Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Crónicas de la prosperidad compartida
Existe una particularidad de la ciudadanía gibraltareña bien conocida en la comarca, pero que escapa a aquellos más legos en la cuestión y que tiene su relevancia a la hora de tratar cualquier parámetro relacionado con la colonia: la potencia colonial siempre ha tratado a los colonos como ciudadanos de segunda clase. Evidentemente ese trato ha evolucionado, pero a día de hoy aún quedan huellas.
Para ilustrar esto aún puede encontrarse una fotografía de mediados del siglo pasado, de un servicio público gibraltareño, en el que se distinguían tres apartados según el origen de aquel que fuera a hacer uso del mismo: británico, gibraltareño o trabajador español. Otro ejemplo de la discriminación británica es la Garrison Library, que en español es la Biblioteca de la Guarnición: la primera y única biblioteca existente en Gibraltar durante mucho tiempo fue creada por y para uso exclusivo de los oficiales británicos destinados en Gibraltar y, siguiendo la tradición, fue gestionada por un fideicomiso hasta 2011.
Los gibraltareños tardaron años en conseguir cobrar lo mismo que un británico, quienes por el solo hecho de serlo doblaban el sueldo de un colono, a igualdad de trabajo
La discriminación continuó y durante el tiempo de cierre de la Verja los gibraltareños tardaron años en conseguir cobrar lo mismo que un británico, quienes por el solo hecho de serlo doblaban el sueldo de un colono, a igualdad de trabajo.
Esta situación ha creado un trauma en el gibraltareño del que se intenta resarcir proyectándolo hacia su vecino, arrogándose cierta superioridad sobre el español, para de esa manera resarcir el complejo de inferioridad que le provoca el británico. La máxima exponencia de esto se produjo a la apertura de la Verja, cuando nos miraban por encima del hombro por el hecho de disfrutar de marchamo democrático mucho tiempo antes que los españoles.
Para que se hagan una idea del nivel de democracia del que disfruta un gibraltareño, ha de tenerse en cuenta que todo lo que han llamado constituciones son órdenes del parlamento británico, lo que en España vendría a ser un Real Decreto. Es una norma dada por gracia de su Majestad y donde expresamente recogen qué puede llamarse Constitución de Gibraltar. Es lo que viene siendo una constitución otorgada.
Su Majestad británica se reserva el derecho de promulgar leyes para Gibraltar, incluida leyes que modifiquen o deroguen la Constitución
Si bien en los preámbulos de las constituciones llanitas se menciona que no cederán la soberanía de Gibraltar en contra de los deseos de la población, esto queda en papel mojado cuando Su Majestad británica se reserva el derecho de promulgar leyes para Gibraltar, incluida leyes que modifiquen o deroguen la Constitución.
El que manda en Gibraltar es el gobernador, que lo nombran en Londres y siempre es militar. Aquí tienen ustedes al Sr. Picardo, con menos legitimidad democrática que cualquier asociación de vecinos del Campo de Gibraltar, sentándose a negociar de tú a tú con dos ministros de reinos europeos.
El gibraltareño no ha votado, ni votará nunca, en elecciones que se realicen en Reino Unido. El Brexit les ha escocido entre otras muchas cosas porque de la UE consiguieron cosas como poder votar en las elecciones europeas, al incluir sus votos en una circunscripción británica. Ya no tienen el paraguas del Tribunal Europeo de Derechos Humanos para reclamar ese tipo de derechos. La última votación en la que participaron en circunscripción británica fue el referéndum sobre el Brexit y como el resultado no les convenía, desgajan los resultados de Gibraltar del resto de su circunscripción donde gano el sí al Brexit; para esto no somos tan británicos. Así se explica cómo el británico usa al gibraltareño como la marioneta de un ventrílocuo en las negociaciones; no les queda otra que abrir y cerrar la boca cuando lo diga su amo.
Este trauma que venimos comentando se pone de manifiesto en puntos que afectan al acuerdo fantasma entre la UE y Reino Unido. En Gibraltar se atragantan con el solo hecho de pensar que un español, en una frontera, les pueda denegar la entrada. Un ser inferior no puede decidir sobre la vida de seres de luz democrática.
A poco que ustedes hayan viajado al exterior se habrán dado cuenta cómo en todas las fronteras existen carriles para separar los viajeros en función de los requisitos y controles que se les va de realizar. Durante las tardes de verano, en Gibraltar se producen largas colas de peatones debido a que confluyen en dirección a España los trabajadores que finalizan su jornada y los turistas que terminan su visita de un día. Como obligan las normas europeas, en el lado español de la frontera existe una distinción entre viajeros comunitarios y viajeros no comunitarios. Para agilizar el cruce de la frontera, lo lógico sería que esa distinción la prolongase Gibraltar, pero entonces se pondría de manifiesto que el gibraltareño tendría que hacer uso de la cola de no UE y vería cómo el carril de ciudadanos UE discurre más rápido que el que tendría que usar un británico y un gibraltareño. Solución: todos en la misma cola y las culpas, a España.
Desde Gibraltar se ha conseguido inocular un relato en el lado norte consistente en apelar a las estrechas relaciones existentes, incluidas las familiares entre comunidades, así como la existencia de una obligación de facilitar el tránsito de los trabajadores, por el solo hecho de serlos.
Si Gibraltar quiere que los españoles vayamos a trabajar a sus negocios, nos tendrán que dar los mismos derechos y salarios que le dan al resto de sus trabajadores
La existencia de relaciones familiares obliga a un correcto y respetuoso trato con los familiares, ya sean directos o políticos. Lo que no posibilita es a que se abuse de esa relación. Yo tendré que tratar adecuadamente a un cuñado, ayudarle cuando atraviese una difícil situación, etc. Pero a lo que no estoy obligado es a darle alojamiento y manutención en mi casa y cederle para su uso y disfrute mi sofá y el mando de la tv. Es decir, si Gibraltar quiere que los españoles vayamos a trabajar a sus negocios, nos tendrán que dar los mismos derechos y salarios que le dan al resto de sus trabajadores. Por desgracia, sin embargo, la lógica queda oculta por la perorata sentimentalista de los vínculos entre los dos pueblos, que ha calado entre autoridades y personalidades del norte de la Verja, quienes en no pocas ocasiones lo deslizan en sus discursos.
En evitación de que se me achaquen discursos no pronunciados, he de aclarar que nunca se ha abogado por un cierre de la Verja que imposibilite las relaciones con el cuñado, pero si se vanagloria de ser británico hasta morir, el cuñado tendrá que asumir que el británico le ha sacado de la UE. Y si quiere hacer uso de mi tv y mi sofá, tendrá que estar pendiente de los días que pasa en Europa, para no pasarse de los 90 que fija la norma europea. Su majestad británica los mete en el problema y España tiene que ser la que les dé las soluciones.
El otro relato inoculado es el que aboga por que hay que quitar la frontera para que los trabajadores no tengan que sufrir los controles policiales de rigor en sus idas y venidas. Hasta "inhumanos" han llegado a calificarlos.
Las facilidades de transporte existentes hoy en día han posibilitado que millares de personas trabajen en una localidad distinta de la que residen, llegando a invertir numerosas horas de viaje en sus desplazamientos, aunque no veo a ningún sindicato preocupándose de que se quite el peaje de la autopista a Málaga para que los trabajadores no tengan que abonarlo.
Si pudiera elegir y antes que el paso por la Verja, un trabajador español en Gibraltar preferiría que le dieran solución a otro tipo de problemas, como las pensiones o las bajas médicas no remuneradas
El que va a trabajar a Gibraltar desde el primer día asume el condicionante que le supone tener que transitar a diario por una frontera. A nadie le amarga un dulce y si uno se puede ahorrar tiempo en sus desplazamientos hacia o desde el trabajo siempre será bienvenido. Pero a buen seguro que, si pudiera elegir, un trabajador español en Gibraltar preferiría que le dieran solución a otro tipo de problemas, como el tema de pensiones o bajas médicas remuneradas.
El día que estiman conveniente, bloquean el paso a los trabajadores y luego se victimizan diciendo que se han tenido que cancelar operaciones en el hospital porque no llegaban los médicos. Oiga, no llegaban porque ustedes no les dejaban pasar. O amenazan con aplicarnos la prosperidad compartida de exigir pasaporte para ingresar en Gibraltar, aunque nunca lo harán y lo saben.
Hacerse eco del bien que para los trabajadores supone que se quite la Verja es hacerse trampas en el solitario y el caldo gordo a la colonia. El llanito quiere frontera fluida, que no se controle quién lleva o trae cash a los bufetes, que Vladimir pueda cerrar negocios en Ocean Village y que los capitales de evasores fiscales y blanqueadores de dinero puedan disfrutar de una Europa sin fronteras, independientemente de la parte del mundo donde hayan hecho su fortuna o el origen de la misma.
Como comentamos la semana pasada, no dejarán de controlar la entrada porque temen que les llegue delincuencia desde Europa que les afee el parque temático del Imperio Británico. Los españoles estamos para que el gibraltareño nos explote y nos disfrute, no para que le mandemos delincuentes y pedigüeños... No me dirán que esto no es tostá untada por los dos lados.
No quería despedirme sin comentar las declaraciones del ministro Albares respecto a que el acuerdo sobre Gibraltar "no va a resolver todos los problemas de La Línea, pero abre un nuevo futuro". Señor Albares, si el acuerdo no va a resolver problemas, hagan el favor de dejarnos como estamos, porque el futuro que abre no trae nada bueno.
El Sr. Ruiz Boix, alcalde de la ciudad de San Roque, donde residía la de Gibraltar, hasta su mandato, sigue pidiendo actos de fe. Habla del acuerdo fantasma como si fuera algo tangible y constatable. ¿Lo habrá leído él?
Como se ve que se da por cerrado el tema Gibraltar -sigue vacante después de casi dos años el puesto de delegado especial del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación en el Campo de Gibraltar- informo a estas autoridades que al norte de la Verja las apuestas están entre que el acuerdo es humo o en que se han bajado los pantalones y por eso no lo enseñan. En los casinos online de Gibraltar las apuestas son al número de centímetros a los que los negociadores españoles se han dejado los pantalones del suelo, y el 00 es el peor pagado.
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