Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Crónicas de la prosperidad compartida
Nos acercamos a la finalización del quinto año de la incertidumbre en la que se nos ha sumergido ante la indeterminación de qué va a ser de la colonia británica tras abandonar su metrópoli la Unión Europea.
Resulta llamativa la situación en la que se ha puesto a esta comarca por la que, en aras de una indefinida prosperidad compartida, soporta y soportará las negativas consecuencia de incluir a una población de 40.000 habitantes en una relación parasitaria con una sociedad común de 450 millones de habitantes.
El quebranto social y económico que le ha supuesto a Gibraltar la salida de la UE es algo de la exclusiva responsabilidad de su británica majestad. Desde la usurpación territorial que supuso la toma de Gibraltar, allá por comienzos del S.XVIII, esta comarca no ha hecho otra cosa que soportar sus negativas consecuencias. La existencia de la colonia ni reporta ni ha reportado ningún rédito al Campo de Gibraltar; más bien sólo le ha ocasionado problemas.
Es innegable la falta de pericia con la que los distintos gobiernos españoles han afrontado el contencioso colonial
Siempre habrá voces que atribuyan como bondad de la colonia la contratación de mano de obra. Este relato es una falacia toda vez que si se contrata a alguien es porque se necesita de su trabajo y la necesidad de mano de obra en Gibraltar se sustenta en su superior estatus económico, que procede de la desleal competencia económica que hace a sus vecinos y de la resta de derechos sociales y laborales de los trabajadores que contrata.
Es innegable la falta de pericia con la que los distintos gobiernos españoles han afrontado el contencioso colonial. El mayor pecado ha sido consentir su distanciamiento económico del Campo de Gibraltar tras la reapertura de la Verja y que le ha permitido crear relaciones clientelares, cuando no de sometimiento de la comarca.
Cuanto menos, se podía haber dado la batalla en la UE para conseguir unas relaciones más igualitarias. La república de letrados no sólo ha conseguido crear esa ilusión de dependencia, sino que ha conseguido hacer creer en el foro madrileño que además de existir tal dependencia, es mayor de la que verdaderamente existe.
Madrid no sólo es incapaz de ver que la dependencia que verdaderamente existe es la de Gibraltar del resto de la comarca que la rodea. Entrar en negociaciones sobre la miseria de mantener unas pocas decenas de puestos de trabajo de baja calidad no pone de manifiesto otra cosa que la propia incompetencia del Gobierno de turno para crear y gestionar políticas de empleo que no le obliguen a mendigar a una colonia.
Desde un principio se rechazó la negociación de lo que es el único fin del contencioso, la recuperación de la soberanía perdida. A excepción del diésel, entiéndase la ironía, España no tiene dependencia alguna de la colonia. España seguiría igual si mañana desapareciera Gibraltar. No sería así si la que desapareciera fuera España: en tal caso, Gibraltar sucumbiría por carencia de materias primas y de mercado al que vender los servicios de cuello blanco que presta.
Los necesitados del acuerdo fantasma son los gibraltareños y, por tanto, son los obligados a allanarse a los condicionantes que el Gobierno español pusiera encima de la mesa. Lo lógico en una negociación de este tipo es que España hubiera aplicado a Gibraltar la normativa vigente desde el minuto uno de la salida del Reino Unido de la UE. Y si a la colonia le ocasiona algún perjuicio, se le podrán dar soluciones siempre que a cambio solucione los problemas de derechos sociales de los trabajadores, los medioambientales, deje de ganar terreno al mar, cese el contrabando, se establezca una equiparación fiscal y legal que evite competencias desleales, etc.
Pero ningún Gobierno español ha sido capaz de montar ese escenario. Lejos de esto, se ha permitido que sea el británico el que fije condiciones para seguir manteniendo su privilegiado estatus a costa de empobrecer y explotar a la comarca campogibraltareña. Serán capaces de adentrarse a pecho descubierto en el zarzal jurídico de la UE con tal de seguir manteniendo los privilegios que se les ha dado o consentido a los gibraltareños.
En lugar de aprovechar la oportunidad de solucionar las negativas consecuencias de la existencia de la colonia, nuestros dirigentes se obstinan en facilitar la persistencia de esas negativas consecuencias, aunque ello suponga la aparición de nuevos problemas.
La legislación comunitaria es un delicado equilibrio en el que cada norma requiere de intrincados y trabajados acuerdos negociados hasta la extenuación ya que se han de conjugar los intereses y la legislación de 27 países diferentes.
Será por aquello de que el acuerdo fantasma no ha pasado por la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores que nuestros negociadores asumen que un acuerdo en el marco legislativo de la Unión Europea es como negociar una moción de censura en un vasco caserío entre chatos de vino, apartados del escrutinio público. Todo ello muy democrático.
El acuerdo al que aspiran los próceres del norte y sur de la Verja se va a convertir en una tortuosa senda legislativa de incierto final, lo que alargará a decenios la incertidumbre en la que nos encontramos desde hace cinco años.
La solución fue señalada por la Comisión Europea cuando fijó al Consejo los objetivos a conseguir en la negociación. Esto lo llevó a efecto mediante la Recomendación de Decisión del Consejo por la que se autoriza la apertura de negociaciones para la celebración de un acuerdo entre la Unión Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica, por una parte, y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, por otra, con respecto a Gibraltar.
En este documento accesible en Internet, se venía a señalar toda la normativa europea que habría de cumplir Gibraltar si quería una frontera fluida con aduana común incluida y todo ello, con mínimos retoques a la legislación existente. Aquí se recogían los controles fronterizos y aduaneros en el puerto y el aeropuerto bajo la normativa europea.
La Comisión expone la normativa que se han dado los 27 en sus relaciones y que Gibraltar tendría que cumplir al igual que hacen los demás. La Comisión ofrecía lentejas, mientras que España da la impresión de haberlo convertido en una extensa carta de restaurante de alta cocina con su anexo de vinos, de manera que el británico se sintiera con opciones de seguir explotando a los norteños trabajadores. El británico pide platos que ve en la carta, el camarero español de Exteriores se los canta a la cocina europea y allí los cocineros se miran entre ellos preguntándose cómo cocinar ese plato. Sólo saben de lentejas.
El problema de esto es que el menú solo lo han leído unos pocos y no lo quieren enseñar. Y cada uno de ellos habla de platos diferentes. Han hecho salivar a más de uno y han empezado a hacerse reservas y no sabemos cuándo va a salir alguien a frustrar las expectativas de los comensales enseñando las lentejas que va a ser el único plato que se va a ofrecer.
Finalizando la teorización vamos a descender a lo terrenal, vamos a ver qué pasa con ese plato que usted y yo llamaríamos de lentejas y que para el británico se convierte en una sinfonía de sabores sutiles y elegantes que resaltan por su delicadeza, plato refinado con un aire de pimentón de La Vera, un crujiente de azafrán y se termina con unas gotas de aceite de oliva virgen extra de primera prensa.
Para integrarse en Schengen, Corea del Sur ha de acabar con el contrabando de tabaco. Para ello, aumentaron la fiscalidad de las labores de tabaco, aspirando a que lo que dejasen de ganar con el tabaco lo suplieran con otras fiscalidades, como son los impuestos a las apuestas online.
Lo cierto es que se ha ido reduciendo el contrabando de tabaco, puesto que para obtener ganancias de dicho ilícito se requiere matutear grandes cantidades y eso es más complicado para las organizaciones criminales del matute.
Si Gibraltar no es capaz de conseguir de otros sectores la financiación que obtenía del contrabando de tabaco, la playa de la Atunara volverá a convertirse en Omaha Beach la mañana del 6 de junio de 1944
En estas andábamos cuando el británico reclama una suculenta tajada del melón de las apuestas gibraltareñas. El contribuyente británico no está para poner dinero en Gibraltar, pero al llanito lo estrujan cual limón que adereza bivalvos. Esto ha obligado al fisco coreano del sur a reordenar sus impuestos y sacar dinero de otros caladeros.
Gibraltar llegó a mantener su sanidad pública con los ingresos del contrabando de tabaco. Si no es capaz de conseguir de otros sectores la financiación que obtenía del contrabando de tabaco, no tengan la menor duda de que la playa de la Atunara volverá a convertirse en Omaha Beach la mañana del 6 de junio de 1944.
Esto es un claro ejemplo de las dificultades que se esconden tras unas negociaciones llevadas a efecto con poco rigor y alejadas de cualquier ortodoxia. Se pacta y se acuerda una cosa que genera unos problemas por otro lado que no se esperaban. Pero no se vayan que aún hay más.
Como no podía ser de otra manera, si se va a tirar la Verja, que es mucho decir, habrán de armonizarse muchas cosas, como se vio obligado a armonizar cada Estado que ha ido ingresando en la UE. En el asunto IVA se ha oído entre un 15 y un 17%, cuando en España tenemos un IVA del 21%.
En Corea del Norte, un empleador viene a pagar en cotizaciones el equivalente a algo menos de la mitad del sueldo de ese trabajador. Sin embargo, en Corea del Sur tienen un contrato basura, cuasi exclavista, denominado de cero horas -no se dispone de horario, se trabaja cuando el empresario llama- y, además, los contratos tienen menor coste de cotizaciones sociales.
Gibraltar se acerca a convertirse en el Gran Centro Comercial Schengen, mientras las poblaciones de la comarca se convierten en sus barrios dormitorios
Si a esta salsa le agregamos el ingrediente de la Aduana Común, nos encontramos que cuando el acuerdo fantasma entre en vigor será más rentable abrir negocios al sur de la Verja que al norte. Al sur las mercancías llegarán igual que en España, pero los costes de contratación laboral serán mucho menores, al igual que los impuestos de consumo, por lo que al cliente le saldrá más económico comprar un producto en Gibraltar que en La Línea de la Concepción o Algeciras.
Gibraltar se acerca a convertirse en el Gran Centro Comercial Schengen mientras las poblaciones de la comarca se convierten en sus barrios dormitorios. Si ya de por si las ciudades de la comarca se ven infrafinanciadas por la población flotante que propicia Gibraltar, cuando pierdan todos los ingresos derivados de las actividades del comercio en sus ciudades no van a tener ni para pipas.
Como es sabido, la prosperidad compartida es de la Verja hacia el norte; hacia el sur la prosperidad no la comparten ni entre llanitos. Cuando las mejores condiciones fiscales le induzcan a pensar al lector que va a hacerse de oro abriendo un negocio en Gibraltar, meta en los costes de su proyecto la tajada que tendrá que llevarse el socio gibraltareño con el que tendrá que contar si quiere que los permisos fluyan.
Si las negociaciones siguen discurriendo como lo han hecho hasta ahora nos espera un negro y desconocido futuro en el que no podemos ni imaginar los problemas que nos surgirán. A mi modesto y corto entender, si queremos tener unas mínimas garantías de que por lo menos nos quedemos como estamos, la solución es ponerle al británico por acuerdo el plato de lentejas que cocinó la UE: si quieren, las comen: si no, las dejan.
Cualquier desigualdad que el acuerdo fantasma permita o consienta abrirá la puerta a desconocidas consecuencias. Al fin y al cabo, fue el británico el que originó el problema y el que tendrá que resolverlo. Aunque aquí sabemos que acabaremos pagando la tostada untada por los dos lados que se comerá el británico.
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