La odisea del algecireño Javier González y su novia Dahir para salir de Perú tras el intento de golpe de Estado
REGRESAR POR NAVIDAD
Quedaron atrapados en Arequipa el 7 de diciembre, cuando el presidente Pedro Castillo declaró el estado de excepción
La pareja realizaba labores de voluntariado entre las comunidades indígenas de la selva amazónica
Javier González, nacido en Algeciras, y Dahir Elguero, de la localidad cántabra de Torrelavega, se encontraban en Perú la mañana del miércoles 7 de diciembre. Justo antes del mediodía, contemplaron atónitos la emisión que realizaba el noticiero peruano: Pedro Castillo, presidente de la República, pronunciaba, visiblemente nervioso, un mensaje a la nación en el que declara el estado de excepción, la disolución del Congreso y un toque de queda inmediato. Desde este momento, comenzó la odisea de Javier y Dahir para regresar a España.
La pareja llevaba tres meses como voluntarios de la Asociación Charcos y Semillas en la zona de Pucallpa, realizando labores humanitarias en zonas selváticas, especialmente relacionadas con la sanidad, la educación y el acompañamiento a comunidades indígenas.
El mensaje que lanzó Castillo les cogió desprevenidos visitando los lugares más emblemáticos del país aprovechando las últimas semanas que les permitía el visado. “Desde que nos enteramos de que Pedro Castillo cerraba el Congreso, nos temblaron las piernas”, explica Javier González. Acto seguido, se pusieron en contacto con la embajada de España en Lima para proporcionar sus datos. Así garantizaban ser localizados en caso de que la situación fuera a más. “Aunque nadie esperaba que pudiera ocurrir algo así”, aclaran.
La insurrección de Pedro Castillo
La maniobra de Castillo, calificada por la mayoría de expertos como un "auto-golpe de Estado", pretendía evitar el tercer proceso de destitución en la sede de la soberanía peruana, con la que llevaba enfrentado desde que resultara electo en 2021.
Con las medidas que había dictado pretendía, además, elaborar una nueva Constitución tras la celebración de unas elecciones de las que se obtendría un Congreso con facultades constituyentes. Sin embargo, tanto el Tribunal Constitucional como las Fuerzas Armadas se negaron a acatar el mandato presidencial y llamaron a respetar el orden establecido. Pocas horas después, Castillo era destituido en el Congreso por "incapacidad moral" y sustituido en funciones por Dina Boluarte. El ahora ex-presidente del Perú se encuentra bajo prisión preventiva por presuntos delitos de rebelión y peligro de fuga, pero la historia de Javier y Dahir sólo acaba de empezar.
Hay una gran diferencia entre actuar de manera legal y que los actos sean percibidos de forma legítima. Esta es la gran contradicción que enfrenta a la sociedad peruana. Desde el momento en que Castillo fue detenido, muchos de sus partidarios se lanzaron a las calles para defender su liberación y la celebración de elecciones.
El nuevo Ejecutivo peruano, temeroso de la posible escalada de violencia, ha respondido a las manifestaciones decretando el estado de emergencia nacional, permitiendo al ejército patrullar calles y puntos estratégicos del país. Fruto de la tensa situación, han fallecido 26 ciudadanos peruanos en pugna con las fuerzas de seguridad. Uno de los últimos muertos ha sido un minero de Arequipa, ciudad donde se encontraban Javier y Dahir después de haber viajado hasta allí como turistas en taxi junto a seis pasajeros, uno de ellos alojado en el maletero. "Las protestas van mucho más allá de Pedro Castillo: es una lucha contra el sistema en general, por la economía, contra los abusos de poder y la corrupción", indica la pareja.
Llamada de auxilio
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, cifraba en 360 los turistas españoles atrapados en Perú el 20 de diciembre. La mayoría se encontraba en Cuzco (279) y destacaba grupos menos numerosos en Arequipa. El algecireño y la torrelaveguense formaban parte de este "grupo menos numeroso" atrapado en la zona sur del país.
Días antes, desesperados por “los consejos erráticos de la embajada” -subraya Javier González-, los españoles que se encontraban retenidos en Arequipa empezaron a difundir vídeos y mensajes a través de las redes sociales para solicitar ayuda:
“Cinco jóvenes españoles, con cada vez menos recursos económicos, nos encontramos en Arequipa, Perú, en medio del caos sin ninguna respuesta práctica del gobierno de España. Somos tres chicas y dos chicos, mi nombre es Javier González y nos encontramos en un Airbnb por el centro de Arequipa, en el sur de Perú. Es justo esta zona la que está más convulsa, ya que son muchos los andinos los que votaron y respaldan a Pedro Castillo (Presidente recientemente vacado por el Congreso).
Nuestros vuelos se han cancelado y perdemos nuestros enlaces a España o países fronterizos para escapar de esta situación de emergencia, los gastos no hacen más que subir y nuestra economía se resiente gravemente, solo salimos del piso para necesidades básicas como comida y emocionalmente, como os podéis imaginar, está siendo difícil de gestionar […] Hasta ahora nos brindan información, pero ninguna solución practica a todo lo listado anteriormente; ni soporte económico ni una salida del Perú. De hecho, y una de las cosas más frustrantes que estamos viviendo es que nos comunican que están esperando a que el estado peruano, que está en estado de excepción, nos informe de qué hacer ahora […] estamos encerrados en un país extranjero en estado de emergencia, sin soluciones prácticas. Solicitamos ayuda y la solicitamos ya”.
Ninguna opción segura
“Nos dijeron que si tomábamos la decisión de salir por vía terrestre era bajo nuestra propia responsabilidad”, aclara González. "La única opción viable era esperar a que se habilitara algún vuelo a España. El problema es que los manifestantes habían tomado el aeropuerto principal y habían deteriorado seriamente las infraestructuras. No había salida segura posible". Durante una semana, la pareja compartió momentos de tensión, pero mantenía la esperanza de salir, como muy tarde, el 15 de diciembre, como les indicaban las autoridades españolas y peruanas.
“Aquí no hay tanta comunicación entre los ministerios y las autoridades. Un día, nos llamaron porque había un viaje disponible y nos dijeron: tenéis diez minutos para llegar a la plaza principal. "La plaza en la que las autoridades nos citaban estaba a quince minutos del piso. Imagina: sin las maletas hechas y mi pareja comprando. Dejamos la casa como si hubiera ocurrido un terremoto, con la comida sobre la mesa, todo manga por hombro, y llegamos con un flato impresionante”, recuerda González.
La alegría pronto se disiparía. En total, eran seis personas: cinco españoles y una peruana de Lima que se encontraba sola y desesperada. Ya en la plaza, la representante del ministerio les colocó en una situación de extrema dificultad: “Sólo hay espacio para cuatro pasajeros”. La ilusión desapareció para convertirse en una posición delicada. Debían tomar una decisión que nadie quería. ¿Quién se quedaba en tierra?
“Afortunadamente, convencimos a la representante para que nos dejara ir los seis al aeropuerto e intentar convencer a los militares. Una vez allí, solo conseguimos que se hicieran cargo de la chica peruana”, prosiguen. Las plazas seguían siendo limitadas. Tres españoles que viajaron hasta ese punto quedaron en tierra: Javier, Dahir y Francisco, otro voluntario cántabro que conocieron en el último mes. El grupo de voluntarios decidió no separarse. El resto, consiguió volar en el avión militar.
Desamparo y abandono
“¿Qué va a pasar? Tenemos que extremar el cuidado. Ya hay cientos de heridos y algunos muertos. Hay carreteras cortadas con piquetes. Retirarlos para pasar en coche puede suponer que te ataquen. Los taxistas temen a las turbas de manifestantes por si le vuelcan el coche… Pensábamos, si los manifestantes han logrado tomar el aeropuerto, ¿qué será lo siguiente?”, se preguntaba el pequeño grupo de tres españoles.
Ya había pasado más de una semana desde que comenzara el clima de violencia social en el país andino. Cada día, había cambios de discurso por parte de las autoridades. “A veces, hasta dos veces en el mismo día”, señala Javier González.
“Las autoridades españolas nos trataban de forma paternalista y no ofrecían demasiada ayuda. Llegaron a recomendarnos buscar ayuda en las iglesias porque había monjes y monjas españoles. En una ocasión, al preguntar por la posibilidad de salir por vía terrestre, nos aconsejaron viajar por la costa para disfrutar de los paisajes y, en otra, que no nos preocupáramos por el dinero, que podíamos recuperarlo trabajando en España”, describe aún sorprendido el algecireño.
El día 19 de diciembre, escucharon en las noticias que quizás abrirían los aeropuertos. En ese instante, se pusieron manos a la obra. Ante el evidente abandono, debían intentar huir por sus propios medios. A riesgo de todo, era lo que les quedaba.
La huida
Javier González y Dahir Elguero se encuentran desde hace unos días en Santiago de Chile. Desconocen si las autoridades españolas están al tanto de su situación, ya que han logrado salir de Perú por sus propios medios volando a través de una compañía aérea privada.
“Una historia intensa, cuanto menos…”, describe la voluntaria de Torrelavega. Después de más de doce horas sin dormir, narran todo su periplo. En el aeropuerto de Arequipa se separaron los caminos de todos los que quedaron desamparados en Perú. “Realmente, nos trasladamos al aeropuerto sin saber, hasta veinte minutos antes, si el vuelo saldría o no. No nos lo creímos de verdad hasta que el avión despegó”, recuerdan aliviados.
De vuelta a Algeciras por Navidad
“No podemos imaginar cómo lo habrán vivido nuestras familias. En las noticias sólo salen los momentos más conflictivos. Tiene que haber sido muy difícil para ellos también”, indica la pareja.
A pesar de toda esta odisea, tanto Javier como Dahir declaran que volverán a realizar labores como las que estaban llevando a cabo en el Perú. “Tenemos gustillo por ayudar”. Ninguno de los dos se ha amedrentado por la mala experiencia vivida. La risa -producto quizás de estar a salvo- sobresale sobre las penurias que han padecido.
El mayor regalo de Navidad para sus familiares sería que lograran cumplir su objetivo: regresar a España antes de finalizar el año. Si todo va bien, en pocos días, Javier González estará en Algeciras. "Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Itacas", escribió Kavafis.
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