La bahía de Algeciras entre los siglos XVI y XVIII: la mejor pesquería de Andalucía
Estampas de la historia del Campo de Gibraltar
La abundancia y la variedad del pescado convirtieron la zona en un reclamo para todo tipo de barcos
Los conflictos bélicos y el contrabando minaron una actividad que se hizo fuerte en Tarifa
La pesca en la bahía de Algeciras, Tarifa y Ceuta entre los siglos XII y XV
Comercio y tráfico de pasajeros por el puerto de Algeciras entre los siglos XI y XIV
En los albores de la Edad Moderna, las pesquerías de la bahía de Algeciras eran las mejores de todo el litoral andaluz. A principios del siglo XVII da fe de ello el jurado e historiador gibraltareño Alonso Hernández del Portillo cuando dice que (Gibraltar) "es sobre toda manera abundantísima de pescado. Es tanto el pescado que aquí se toma y tan vario y de tan diferentes especies y tan bueno, que es para dar gracias a Dios con admiración". De esta opinión era también Fernando de Zafra, el cual, en el informe que eleva a los Reyes Católicos en 1502 sobre el repartimiento de los términos gibraltareños, ya anotaba que "Gibraltar es la mejor pesquería que hay en toda la costa". Según el historiador del siglo XVIII, Ignacio López de Ayala, las especies que más abundaban en la bahía eran "las anchoas, los besugos, las chernas, el delicado mero, la salitrosa caballa que da su vuelta indefectiblemente todas las primaveras, los bonitos, los bodiones, pez pequeño tan delicado como lleno de espinas. Hay morenas, aunque poco apreciables, anguilas (quizá se refiera a safíos) y pargos y concurren en algunas ocasiones el peje limón, el peje rey y el peje emperador". En un documento de 1552, conservado en la Real Chancillería de Granada, el concejo de Gibraltar reconoce que "a causa de esto y también porque ha sido Nuestro Señor servido de darlo (el pescado) en esta ciudad más que en otra ninguna parte de la costa, han acudido a ella de muchas partes muchos bergantines y barcos por la mar que lo cargan".
Entre las ordenanzas presentadas por el concejo de Gibraltar y aprobadas en el año 1556, en relación con la pesca, algunas se referían a los lugares destinados a su venta. "Toda la pesca realizada con sus jabegas, chinchorros y jabeguetas en los términos de la ciudad -recoge el documento- ha de ser transportada a la puerta del Mar para ser tasada y vendida, estando prohibida su venta en cualquier otro lugar". Otras ordenanzas fijaban los precios del pescado, la obligatoriedad de efectuarse su venta por los armadores en presencia de las autoridades municipales, la prioridad del abastecimiento local antes de vender los excedentes a arrieros y bergantines, etc. Los concejos municipales de esta costa procuraban preservar la riqueza piscícola de sus aguas aprobando severas ordenanzas encaminadas a evitar que pescadores de otros términos entraran con sus barcas a faenar en los mares de su jurisdicción.
En el ya citado Archivo de la Real Chancillería de Granada se conserva un recurso elevado, en 1586, por el armador de Gibraltar, Diego de Baena, que había sido encarcelado "por haber ido con su jábega de pesquería fuera del término de la dicha ciudad (de Gibraltar) a pescar con ella a la Torre de la Duquesa, termino de la villa de Casares, contra la ordenanza de ella, por lo cual había incurrido en la pena de la dicha ordenanza". En sentido contrario se conserva otro documento de 1706, por el que varios armadores de jábega de Gibraltar (cuyo cabildo estaba ya ubicado en San Roque) elevan un recurso para impedir que los armadores de Casares y Manilva pudieran pescar en las aguas jurisdiccionales de Gibraltar.
Buena parte de la centuria dieciocho, Algeciras y su bahía se vieron inmersas en varios conflictos bélicos que se libraron en torno a Gibraltar: de 1704 a 1705 (primer asedio); en 1727 (segundo asedio) y de 1779 a 1783 (el conocido como Gran Sitio), actividad militar que provocó la desarticulación de las labores tradicionales que se venían ejerciendo en este litoral. La dedicación de una parte de los habitantes de la zona a la pesca (tan abundante en la bahía y sus entornos, como ya se ha referido, desde la Plena Edad Media), se vio muy perjudicada, siendo sustituida, en parte, por otras actividades más lucrativas, como la construcción naval, el corso y el ilegal contrabando.
No obstante, en los períodos de paz, la pesca en aguas de la bahía de Algeciras y en el litoral tarifeño siguió siendo una actividad a la que se dedicaba un importante sector de los vecinos de ambas ciudades, aunque las noticias sobre ella aparecen oscurecidas por las más llamativas relativas al comercio, legal o ilícito, o a las acciones militares o corsarias. En opinión de Ignacio López de Ayala, en su tiempo (1782) la pesca había disminuido ostensiblemente con respecto a la existente tan solo un siglo y medio antes, cuando escribía Alonso Hernández del Portillo. Dice el autor del siglo XVIII que “no son menos las especies en nuestro tiempo, bien que como están sus aguas más frecuentadas por los navegantes (flotas de guerra y de comercio), se han retirado muchos peces, animales medrosísimos, a otras partes”.
La represión del contrabando en la bahía fue otra de las causas que repercutió de una manera directa y negativa en la actividad pesquera, perjudicándola al prohibirse a los barcos de pesca el faenar durante la noche. Manuel Burgos Madroñero, en su excelente artículo sobre La Matrícula de Mar en la Provincia de Marina de Algeciras: siglos XVIII y XIX, recogiendo los datos del informe de la Revista de Inspección de 1786, realizado por don Luis Muñoz de Guzmán, expone el siguiente testimonio en relación con los perjuicios ocasionados en esa fecha a la pesca en Algeciras: "En estos años subsisten en esta Renta -señala el informe- y aún con más rigor, las mismas restricciones que en los precedentes, pues las Rentas tienen que tomar las más estrechas medidas para evitar el contrabando con Gibraltar y las entradas furtivas que se intenten hacer para socorrer esta Plaza con víveres o dinero. Estas medidas redundan en perjuicio de los pescadores, a quienes se impide su trabajo por la noche, cuando es mas fructuoso y útil, cuya traba no seria para ellos tan sensible si no viesen que los mismos faluchos de Rentas, sacan frutos que a ellos mismos se les hace perder y lo mismo los vecinos de Ceuta a quienes favorece su situación en África, aunque dista lo mismo de la población de Gibraltar y que sus marineros vienen con el pescado a Algeciras y Tarifa".
Ante las quejas de los pescadores de Algeciras, el propio don Luis Muñoz, remitió una carta a la Superioridad en la que exponía una posible solución al problema planteado por la actuación de los faluchos de Hacienda, que consistía en que "las barcas puedan salir a pescar a cualquier hora, con tal de que en las de la noche lleven un dependiente de Rentas en el barco y una luz en proa o popa, para que el Cabo de vela sepa el paraje en que está el pescador y que lo mismo pueda hacerse con los buques de Comercio que pretendan salir de noche". En el citado documento, fechado el 23 de octubre de 1787, pero con datos del año anterior, se dice en el apartado de Matricula y Pesca, que Algeciras y Tarifa por su situación en el Estrecho, que es el paso general de la pesca, "presentan las mejores disposiciones para muchos aprovechamientos. En el primero de dichos puertos anchoban el boquerón, y los catalanes tienen saladeros al pie de las propias embarcaciones en la embocadura del río Palmones". Más adelante, refiere el informe, que "en Palmones había astilleros y salinas". La sal de esas salinas, que habían servido en el pasado para abastecer las factorías de salazón de pescado de la zona, se utilizaba en el siglo XVIII para salar pescado por armadores y pescadores catalanes con el objeto de exportar esta salazón en banastas de madera a puertos de Levante o a Ceuta. En el Catastro de Ensenada de 1752 (Respuestas Generales del Reino de Sevilla, Libro 563, referente a Tarifa), se recoge que en ese puerto había, en ese año, diecisiete embarcaciones pescadoras y ciento dieciséis marineros matriculados, aunque sin especificar cuántos se dedicaban al comercio (en otros catorce barcos) y cuántos a la pesca. La misma encuesta asegura que, "en Algeciras (unida a San Roque y Los Barrios), además de diecisiete embarcaciones que navegan en la mar hay cuatro barcas de jábega pescadoras y ciento cincuenta y cinco marineros". También se menciona un arte de pescar que rinde durante ese mismo tiempo (un año) "cinco mil sesenta reales".
En opinión del investigador Mario Ocaña, buen conocedor de lo acontecido en Algeciras y su bahía en el siglo XVIII, que hace hincapié en la escasez a lo largo de dicha centuria de noticias relativas a la pesca, el único pescado capaz de ser transportado a largas distancias era el pescado seco, también llamado pejepalo (o salado), bacalao, arenque, bonito y sardina, procedentes de otros puertos o de barcos extranjeros apresados por los corsarios españoles y que era reexportado desde Algeciras a otros puertos como Alicante, Valencia, Sevilla o Almería. Los barcos utilizados para el transporte marítimo solían ser faluchos, polacras, tartanas y otras embarcaciones menores de entre novecientos y mil quinientos quintales.
Al margen de la actividad pesquera desarrollada en la bahía de Algeciras por faluchos y barcas pescadoras, seriamente perjudicada, como se ha podido comprobar con los testimonios aportados y por las normas restrictivas que la Real Hacienda imponía a los barcos que salían a faenar para evitar el contrabando con la plaza de Gibraltar, no cabe duda de que las labores de pesca más productivas se realizaban, en el siglo XVIII, como en épocas anteriores, en las playas de Tarifa en torno a la almadraba, actividad que continuó, durante el siglo XIX y, aún es un relevante sector de la economía de la ciudad en los tiempos presentes.
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