Hermanos a uno y otro lado de la Verja
Crónicas de la prosperidad compartida
El Campo de Gibraltar practica las bondades de la parábola del hijo pródigo, cosa que muy bien saben los gibraltareños, que mal que le pese a muchos de ellos, no ignoran que somos familia. Y por muy mal que se porten, siempre serán recibidos de buen grado a su vuelta
España y Gibraltar: dependencias económicas
Hoy toca Sociología, esa ciencia que se dedica al estudio de la sociedad, sus estructuras, el comportamiento de los grupos humanos y sus relaciones. Comprendo que lo primero que se le haya pasado por la cabeza es pasar página, según le toque física o digital, pero les pediría el beneficio de la duda.
Les tranquilizará saber que mis conocimientos sobre esta ciencia no discurren más allá del que el común de los mortales tiene de nuestra diaria interacción en imprescindibles y buenas sobremesas que se alargan según uno va cumpliendo años, como no podía ser de otra manera. Es en estos laboratorios donde uno desarrolla sus aficionados conocimientos de Sociología.
Puede que algún lector de estas Crónicas haya llegado a pensar que se tiene cierta inquina o animadversión hacia el gibraltareño, y nada más lejos de la realidad. Para entender al gibraltareño ha de tenerse muy presente su reciente historia.
Hasta bien entrado el siglo XX, un gibraltareño tenía más parecido a un campogibraltareño que cualquier español nacido al norte de Sierra Morena. Era prácticamente imposible distinguir un gibraltareño de un linense en cuanto a gustos y aficiones, vestimenta o habla. En Gibraltar no se habló mayoritariamente inglés hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, como veremos más adelante.
La gesta del 'Gibraltar Chronicle' fue ser el primer diario en informar de que Nelson ganó la Batalla de Trafalgar dejándose la vida en ella, siendo amortajado en un tonel de brandy/coñac
Para entender una sociedad anterior a la era digital nada como fijarse en su prensa. Si uno otea sobre los periódicos de la colonia tomará conocimiento cómo el más seguido era El Calpense, fundado en 1868. Fue el primer diario en español de Gibraltar. Publicado por españoles, ofrecía noticias locales, comerciales y anuncios, incluyendo también reseñas de la prensa madrileña y británica. Fue un importante periódico para la mayoritaria comunidad de habla hispana en Gibraltar y en el Campo de Gibraltar.
A buen seguro que El Calpense solo permanece en la memoria de aquellos de mayor edad o de los más friquis del contencioso gibraltareño. Si se pregunta por prensa gibraltareña, la mayoría de las respuestas será la del Gibraltar Chronicle y su gesta de ser el primer diario en informar de que Nelson ganó la Batalla de Trafalgar dejándose la vida en ella, siendo amortajado en un tonel de brandy/coñac.
Pues resulta que el Chronicle era el periódico de la guarnición, se editaba principalmente para los militares británicos destacados en Gibraltar, que eran los que dominaban la lengua de Shakespeare. Más allá de los militares y funcionarios británicos allí destinados, en Gibraltar prácticamente nadie dominaba el inglés, lo que propiciaba la similitud social y cultural del gibraltareño con el resto de habitantes de la comarca.
A la familia Parral se le pusieron todas las trabas posibles a fin de evitar la publicación de 'El Calpense', lo que consiguieron en 1982, año en que cerró esta cabecera
Así, el Chronicle estuvo bajo supervisión militar entre 1945 y 1976. Fundado en 1801, no tuvo un primer editor nacido en Gibraltar (de padre británico) hasta 1984. Fue Francis Cantos, que en 1996 se unió al equipo del ministro principal Peter Caruana y dejó paso a Dominique Searle, otro hijo de británico pero gibraltareño. Obsérvese cómo un gibraltareño hijo de gibraltareño no tocó moqueta de medio de comunicación gibraltareño hasta el presente siglo.
En lo que respecta a la trayectoria de El Calpense, se le pusieron todas las trabas posibles a la familia Parral a fin de evitar su publicación, lo que consiguieron en 1982, año en que cerró esta cabecera.
Las 15.000 "bocas inútiles" de Gibraltar
Para los gibraltareños, y lo que ellos consideran como su identidad común, el punto de inicio lo fijan cuando durante la Segunda Guerra Mundial el británico se desprendió de todas las que consideró como "bocas inútiles" de Gibraltar, obligando a la evacuación forzosa de entre 15.000 y 16.000 civiles (mujeres, ancianos y niños) hacia lugares como Reino Unido, Marruecos, Madeira, Irlanda y Jamaica.
Esto les provocó una experiencia traumática, separó familias e impactó en la economía local. Los desterrados a Marruecos fueron expulsados por los franceses cuando los británicos bombardearon su flota en Mers el-Kebir. Como alternativa, se los llevaron al Reino Unido y en su trayecto recalaron en Gibraltar, donde el gobernador no les dejó desembarcar durante días, aunque finalmente hubo de ceder. Cuando llegaron a Londres, quedaron marcados por los constantes bombardeos de la capital británica.
Para los llanitos, esto fue un baño de realidad con el que se dieron cuenta de que del británico no podían esperar nada bueno. De aquí proviene la constante reafirmación de su nacionalidad británica. Siempre que pueden le recuerda a la Metrópoli lo mucho que la quieren, temerosos de que el británico pudiera llegar a pensar lo contrario y los deje abandonados a su suerte sin remordimiento alguno.
Para la britanización de la población gibraltareña, se cambió el sistema educativo asimilándolo al de las Islas, utilizando como lengua vehicular el inglés
Durante este éxodo forzado, entre 1940 y 1951, fue cuando la población gibraltareña aprendió el idioma inglés. El británico tomó conciencia de que un gibraltareño era más parecido a un español que a un británico y se puso manos a la obra de la britanización de los habitantes de monte Calpe.
Para la britanización de la población gibraltareña, se cambió el sistema educativo asimilándolo al de las Islas, utilizando como lengua vehicular el inglés. Es en este momento donde los puntos en común sociales y culturales de gibraltareños y españoles comenzaron a tomar caminos distintos, paralelos, pero distintos.
Estamos en los años 50 y 60 del pasado siglo. La economía de la colonia giraba en torno a la base militar. El que no trabajaba en alguna instalación militar prestaba servicios a los militares que rotaban por Gibraltar. Aunque existía el contrabando de los más diversos géneros, no se podía considerar que desde Gibraltar se parasitara la economía de la comarca ni que desde la Colonia se hiciera una competencia desleal a la comarca.
En esas fechas el británico discriminaba al gibraltareño como británico de segunda o tercera clase, negándole el acceso a instalaciones y servicios solo destinados al británico de pura cepa. Todo esto no era óbice para la persistencia de cierto acercamiento social y cultural entre gibraltareños y campogibraltareños, dado que sus gustos y problemas seguían siendo muy similares.
La descomposición del imperio
En el punto que estamos, el imperio británico se encontraba en la descomposición que le supuso el proceso descolonizador. Para mantener su base militar de Gibraltar, revestida de legalidad internacional, el británico pretendió hacer ver a la comunidad internacional que Gibraltar gozaba de cierta independencia.
Incluyó a Gibraltar en los territorios a descolonizar, le otorgó una constitución, encorsetada por un férreo control del gobernador de turno. Al igual que hizo en otros territorios coloniales, destinados a ser futuros paraísos fiscales, entronizó a una élite local de abogados que controlase al resto de la población y sirviese de pantalla al verdadero poder que ostenta el gobernador, de manera que, ante escándalos provocados por turbios negocios, Londres pudiera negar cualquier responsabilidad.
España consiguió ganar una de las pocas batallas del contencioso y logró que para la comunidad internacional Gibraltar sea un territorio a descolonizar en base a criterios territoriales y no de población
Londres se encontró con una inesperada respuesta española que consiguió ganar una de las pocas batallas del contencioso y logró que para la comunidad internacional Gibraltar sea un territorio a descolonizar por los británicos, en base a criterios territoriales y no de población, por lo que los gibraltareños no pueden considerarse como los legítimos dueños del territorio sino sus colonizadores. Por tanto, España es la legitima propietaria del territorio y es al británico al que corresponde solventar la papeleta de la población que ha utilizado para colonizar un territorio.
Los gibraltareños son una población importada para el mantenimiento de una base militar, que, por mucho tiempo que habite el territorio, no tiene derecho de propiedad alguno. Para confirmarlo solo basta con seguir las estadísticas de población de la colonia durante el siglo XIX, cuando tras sufrir varias epidemias que provocaron un considerable número de fallecidos surgían generaciones espontáneas de personas en Gibraltar, que permitieron mantener el número de pobladores igual al existente antes de las epidemias.
El cierre de la Verja
A mi corto entender, el punto de inflexión en la relación entre coreanos se sitúa en el cierre de la Verja. El gibraltareño, en una interpretación libre de este pasaje histórico, lo toma como una afrenta contra ellos, que tienen el sagrado derecho de transitar por España como mejor les venga en gana y que España no es nadie para autorizarles o denegarles el paso por ninguna frontera.
Durante el cierre de la Verja, el gibraltareño consiguió reducir la brecha discriminatoria con su metrópoli y ante el espejo se ve como una sociedad superior a la española; es un británico, con una larga tradición democrática, aunque tenga una constitución otorgada, y está en la Unión Europea antes que España.
Esto les hizo venirse arriba y, cuando consiguieron que se abriera la Verja manteniendo un estatus económico superior al del español, alcanzó el colofón de la supuesta superioridad moral sobre Corea del Norte que se atribuyen.
Su bonanza económica, basada en el privilegiado estatus legislativo comunitario del que disfrutaba Gibraltar, le hizo ver al campogibraltareño cómo una comunidad de desarrapados a la que mantenían dándole el empleo que su país no le daba.
Pero hete aquí que el gibraltareño se empezó a dar cuenta de que, aunque sus próceres intentaban repartir la prosperidad compartida que llegaba de la desleal competencia hacia España, la élite designada por el británico para repartir esa prosperidad dormía más calentito que la inmensa mayoría de los gibraltareños. Que mientras un gibraltareño se las veía y se las deseaba para poder conseguir una vivienda en la colonia, otros disfrutaban de mansiones en las urbanizaciones españolas más exclusivas y lujosas.
El Brexit: nueva etapa
Y en esas andaban cuando el británico les metió en el Brexit. Como no podía ser de otra manera, el británico no tenía en mente al gibraltareño cuando se embarcó en la senda de la salida de la UE. No tuvo en cuenta que la viabilidad de la economía gibraltareña se basaba en el estatus privilegiado de que disfrutaba la colonia dentro de la UE.
Los gibraltareños lo sabían muy bien y trataron de hacérselo ver al británico con el resultado del referéndum, pero la colonia es para el británico el expositor de folletos turísticos de los hoteles, ese que todo el mundo ve y al que nadie presta atención.
Y aquí tienen a los gibraltareños debatiéndose entre profesar el odio hacia lo español que les ha inoculado el británico y sus élites o acercarse a ese español al que dedican improperios pero que será el único que les echará una mano cuando la cosa venga mal dada. La población gibraltareña se está debatiendo entre mantener la línea que le han impuesto o acercarse a esa población que le es más próxima cultural y físicamente.
En lo que respecta a la gente del Campo de Gibraltar, no me cabe la menor duda de que trató, trata y tratará al gibraltareño como corresponde a cualquier familiar allegado
Ese español, del que tanto han abusado y denigrado, ahora se ha convertido en el custodio de la puerta que le da acceso al resto del mundo. Somos como ese portero de discoteca al que tras vomitarle encima le van a tener que pedir que les deje entrar.
Está por ver cómo responderá el portero. ¿Se limpiará el vómito con las prendas que le arrebate al cliente? ¿Denegará sin más la entrada? ¿Reverenciará al cliente, le dará paso y lo llevará hasta la zona vip? ¿Calmará los ánimos y lo devolverá al hotel para que duerma la mona? Iremos viendo qué camino toman los gobernantes españoles.
En lo que respecta a la gente del Campo de Gibraltar, no me cabe la menor duda de que trató, trata y tratará al gibraltareño como corresponde a cualquier familiar allegado. Nunca denegará comida y cobijo a quien su puerta toque siempre que lo haga con la educación y el respeto que cualquier persona merece.
Esta comarca practica las bondades de la parábola del hijo pródigo, cosa que muy bien saben los gibraltareños, que mal que le pese a muchos de ellos, no ignoran que somos hermanos. Y por muy mal que se porten con la familia, siempre serán recibidos de buen grado a su vuelta.
También te puede interesar