Foro 30 | Rafael Salgueiro

Una cara revolución energética

  • El economista Rafael Salgueiro expone las dificultades y coste que tendrá perseguir los compromisos internacionales de descarbonización

  • España tendrá que pensar “qué hace” con su capacidad de generación

Rafael Salgueiro

Rafael Salgueiro / Jorge del Águila

En el año 2015 los países de la Convención Marco de las Naciones Unidas alcanzaron un pacto mundial para hacer frente al cambio climático. El objetivo es evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta supere los 2ºC respecto a los niveles preindustriales y promover esfuerzos adicionales que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1,5ºC. En cabeza de esa carrera están los países europeos con su compromiso de descarbonización de la economía hasta reducir en un 80% sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990. Pero, ¿cuál es el camino que queda por recorrer y el coste que tendrán esos cambios?

“Tenemos trabajo por delante, unos un trabajo técnico, otros tendrán que echar mano a la cartera. Porque esto va a costar una enorme cantidad de dinero” resume el profesor de Administración de Empresas de la Universidad de Sevilla Rafael Salgueiro.

El economista hizo ayer un repaso a la situación actual de la energía y las perspectivas del sector dentro de una nueva edición del Foro 30 de Europa Sur, patrocinado por Acerinox. Y advirtió que solo con las medidas que tienen planteadas los países va a ser necesaria una inversión de dos billones de dólares anuales en el nuevo suministro de energía para dar la vuelta a un sistema energético basado aún en el petróleo y el carbón.

En la actualidad, el 34% de la energía primaria global proviene del petróleo y un 28% del carbón. El gas natural supone un 23% y las renovables aportan solo el 4%. Y “no hay motivos para la inquietud” por un posible agotamiento del petróleo, apunta Salgueiro, con unas reservas que crecen conforme va pasando el tiempo y va avanzando la tecnología extractiva. Por otra parte, remarca el profesor, la estadística muestra que la intensidad energética, la cantidad de energía necesaria para producir una unidad de PIB, va decreciendo. El aumento en el consumo de energía y el del Producto Interior Bruto se desacopló hace tiempo, lo que quiere decir que “no hay que detener el crecimiento en el mundo para poder evitar los efectos del consumo de energía”.

En ese contexto, Europa ha hecho la apuesta más fuerte por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a pesar de que supone solo un 9% de los casi 36.000 millones de toneladas de CO2 que se emiten en el mundo (dato de 2016). La electrificación de la economía basada en energías renovables permitiría, según la hoja de ruta marcada por la UE, alcanzar ese objetivo de reducción del 80% de las emisiones en 2050. Pero ese cambio de paradigma, advierte Salgueiro, se hará sin que el gas natural sirva como energía de transición conforme se va dejando el carbón, tal y como está haciendo Estados Unidos aprovechando el shale gas.

“Esa era la transición razonable pero en Europa se ha decidido que no, no se hace así”. Y se encamina a un cambio que supone “hacer inversiones que en buena medida llevan a achatarrar algo que funciona y reemplazarlo por algo nuevo”.

Según los escenarios de la Agencia Internacional de la Energía, si los países aplican las medidas previstas habría una mejora en las emisiones de CO2 al mismo tiempo que la demanda de energía primaria de un 25% en 2040 (hasta un 50% si no hay mejoras en la eficiencia). Será Asia la que tire de ese aumento de la demanda, especialmente India, que “se ve a sí misma como la próxima gran fábrica del mundo” una vez que China deje voluntariamente de serlo para pasar a producir bienes de mayor valor añadido.

Ante eso “se espera que las renovables y el gas sobre todo aportarán ese 80% de ese incremento necesario para cubrir la demanda”. Y para ello será necesaria esa inversión de 2 billones de dólares anuales en el suministro de energía y también que la revolución del shale gas continúe, “consolidando a EEUU como el mayor productor de petróleo y gas del mundo”.

Ese cambio para EEUU tendrá un efecto colateral en Europa: “Hace decaer el interés de Estados Unidos por Oriente Medio”. Y con él, el paraguas protector que era EEUU para Europa.

Asistentes al Foro 30 de Europa Sur Asistentes al Foro 30 de Europa Sur

Asistentes al Foro 30 de Europa Sur / Jorge del Águila

El cambio de modelo energético tendrá consecuencias que ahora están empezando a estudiarse, advirtió el profesor. Un exceso de capacidad de refino será una de ellas, con un efecto sobre el empleo que no está analizado. Pero también habrá cambios profundos en los países cuya economía depende de las exportaciones de petróleo, “que verán seriamente afectadas sus economías. Es un asunto serio que solo ahora se está empezando a pensar”.

En clave local, el experto advierte que España tiene una gran capacidad de generación de energía que “tendremos que pensar qué hacemos con ella” al volcarse en renovables. Además, la propuesta de ampliación de la capacidad de generación de renovables en 60.000 megavatios hasta 2030 tiene una contrapartida: la necesidad de incrementar la capacidad de evacuación. “Tenemos un problema de carácter regulatorio y de inversión en la red de transporte y distribución bastante serio. Parece que basta con encargar módulos fotovoltaicos, pero eso es lo fácil. Evacuar es lo difícil, ahí hay que gastar dinero y todos pagaremos por ello”, señaló ante los invitados del Foro 30, recordando “la parsimonia en la programación de REE y la ejecución de las obras”.

El economista es muy crítico con la expansión previa de las renovables en España, dejada en manos de las autonomías, con retribuciones que desincentivaban la mejora técnica, costes ocultos y por último un cambio de las reglas del juego que deja 10.000 millones de indemnizaciones. Ahora llega el empujón definitivo a las renovables y “mi esperanza es que en el futuro aprendamos de lo que se ha hecho mal”.

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