LA CALAVERA Y LA ROSA. HABLAN LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA

Tesei y Pedretti, alla memoria: La operación B.G. 4 (I)

  • Se habían consolidado las barreras antisubmarinas e incrementado los puestos de vigilancia

  • El factor sorpresa había desaparecido por completo

Sección meridional del puerto interior de Gibraltar donde la noche del ataque estaban amarrados los blancos de la operación B.G. 4.

Sección meridional del puerto interior de Gibraltar donde la noche del ataque estaban amarrados los blancos de la operación B.G. 4.

El miércoles 10 de septiembre de 1941, tras un verano marcado por el repliegue británico en Libia y las gigantescas maniobras envolventes con las que la Wehrmacht pretendía alcanzar una rápida victoria en Rusia, el submarino Sciré había vuelto a salir de La Spezia rumbo otra vez al Estrecho. En mayo anterior, los operadores de asalto habían sentido cómo el triunfo se le había escapado de las manos cuando literalmente tocaban ya el casco de los navíos enemigos. Sin embargo, toda aquella amarga frustración no había sido nada comparada con los efectos de la tragedia que, apenas dos meses después, habían sufrido en aguas de Malta.

Aquel fatídico 26 de julio, los llamados barchinis, las lanchas explosivas del grupo de superficie, junto a los maiali del grupo subacuático habían ejecutado un complicado ataque en el que habían perdido la vida nada menos que quince miembros de la Decima MAS. Entre ellos, se encontraban el mismísimo comandante de la flotilla Vittorio Moccagata, el jefe del grupo de superficie Giorgio Giobbe o el apreciado oficial médico de Bocca di Serchio Bruno Falcomatá. Pero para la unidad de torpedos tripulados, ningún golpe había sido tan doloroso como enterarse de que, entre los caídos aquel día, estaban el ya ascendido Maggiore Teseo Tesei, el creador del arma, y su incondicional segundo Alcide Pedretti; ambos, veteranos de las primeras acciones contra la base de Gibraltar.

Ninguno de los que le habían conocido pudieron olvidar nunca la profunda impresión que causaba esa mística del sacrificio que impregnaba sus manifestaciones y a la que Tesei siempre se empeñó en rendir culto con su actitud. Tanto es así que, al enterarse de su muerte, hubo quien se llegó a plantear que este bien podía haber buscado aquel fatal destino de una forma premeditada. Así al menos lo dejaban entrever las palabras que había pronunciado poco antes de su última misión: "Camaradas, el mundo debe saber que han sido italianos los que han asaltado Malta en la forma más temeraria... El éxito de la misión no tiene demasiada importancia, ni siquiera el triunfo en la guerra. Lo que verdaderamente cuenta es que haya hombres dispuestos a morir en la empresa... que seamos capaces de explotar con nuestros aparatos ante los mismos ojos del enemigo. Porque de nuestro sacrificio será de donde tomen ejemplo las futuras generaciones y de donde saquen fuerzas para vencer".

Recreación de la superación de barreras en profundidad tal como hizo el maiale No 220, de Visintini y Magro la madrugada del 20 de septiembre de 1941. Recreación de la superación de barreras en profundidad tal como hizo el maiale No 220, de Visintini y Magro la madrugada del 20 de septiembre de 1941.

Recreación de la superación de barreras en profundidad tal como hizo el maiale No 220, de Visintini y Magro la madrugada del 20 de septiembre de 1941.

Pero a la hora de dar consistencia a esta tesis, poco hay tan definitivo como su reacción al enterarse de que, en aquella ocasión, su cometido iba a ser el de abrir brecha en las barreras que protegían el puerto: "Presumo -había dicho entonces- que no tendré tiempo más que para llevar el maiale hasta la red (antisubmarina)... La red debe saltar y saltará. Y si no queda tiempo, pondré la espoleta al minuto". Sólo unas horas después, la prueba de que no se trataba de palabras vacías ni de fútiles alardeos de retaguardia, se había escenificado en las aguas cercanas al viaducto de Sant'Elmo donde, a lomos de su maiale, aquellos dos valientes italianos terminaron de forjar su propia leyenda.

Había sido esa actitud, admirable y temible a un tiempo la que, según Borghese, había terminado por hacer de aquel joven oficial, no sólo un héroe, sino la inspiración y la conciencia de la X MAS. Tanto es así que, tras la reorganización llevada a cabo durante el verano, el grupo subacuático de la flotilla del que dependían los torpedos tripulados pasó a ser conocido como Nucleo Subacqueo Teseo Tesei; un nombre que, ya en la posguerra, también reivindicarían en su denominación oficial los medios de asalto submarino de la actual Marina Militare.

Nueve fueron las Medallas de Oro concedidas por aquella acción; ocho de las cuales a título póstumo. Pero lo más importante fue que aquel glorioso fracaso, como lo definiría el comandante Borghese, no había disminuido ni un ápice la confianza que aquellos marinos tenían en las enormes posibilidades tácticas de sus nuevas armas. Posibilidades, que sus propios enemigos reconocerían de una forma implícita con el incremento de las medidas defensivas que, aquel verano y como consecuencia directa del ataque a Malta, la Royal Navy había implementado en todas sus bases del Mediterráneo incluida, por supuesto, la de Gibraltar.

Sección meridional del puerto interior de Gibraltar donde la noche del ataque estaban amarrados los blancos de la operación B.G. 4. Sección meridional del puerto interior de Gibraltar donde la noche del ataque estaban amarrados los blancos de la operación B.G. 4.

Sección meridional del puerto interior de Gibraltar donde la noche del ataque estaban amarrados los blancos de la operación B.G. 4.

Según un detallado y completo informe redactado por Germánico Bordigioni, vice-titular del consulado italiano de Algeciras, aparte del ritmo con el que se trabajaba en los emplazamientos artilleros, las posiciones antiaéreas o en el resto de las obras defensivas, la amenazada colonia había procedido a reforzar también su frente marítimo. Entre otras medidas, se habían consolidado las barreras antisubmarinas e incrementado los puestos de vigilancia, especialmente en los muelles y el rompeolas; muchos de los cuales habían sido recientemente dotados de proyectores y ametralladoras. El lanzamiento a intervalos regulares de cargas antipersonales delante de las dos entradas al puerto interior parecía haberse intensificado y había algo más que indicios de la existencia de una nueva estación de vigilancia hidrófónica en los bajos de un puesto localizado en las inmediaciones del acceso Norte, que era por donde se efectuaba la mayor parte de las entradas y salidas de buques.

Además de las medidas adoptadas en las instalaciones del puerto, se habían incrementado los efectivos navales dedicados a patrullar las aguas que rodeaban la base. Por ejemplo, Bordigioni había comprobado como una lancha motora recorría, a muy baja velocidad, toda la longitud del Detached Mole yendo permanentemente de una entrada a otra. Según sus observaciones, destructores, remolcadores y hasta un antiguo yate, se habían sumado al servicio encargado de controlar el tráfico a través del Estrecho. Otra lancha motora dotada de hidrófonos patrullaba continuamente la entrada de la Bahía entre Punta Carnero y Punta Europa escrutando los fondos. Mientras otras embarcaciones similares hacían la ronda metiéndose entre los numerosos mercantes que se refugiaban en ella.

A todo este sistema, había que añadir, en primer lugar, los reforzados servicios de guardia dispuestos en todos y cada uno de los navíos ya estuviesen amarrados en el interior del puerto o fondeados en la Bahía. Y en segundo, la red de detección submarina que formaban los servicios de escucha hidrofónica de los barcos de guerra. Eso sin mencionar la nunca descartable posibilidad de que, como apuntaba Bordigioni, los británicos hubiesen decidido recurrir a los campos de minas. Finalmente, y aunque esto no podía saberlo el vicecónsul italiano, se habían comenzado a dar los primeros pasos, si bien aún de forma completamente extraoficial, hacia la constitución de lo que luego sería un grupo especializado en lucha antisubmarina.

Era pues más que evidente que aquel factor sorpresa, tan buscado y valorado por los medios de asalto durante los primeros meses de guerra, había desaparecido por completo. De tal suerte que, a finales de aquel verano, lo que esperaba a los operadores de la Decima MAS en las aguas que rodeaban aquella estratégica base no era un enemigo desprevenido o ajeno a la amenaza que representaban, sino un adversario consciente del peligro, reforzado y en alerta.

No es extraño por tanto que la Decima también se hubiese preparado para esta nueva fase de la pelea. Así lo recordaría el propio Borghese en sus memorias: "Después de la desaparición del comandante Moccagatta, fui destinado a asumir el mando interino de la Decima Flotilla MAS. Encargo honorabilísimo dada mi graduación, pero de suma responsabilidad... Con toda energía, me puse a la reconstrucción de la unidad... (Tras confiar la sección de superficie al Capitano di Corvetta Salvatore Todaro) dediqué todos mis esfuerzos al Núcleo Submarino del que conservaba el mando.... Aprovechando el verano... sometí a los veteranos operadores del Serchio, ansiosos de renovar con mayor éxito las pasadas pruebas, y a los reclutas que afluían entretanto animados por el entusiasmo de los neófitos, a un adiestramiento muy intenso, racional y severo, para llevarlos a las condiciones de superar, finalmente con éxito, las dificultades que en las misiones precedentes -y particularmente en la última de Gibraltar- habían impedido llevar a cabo las actuaciones...". Pasado un año del comienzo de las hostilidades, después de la dolorosa prueba debida a la falta de una preparación previa y a las carencias de las primeras e ingenuas directivas de empleo, la Decima MAS, templadas las armas y aguerridos los hombres, estaba lista para afrontar una lucha que se presentía ya larga y muy dura.

El lanzamiento de una nueva operación contra Gibraltar, identificada en los medios navales como B.G. 4, tuvo forzosamente que esperar a que la duración de las noches la hiciese factible. La fecha vino prácticamente determinada por la luna nueva del domingo veintiuno de septiembre aunque, con objeto de que las condiciones de la mar fuesen las más favorables, se había establecido un margen de aproximación situado entre el jueves 18 y el lunes 22.

El Tenente di Vascello Amedeo Vesco, oficial jefe del maiale No 140, participante en la operación B.G. 4. El Tenente di Vascello Amedeo Vesco, oficial jefe del maiale No 140, participante en la operación B.G. 4.

El Tenente di Vascello Amedeo Vesco, oficial jefe del maiale No 140, participante en la operación B.G. 4.

En cuanto al diseño del operativo, este se reducía a un calco casi absoluto del empleado en la B.G. 3. Incluso los binomios volvían a estar integrados por los mismos operadores. Así, el Teniente de Navío Marceglia repetía con Spartaco Schergat como tripulación de reserva, el Teniente de Navío Catalano - de nuevo actuando como jefe de la partida- seguía con el forzudo Giannoni como segundo tripulante, al igual que Visintini lo hacía con el veneciano Magro. Sólo en el maiale del Teniente de Navío Amedeo Vesco, el Sottocappo Antonio Zozzoli había ocupado definitivamente el lugar del buzo Amelio Franchi. Finalmente, también les acompañaba el Subteniente Médico Giorgio Spaccarelli, sustituto del llorado Falcomatá y que a su condición de oficial médico, unía la de ser un bisoño aunque entusiasta operador de maiale. Todos ellos habían viajado hasta Sevilla por vía aérea varios días después de aquel 10 de septiembre en que, con los torpedos a bordo y nuevamente a los mandos de Borghese, el Sciré había abandonado La Spezia.

Tras una semana de navegación sin registrar incidencias importantes, el submarino se encontraba de nuevo fondeado frente a la ciudad de Cádiz. Ya por la tarde, Borghese había dirigido su nave hasta dejarla abarloada al costado del Fulgor. Todos los miembros de su tripulación -escribiría luego- sabían lo que aquello significaba. En pocas horas, tendría lugar el embarque de los operadores y con él, el inicio de la fase final y más peligrosa de su maniobra de aproximación. Pero, de momento, baño caliente, víveres frescos, plátanos y brandy de Jerez.

Finalmente, la noche del viernes 19, tras recibir información actualizada sobre la disposición de los navíos en el puerto de la colonia, el Sciré había abandonado las aguas de Cádiz proa a la Bahía de Algeciras. Ya en el Estrecho, se había cruzado a poca distancia con un convoy de mercantes británicos que, procedente del Peñón y protegido por una débil escolta, navegaba hacia el Atlántico. Sólo la férrea disciplina de los hombres de mar y la absoluta prioridad de las órdenes recibidas permiten explicar que un comandante de submarino de carácter sumamente combativo como Borghese, dejase pasar una presa tan tentadora como aquella.

A pesar del incremento de efectivos experimentado por las patrullas de vigilancia del enemigo, el submarino italiano volvió a ejecutar con éxito la maniobra que su comandante había planificado hacía un año. Por tercera vez consiguió introducirse en el interior de la Bahía y alcanzar su acostumbrado punto de fondeo frente a la desembocadura del Guadarranque. La soltura y perfección con la que había conseguido culminarla, le llevaría a decir -en tono de broma y como quitándose importancia- que se sentía como el conductor de autobús de la nueva línea que la Marina italiana había establecido entre la Spezia y Gibraltar; una línea que, hasta esa fecha y a pesar de sus últimos esfuerzos, la Royal Navy no había conseguido interrumpir. De hecho, lo único que en verdad inquietaba a aquel patricio romano era el estallido de las cargas que todos los de a bordo habían podido escuchar durante la última fase de la travesía. En su opinión, un nuevo obstáculo, nada despreciable por cierto, que los operadores tendrían que superar.

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