30 años del IECG

La herriza: la Cenicienta del Parque Natural

  • Los brezales densos, tradicionalmente considerados de suelos poco desarrollados o improductivos, poseen una entidad propia como tipo de vegetación Mediterránea

Un paraje de herrizas.

Un paraje de herrizas.

Las herrizas son brezales densos y de escaso porte, generalmente desprovistos de cobertura arbórea. Se asocian a suelos poco desarrollados, derivados de areniscas oligo-miocénicas, caracterizados por su acidez, pobreza en nutrientes y niveles elevados de aluminio soluble. Estos suelos se encuentran principalmente en las cumbres y crestas de las sierras y cerros de areniscas, desde Cortes de la Frontera a Tarifa, y constituyen auténticas islas edáficas en un mar de margas, limos y arcillas, sustratos mucho más frecuentes en el conjunto de la Cuenca Mediterránea.

Las herrizas se diferencian claramente de los bosques y matorrales mediterráneos circundantes, tanto en su composición y diversidad de especies como en su abundancia de taxones endémicos, asociados a la naturaleza del sustrato y la relativa suavidad del clima de la región. Pero lo más destacable de estas comunidades no son sus niveles de diversidad y endemismo, sino la singularidad de los patrones y procesos que han determinado esta biodiversidad.

A pesar de todo, las herrizas han sido consideradas tradicionalmente como lugares improductivos de escaso valor. No han sido, hasta la fecha, merecedoras de una mirada de atención por parte de gestores y conservadores más allá de la de ser consideradas como etapas de degradación o “matorral de sustitución” de comunidades “climáticas” de bosque.

Introducción

El Parque Natural Los Alcornocales es de sobra conocido por su diversidad y singularidad de especies vegetales, mayoritariamente asociadas a los canutos de gargantas angostas y a los quejigares de valles umbríos. Estas formaciones albergan poblaciones aisladas de especies que tuvieron una distribución más amplia durante el Terciario, antes de la aparición del clima mediterráneo, y constituyen sus valores florísticos y paisajísticos más conocidos.

Un paraje de vegetación baja. Un paraje de vegetación baja.

Un paraje de vegetación baja.

Sin embargo, el Parque incluye otro tipo de vegetación, mucho más extendido localmente, pero no menos singular: la herriza. “Herriza” es un término local para denominar los brezales densos y de escaso porte, generalmente desprovistos de cobertura arbórea. Se desarrollan sobre suelos poco desarrollados, pobres en nutrientes, de acidez elevada y con niveles elevados de aluminio soluble, un elemento tóxico para las plantas.

Aparecen principalmente en las cumbres y crestas rocosas de las formaciones de areniscas oligo-miocénicas de las sierras del Aljibe, mayoritariamente incluidas dentro de los límites del Parque Natural Los Alcornocales. Las plantas leñosas dominantes en estas comunidades son la robledilla (Quercus lusitanica), los brezos (Calluna vulgaris, Erica australis y E. scoparia), las jaras (Cistus populifolius, Halimium alyssoides) y las aulagas (Genista spp., Stauracanthus boivinii).

Una preciosa joya...

A pesar de la existencia de conexiones florísticas con los brezales europeos, los niveles elevados de diversidad y endemismo confieren a las herrizas una entidad propia como tipo de vegetación Mediterránea. A pesar de que los niveles de diversidad y endemismo de las sierras del Aljibe no son los más elevados de la Península Ibérica (sobresaliendo Sierra Nevada y Pirineos como los dos principales “puntos calientes” de biodiversidad vegetal), éstos no dejan de ser muy notables.

Además, F. Ojeda y colaboradores han destacado recientemente dos aspectos del endemismo vegetal de estas sierras que merecen ser tenidos en consideración y que van más allá de los meros números. En primer lugar, los niveles de endemismo más elevados se encontraron en los brezales sobre los suelos más pobres y con niveles elevados de aluminio... ¡las herrizas!

Ello quiere decir que el endemismo ocurre por aislamiento edáfico, a diferencia del patrón de endemismo más frecuente en Europa y la Cuenca Mediterránea, asociado principalmente al aislamiento orográfico (endemismo de alta montaña). Dichos niveles de endemismo fueron comparativamente superiores a los estimados para la flora de dos localidades circundantes (sierras subbéticas de Sevilla y Sierra de Mijas) de características climáticas y orográficas (altitud) semejantes, pero de características edáficas diferentes.

Un paraje de herrizas. Un paraje de herrizas.

Un paraje de herrizas.

En segundo lugar, el endemismo en estos brezales está marcadamente asociado al componente arbustivo, contrastando también notablemente con la dominancia de plantas herbáceas perennes y subfruticosas entre las especies endémicas de alta montaña. En resumen, los niveles de diversidad y endemismo de las herrizas son notables aunque no son los más elevados de la Península Ibérica. Sin embargo, los patrones de endemismo mencionados anteriormente reflejan la singularidad de los procesos que han originado este endemismo, no sólo en la Península Ibérica, sino en el conjunto de la Cuenca Mediterránea, un aspecto que incrementa, o debería incrementar, su valor de biodiversidad.

Patrones semejantes de biodiversidad vegetal han sido detectados en un tipo de brezal mediterráneo muy alejado de esta región: el fynbos de la región sudafricana del Cabo, aunque los niveles de diversidad y endemismo son mayores en el fynbos.

...ajada y menospreciada

Las herrizas han sido tradicionalmente consideradas como lugares improductivos de escaso valor económico y paisajístico debido a la práctica ausencia de vegetación arbórea y a la pobreza de los suelos sobre los que se desarrollan.

La mayoría de los estudios botánicos en la región de numerosos biólogos y naturalistas han ignorado estos brezales aljíbicos de cumbre o Ios han considerado como meros estadías o etapas de “degradación” del bosque. Dichos estudios, a pesar de su rigor botánico e indudable valor científico en la mayoría de los casos, no han contribuido a rescatar estos brezales del menosprecio; más bien al contrario, han señalado a las herrizas, de forma consciente o inconsciente, como zonas susceptibles de ser “regeneradas, reforestadas y restauradas”, para así reencontrarse con el “bosque climático”. Aquel de la ardilla, ¿se acuerdan? El concepto de “clímax” en ecología de comunidades de plantas ha sido muy criticado por muchos ecólogos, ya que asume una visión erróneamente estática y predecible de la vegetación.

Es cierto que la pérdida de árboles en el alcornocal conlleva un aumento de la erosión del suelo y afloramiento de la roca madre. Cuando este sustrato lo constituyen areniscas del Aljibe, es rápidamente colonizado por especies leñosas características de las herrizas, como Satureja salzmannii, Drosophy llumlusitanicum, Thymelaea villosa, Genista tridens, G. tridentata o Calluna vulgaris, la mayoría de ellas especies restringidas a la región del Estrecho de Gibraltar, auténtica sjoyas botánicas por su rareza geográfica aunque algunas no reconocidas (e.g. Satureja saltmannii, Genista tridens) por su abundancia local. Del mismo modo, Erica andevalensis, una de las joyas botánicas andaluzas reconocidas, ha visto incrementada su presencia en la comarca del Andévalo favorecida por una explotación minera agresiva desde la época de los Tartesos, colonizando escombreras y orillas de ríos cargados de escoria.

Las herrizas de laderas deforestadas pueden y deben ser reforestadas, más aún cuando el alcornocal es un valioso recurso económico. Pero la política de reforestación ha ido mucho más allá, repoblando de alcornoques y pinos donde probablemente nunca los hubo: en crestas y cumbres expuestas. En un trabajo reciente se mostraron los efectos negativos que las repoblaciones de pinares, sobre todo usando Pinus pinaster, tienen sobre la diversidad florística y estructural de las herrizas, además de las posibles (no estudiadas) consecuencias negativas para la fauna asociada al brezal. La mayoría de dichos pinares son hoy densos bosques abandonados- no son rentables- con poco mas que pinos.

Al César lo que es del César

No pretendo aquí, ni mucho menos, cuestionar el incalculable valor biológico y paisajístico de los alcornocales, quejigares y canutos que pueblan las sierras de areniscas de ambos lados del Estrecho de Gibraltar, cuyos ejemplos mejor conservados se encuentran en el Parque Natural Los Alcornocales. Sin embargo, sí quiero subrayar que las herrizas de la región del Estrecho de Gibraltar, cuyos ejemplos mejor conservados también se encuentran en el Parque Natural Los Alcornocales, no son en modo alguno manchas de vegetación degradadas y sin valor de conservación, susteptibles de ser reforestadas y restauradas. Más bien al contrario, son formaciones de vegetación de un enorme valor paisajístico -¿habéis paseado por las cumbres de la Sierra de la Luna, la Sierra del Niño o el Pico del Aljibe?- y de biodiversidad. Merecen ser tenidos en cuenta con nombre propio en las políticas de conservación de la UE y la IUCN.

Artículo publicado en el número 27 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños (octubre 2002).

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios