A vista del Águila

Años 70: la Algeciras moderna empieza a tomar forma

  • A finales de la década, el eje de la carretera nacional impulsó la expansión de la ciudad, sobre todo hacia la salida septentrional para Málaga

El Cortijo Real vacío.

El Cortijo Real vacío. / Archivo Hijas Miguel Ángel del Águila

Algeciras es una ciudad que ha crecido hacia el norte y hacia el sur, hacia los extremos de su geografía y de su mapa. A finales de la década de los sesenta, el eje de la carretera nacional impulsó esta expansión, sobre todo hacia la salida septentrional para Málaga, que también lo era para las otras localidades del arco de la Bahía y los nuevos asentamientos industriales y comerciales que se asentaron en sus orillas, pasada la barrera natural del río Palmones y su amplia zona de marismas.

Constreñida al este por el mar y al oeste por una sarta de elevaciones y la línea del ferrocarril, los no siempre sensatos proyectos de urbanización fueron más ralos en esta dirección donde las sierras, cada vez más despobladas, eran el horizonte más cercano.

1. El Cortijo Real vacío

En el verano de 1969, Miguel Ángel Del Águila quiso recoger una instantánea de las últimas labores de ejecución del primer -y durante décadas único- polígono industrial establecido dentro del perímetro municipal. Erigido sobre los terrenos del antiguo cortijo Real, de quien tomó la denominación, por el sur conectaba con la carretera nacional en su salida hacia Tarifa, aunque el fotógrafo prefiere recoger su extremo más apartado e interior.

Tras las amplias vías donde durante décadas se alzó la solitaria nave que alojó almacén de muebles y fábrica de plásticos, se observa en toda su ancha perspectiva el acueducto que desde centurias ilustradas transportaba agua a la ciudad desde los altos de las Minillas hasta la Fuentenueva, al pie de la Perseverancia. En esta zona del Cobre salvaba un desnivel más suave que el del río de la Miel, razón que determinó, a pesar del secular descuido local, que aún se mantuviera en pie. En esta imagen los arcos pueden aún contemplarse exentos, sin viviendas adosadas a sus venerables sillares dieciochescos que hoy apenas sobreviven ocultos tras fachadas sin concierto y décadas de indolencia.

Tras la histórica conducción, que empieza a verse rodeada de pequeñas viviendas, entre páramos donde apenas crecen solitarios eucaliptos, se vislumbra el perfil aún densamente arbolado del cerro de la Rejanosa, el alcornocal más rico y tupido del entorno urbano por donde discurría recta, como los más decididos ánimos, la vía de la Trocha, que desde tiempo inmemorial partía de la ciudad hacia el oeste. En el extremo izquierdo de la imagen, tras el collado por el que discurre la carretera local del Cobre a Botafuegos, se vislumbra la columna de humo del antiguo vertedero, que el viento de levante que soplaba aquella tarde desplaza hacia la sierra.

2. Las lindes occidentales

Iluminaba el poniente la tarde en que el fotógrafo subió al cerro del depósito de agua y captó las dos barriadas que cerraban la ciudad por el oeste, muy diferentes ambas en su concepción urbanística: en primer plano, la Bajadilla, diseñada a partir de una estructura en damero donde de forma individual se fueron erigiendo barracas que en estos primeros setenta habían sido sustituidas por viviendas de mampostería.

Al fondo, sobre vías más anchas que se adaptan a los sempiternos desniveles, se alzan los primeros bloques sociales de un barrio diseñado por el ministerio de la Vivienda en los terrenos del antiguo cortijo de la Piñera. Como se observa en la imagen, la construcción se realizó por cotas: se inició en los sesenta con las viviendas de la calle Andalucía más cercanas al cauce del río de la Miel y desde el Tropezón se fue urbanizando el otero que se elevaba hacia el sur.

Las lindes occidentales. Las lindes occidentales.

Las lindes occidentales. / Archivo Hijas Miguel Ángel del Águila

Entre ambos arrabales, marcando una divisoria que la perspectiva juega con ocultar, se alza una torre de abastecimiento de agua coronada por un bidón cubierto por cónicas reminiscencias neoyorquinas. Formaba parte de una compleja red de estructuras que daban servicio a la vía del ferrocarril, la cual discurría bajo los Arcos en paralelo al río. Ni unos ni otro son hoy visibles, junto a las ajadas vías del antiguo tren que, a falta de oportunas inversiones, sigue manteniendo ese adjetivo.

3. La ciudad desde el mediodía

En junio de 1975 el fotógrafo subió hasta los altos de San García, donde por aquel entonces se estaba forjando la cimentación y las primeras plantas de la Residencia Sanitaria, como se le conocía. Aunque este es el motivo central de la imagen, la vista Del Águila juega con el magnífico telón de fondo de una ciudad que se vislumbra aún distante y que muestra lejana su flanco sur.

Las primeras edificaciones del Convoy y el Terraza se ven flanqueadas por la izquierda por el blanco y esbelto prisma de la torre del Carmen. Detrás contrastan las bajas viviendas que ascienden el cerro de la Bajadilla con nuevos edificios como los de Villa Palma o las lejanas torres de San José Artesano. A la izquierda, la horizontal y frondosa línea de los jardines del hotel Cristina que llegaban hasta el mar, despidiendo al transbordador Virgen de África camino de Ceuta, que parece bordear la primera grúa de pórtico con daneses emblemas, la cual señalaba un desarrollo portuario que era ya mucho más que un barrunto.

Obras de la residencia, hoy Hospital Punta Europa. Obras de la residencia, hoy Hospital Punta Europa.

Obras de la residencia, hoy Hospital Punta Europa. / Archivo Hijas Miguel Ángel del Águila

Lejos, a la izquierda, vigilante y altiva, a la sombra del solitario eucalipto que todo lo soportaba, discreta e invisible de tanto verla, la casita de las Palomas. En el otro extremo se percibe la línea de costa de la bahía, donde el horizonte de sus autóctonos arenales se ven ya segmentados por foráneas estructuras de hormigón y prodigios verticales.

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