Historias de Algeciras

La medicina (LXIX)

  • ¿Qué intereses espurios se escondían detrás de una partida de trigo en mal estado y una enferma protegida en la Algeciras de finales del siglo XIX?

En el puerto algecireño se descarga el llamado trigo averiado.

En el puerto algecireño se descarga el llamado trigo averiado.

Y mientras las autoridades sanitarias provinciales se limitaban a exigir el cumplimiento de circulares y normativas bajo la amenaza de posibles sanciones al consistorio que las incumpliese, la rutina sanitaria en nuestra ciudad seguía su curso. Fruto de las lógicas inspecciones preventivas, surgió la siguiente denuncia presentada ante la Alcaldía algecireña: “Habiéndome encontrado al hacer la matanza, un borrego muerto y una oveja con síntomas bastante alarmantes he creído conveniente que autorice VS su cremación, tanto de las carnes como de la piel por sospechar sean de enfermedad contagiosa de epizootia en el ganado lanar y sean los primeros casos que se presentan y para cumplir honrosamente con el cargo que me tiene confiado, lo pongo en conocimiento de VS para salvar las responsabilidades consiguientes. Dios Guarde á VS mº. Años. El Veterinario: Manuel Alba. Al Sr. Alcalde Constitucional de esta Ciudad”. Los peligros ante la presencia o rebrote de alguna epidemia en aquella Algeciras con tantas deficiencias sanitarias de toda índole, hacía necesaria tomar estas medidas de precaución.

Pero volviendo al engranaje administrativo sanitario esclavo de circulares, ordenes y reglamentos, un nuevo organismo viene funcionando desde los primeros años del nuevo siglo, como es la llamada Comisión Permanente de la Junta Regional de Sanidad del Campo de Gibraltar. Extraño ente, cuyo objetivo de coordinación comarcal requería la comunicación entre los diferentes municipios centralizándose la información en Algeciras, ciudad elegida para ejercer la presidencia de la citada en la figura de su Alcalde, bajo la supervisión del Gobernador Militar del Campo y funcionando del siguiente modo: “Gobierno Militar del Campo de Gibraltar. E.M. Delegación Especial del Ministerio de la Gobernación para el Sr. Alcalde-Presidente de la Comisión Permanente de la Junta Regional de Sanidad del Campo de Gibraltar. El Alcalde Constitucional de Castellar de la Frontera en 29 de Septiembre pasado, me dice: Excmo. Sr. Tengo el honor de poner en el superior conocimiento de VE que el día 22 de este mes se ha posesionado del cargo de Médico Titular propietario é Inspector Municipal de esta Villa al Licenciado en Medicina y Cirugía, Don Francisco Álvarez Liñán, que ha sido nombrado por la Junta Municipal de mi presidencia en sesión celebrada el 20 del actual por haber sido el único solicitante que ha concurrido al concurso público anunciado por este Ayuntamiento con sujeción al Reglamento de 11 de Octubre de 1904. Tengo el gusto de trasladar á VS para su conocimiento y efectos ulteriores. D. g. m.a. Recibí Pérez Petinto (Secretario)”. Es decir, los alcaldes de la comarca debían transmitir al Ayuntamiento de Algeciras, través del Gobierno Militar, cualquier novedad en materia sanitaria que se produjera en su municipio; en definitiva, reflejaba por enésima vez –y que en el pasado algún que otro enfrentamiento había producido entre instituciones de diferente naturaleza–, la impronta castrense que desde siglos atrás imperaba sobre los ayuntamientos de la zona, siendo elegido el Ayuntamiento algecireño para tal presidencia por compartir localidad con el ente militar comarcal.

Este nuevo engendro administrativo duplicaba las funciones dado que no eliminaba las competencias ejercidas por los organismos sanitarios instalados en la capital de la provincia, evitando la posible autonomía sanitaria comarcal.

En otro orden de asuntos, las autoridades sanitarias conjuntamente con la alcaldía local, de modo extraordinario habían de hacer frente en cumplimiento de la normativa al respecto a temas relacionados con la sanidad, pero dentro del ámbito de la privacidad: “El Alcalde que suscribe remite el informe prescrito en el Real Decreto de 19 de Mayo de 1885, como sigue: No tiene conocimiento alguno de que la Señora Doña Cristina G. V. haya cometido actos ni dado señales, al menos en público dónde se le ve con frecuencia, que haga sospechar en ella un estado anormal ó vesánico, sabiendo únicamente por ser ello de dominio público que es una señora acostumbrada al uso de la morfina. El Alcalde”. Incluyéndose anotación en la que se reseña: “Es minuta (borrador) del informe emitido en la instancia de D. Joaquín P.C. para la hospitalización de su esposa en un establecimiento de anormales […] El Secretario Pérez Petinto”. El citado informe se componía previamente de los siguientes escritos: “Minutas de las diligencias instruidas en esta Secretaría de mi cargo, á virtud de la instancia presentada por Don Joaquín P. C. para la hospitalización de su esposa Doña Cristina G. V. en un establecimiento de anormales. Entrada la instancia á la que acompaña certificación Médica de los Profesores Don Rafael Ramírez y Don José Zurita [...] Terminación del expediente el día 27 del mismo mes […] el cual se entregó juntamente con las instancias de Don Joaquín P. C. y certificación que le acompañaba, á Don Joaquín P. (hijo), por cuyo conducto tuvo entrada en esta oficina. El Secretario Pérez Petinto”. Finalizando el citado expediente, se traslada escrito al subdelegado de Medicina del Partido en los siguientes términos: “Tengo el gusto de remitir á Vd. la adjunta instancia de Don Joaquín P. C. y certificado que le acompaña, á los efectos del informe que previene el artículo 3º del Real Decreto de 19 de Mayo de 1885. Dios g. m. a. […] El Alcalde Presidente”.

Desde Utrera se manda telegrama a la alcaldía algecireña avisando del trigo averiado. Desde Utrera se manda telegrama a la alcaldía algecireña avisando del trigo averiado.

Desde Utrera se manda telegrama a la alcaldía algecireña avisando del trigo averiado.

Pero volviendo a la reseñada actividad de la Comisión Permanente de la Junta Regional de Sanidad del Campo de Gibraltar, comentar que además de interrelacionar administrativamente a los ayuntamientos de la comarca, centralizando la información en el consistorio algecireño, bajo la sombra de la Comandancia General del Campo de Gibraltar, los asuntos tratados implicaban a otros organismos haciendo aún más farragoso el procedimiento, tal y como aconteció con cierta mercancía en mal estado descargada en el puerto algecireño: “Inspección Regional de Sanidad del Campo de Gibraltar. En el muelle de este puerto hay depositado una partida de trigo averiado consignada á Don Saturnino Oncala de esta localidad declarada inútil para la panificación y útil para fines industriales, por una Comisión designada al efecto. Más como la citada mercancía por el estado de fermentación en que se encuentra desprende emanaciones y gases pestilentes que son molestos para el vecindario y pueden ser lesivos para la salud pública, con esta fecha me dirijo al interesado para que retire aquella con urgencia del lugar en que se encuentra y lo almacene donde tenga por conveniente, siempre que no sea á menos de 500 metros de poblado, dando cuenta á esta inspección del lugar elegido, así como de la salida de todo ó en parte de este término municipal del producto referido. Y entendiendo el que suscribe procede vigilar estos extremos y si se le dá ó no á dicho cereal el destino y la aplicación consignados. Tengo el honor de comunicar á VS para su conocimiento, efectos consiguientes, esperando se digne disponer que por los agentes de su autoridad […] ejerza aquella debidamente y de que en similares casos puedan tomarse las medidas á que hubiere á lugar. El Inspector al Sr. Alcalde Presidente del Ayuntamiento de esta Ciudad”.

Y mientras el producto averiado seguía fermentando y poniendo en peligro la salud pública, la comunicación escrita seguía su recorrido, siendo registrado posteriormente en el ayuntamiento y posterior traslado a la Alcaldía, que una vez leído generó de su máxima autoridad el siguiente decreto: “Recibida la presente comunicación, regístrese y dé su contenido dése traslado al Sr. Consignatario para que proceda á retirar el trigo en el día de mañana”. Ampliándose con ello el peligro 24 horas más. Cuatro meses más tarde, el citado trigo en mal estado fermentado y de más que posible peligro para la salud pública, aún se encontraba en nuestro término municipal, localizándose en las afueras de la ciudad: “Inspección Regional de Sanidad del Campo de Gibraltar. En Agosto me informó que había autorizado á Don Saturnino Oncala para retirar el trigo que tenía depositado en terrenos de su propiedad, sito en la Dehesa del Acebuchal para embarcarlo con destino á Valencia y como ha pasado un tiempo prudencial para que se haya llevado á cabo el embarque, ruego á VS en caso de que se haya efectuado me lo comunique con los detalles que expresaba su citado oficio, para que por esta Ynspección se tomen las medidas sanitarias de efectos ulteriores […] Al Sr. Alcalde Constitucional de esta Ciudad”.

Todo el procedimiento se había originado por la previa denuncia que se realizó mediante telegrama al Ayuntamiento algecireño desde la población sevillana de Utrera textualizando el comunicado: “Suplico informe Junta Municipal Sanidad que declaro trigo facturado á Rafael Viguera de ésta peligroso para la salud aún cuando solo sea estancia dentro población”. Cabe preguntarse ¿que estaba ocurriendo con el trigo averiado?, la opinión pública denunció: “Un tema vuelve a los corrillos de los algecireños, muy críticos y muy molestos con la Junta de Sanidad Local, tratándose la cuestión del trigo en mal estado –o averiado, como se le llamó popularmente-, que se intentó colocar en nuestra ciudad […] impedido gracias a la intervención de un gran algecireño, como fue el conocido industrial Saturnino Oncala de la Vega”. La actitud de este reconocido industrial se había hecho pública: “Sin ser comprador, interviene en la cuestión de los trigos traídos a Algeciras, sentía una verdadera pesadumbre. Había tratado de intervenir para que la Junta de Sanidad, haciendo un minuciosos reconocimiento diere el dictamen declarando cual trigo era seco y bueno, y cual otro, estaba mojado y era malo para la alimentación. ¡Inútilmente¡. Todo el trigo fue declarado en estado de fermentación y cumpliendo órdenes de la autoridad, fue depositado en el Acebuchal”.

La queja del bueno de don Saturnino se basaba en lo siguiente: “En el Acebuchal existe una importante cantidad de trigo en inmejorables condiciones para el consumo, almacenado y apilado en habitaciones del cortijo y perfectamente aislado del otro en fermentación que se solea a la intemperie; quejándose don Saturnino de que ¿por qué no vino el trigo separado?. Don Saturnino, sensible a la realidad social del momento y a la necesidad de los algecireños, se preguntaría, como no pocos de nuestros paisanos ¿a quién le estaría beneficiando que el precio del trigo siguiera por las nubes, mientras que en un almacén de la Acebuchal había almacenado una buena cantidad que puesta en circulación haría bajar el precio del mismo?. Ni los asiduos a la chocolatería y buñolería La Victoria, o los de la freiduría de Laureano Soto, en la calle Real, dejarían en modo alguno de comentar el affaire del trigo averiado, como era conocido por todos” (Tapia Ledesma, Manuel. Historias de Algeciras IV. Capítulo XIX, Pág. 108. Ed. Imagenta 2018).

Una enferma protegida

Por aquellos días de “relajación” en la inspección del trigo, llama la atención de los algecireños la constante presencia de un guardia municipal a las puertas de una fonda en la calle Ángel: “Se habla de un caso de peste, de tifus, de viruelas, hasta de sarampión –según se denunciaba– en aquella casa hay una enferma gravísima casi moribunda. La mujer se niega a ir al hospital alegando que otros médicos dictaminan que está sana, pero alguien está interesado en lo contrario. Esa mujer tiene un protector que le permite recibir asistencia en su habitación”. ¿Quién era aquella señora? ¿Quién pagaba los servicios médicos a la supuesta enferma? ó ¿quién era su secreto protector? Hecho público el asunto, el guardia desapareció al día siguiente de la puerta de la pensión y con él la presencia de la tal señora sin que del tema se hablara más. De regreso al trigo en mal estado, días más tarde y gracias a la ineficacia del recién creado ente comarcal de sanidad, la Junta Local o a la falta de celo en las autoridades militares, aparece en Ceuta una partida proveniente de Algeciras de trigo averiado.

En aquellos tiempos, las tropas que luchan en la guerra del Rif no son nada exigentes con los alimentos que se les proporciona, y como expresó Arturo Barea en su conocida obra: La Forja de un Rebelde II, en la que analiza en profundidad los entresijos cuarteleros durante la guerra norteafricana, el autor pone en boca de uno de sus personajes la siguiente frase: “La mierda que no mata, engorda”. Dos temas –cereal averiado y enferma protegida–, con un vínculo aparentemente común como es el sanitario; aunque todo parece apuntar a que la sanidad –en ambos casos– no dejar de ser una cortina con la que tapar intereses espurios. Pero esa es otra historia.

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