crecen desde hace años a costa del castigo en materia de inversiones que padece Algeciras. Lástima que la Junta de Andalucía descartase construir una vía de tren paralela a la A-381 de Los Barrios a Jerez y que el tren litoral de la Costa Sol, de Algeciras a Nerja, además de tarde, se plantee más como una solución a los problemas de movilidad de la provincia de Málaga que como una necesidad imperiosa, al mismo nivel, del Campo de Gibraltar.
No es casualidad tampoco que nuestra comarca sea el único punto de España donde la AP-7 o la A-7 pierde alguna de esas denominaciones; aquí, los carteles con la denominación N-340 son inamovibles desde tiempos muy remotos en los 74 kilómetros que separan Algeciras y Vejer. Más de una hora larga se tarda en recorrer ese jalón de carretera cuyo alto índice de accidentalidad se pretende resolver únicamente con más radares y más rotondas, como las siete diseñadas entre Tarifa y Vejer y cuya construcción no va a ir pareja al desdoblamiento de la calzada. ¿Cómo se pretende desarrollar toda esa zona con múltiples hoteles y nuevas áreas residenciales si apenas hay capacidad para absorber el actual tráfico de vehículos?
Todo lo descrito en las líneas anteriores es de sobra sabido, pero conviene subrayarlo de vez en cuando. Ya solo faltaba que, además de agraviados, se nos tomase por dóciles, ignorantes, olvidadizos o muditos.
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