A vista del Águila

Miguel Ángel del Águila y el nacimiento de 'Foti'

  • En la primera entrega de esta sección, conoceremos al fotógrafo desde sus primeros años de vida hasta que dejó Algeciras, de la que dejó un importante legado gráfico

Autorretrato de Miguel Ángel del Águila.

Autorretrato de Miguel Ángel del Águila. / Miguel Ángel del Águila.

Finalizando la década de los cincuenta, llegó a Algeciras con apenas 12 años Miguel Ángel del Águila, en un viaje de ida y vuelta a través del Estrecho. Nacido en la alta y cercana Ronda el año de la explosión de Cádiz y de la muerte de Manolete, muy niño se desplazó con sus padres hasta la farmacia familiar de Río Martín, a la vera de Tetuán, por aquel entonces la blanca capital del Protectorado Español en Marruecos.

Con la independencia, los Del Águila se trasladaron hasta Algeciras, donde el padre decidió abrir un establecimiento en los entonces baldíos llanos frente al Casino Cinema, a mitad de camino del arranque del Calvario y el Instituto, en los terrenos sobre los que se estaba empezando a diseñar el escueto y frustrado ensanche de la ciudad.

Tras estudiar interno bachillerato en el colegio del Sacromonte de Granada, el joven Miguel Ángel decidió enfocar su vida hacia lo que más atención le llamaba: darle forma gráfica a todo lo que veía. De espíritu curioso e inquieto, su afición por la fotografía se sumaba al del reflejo de la realidad en unos años donde el barrunto del cambio calaba en muchas actitudes y conciencias.

No tuvo una formación académica al uso, pero sí la más práctica para un joven aspirante a fotógrafo que quería aprender las marcas de la vida en papel revelado. Pasó unos años en Madrid, aprendiendo las técnicas del oficio de la mano de Cortina, uno de los reporteros gráficos del diario Marca, hasta que regresó a Algeciras en 1967.

Tuvo muy claro que quería hacer de las lentes sus compañeras de viaje y de la fotografía su profesión. Por ello abrió su primer estudio en el número 13 de la calle Sevilla, frente al desaparecido cine homónimo y hasta donde casi llegaba en las tardes de verano la sombra del cercano ambulatorio. Siete años después trasladó su espacio de trabajo al número 7 de una calle Ancha aún con tráfico rodado, pared con pared con la sólida fachada de piedra de Pedro Liñana y frente a un banco de España que aún era tal.

Fachada de la tienda de 'Foti' en el número 7 de la calle Ancha. Fachada de la tienda de 'Foti' en el número 7 de la calle Ancha.

Fachada de la tienda de 'Foti' en el número 7 de la calle Ancha. / Miguel Ángel del Águila

Fue un tiempo de fotos, de muchas fotos. Tantas, que acabaron por determinar su apodo. No era raro verlo junto a su seiscientos verde en cualquier esquina de unas calles en plena ebullición, con nuevas perspectivas y proyectos no siempre bien planteados ni resueltos. En cualquier acto, encuentro, visita, inauguración o derribo estaba Miguel Ángel Del Águila viendo y retratando, dejando constancia de atmósferas pasadas y bocetos aún por venir; de rostros conocidos y expectantes, precavidos, ufanos, hoscos, amables, plenos de una energía que parecía infinita… constancia de lugares que fueron o aún no habían llegado a ser.

Fotografiaba y reportaba. Colaboró con los más importantes medios de comunicación de la zona, desde el mítico diario tangerino España hasta el Sur o el Sol de Málaga, el ABC de Sevilla o el comarcano Área. Fue corresponsal de varias agencias de información como EFE y uno de los más destacados impulsores del semanario local Algeciras, de gran tirada en aquellos años. Acompañó en su labor a un buen número de periodistas de enjundia, como Francisco Prieto, José Vallecillo, Fernando Gallego, Antonio Rodríguez, Andrés Siles, Juan Silva, Jesús Melgar o un joven Juan José Téllez en años de cálidas madrugadas y palabras compartidas.

Por aquel entonces no hubo visita o acto que no recogiera y fue capaz de captar la imagen de una ciudad que abría los ojos a clisés inéditos, negativos cambiantes, destellos dinámicos, sueños que aún no se habían roto y alguna que otra pesadilla. Su obra fue la mirada de muchas palabras y de un tiempo que aquí tuvo poco de silencio; de una vida que corría a borbotones entre las calles, los carteles, las esquinas, las obras y las pintadas.

Interior de la tienda de Miguel Ángel, en la que había un espacio para exposiciones. Interior de la tienda de Miguel Ángel, en la que había un espacio para exposiciones.

Interior de la tienda de Miguel Ángel, en la que había un espacio para exposiciones. / Miguel Ángel del Águila

Pero no se ciñó a la imagen periodística. Sus inquietudes artísticas lo empujaron a fundar junto a Carlos Patón una institución señera en la ciudad: la UFCA, la cual, en no pocas ocasiones, utilizó en sus primeros años de singladura las dependencias de su estudio en una calle Ancha cada vez más transitada. También se dedicó a la docencia, impartiendo clases de fotografía en la Escuela de Artes en el edificio de la huerta del Mirador, entonces recién inaugurado.

Fue testigo directo de la existencia de la ciudad hasta su partida a Granada y su temprana desaparición en 1996. Durante décadas fue capaz de detener el tiempo en miles de fotografías que su primera esposa, Victoria Guerrero, ha tenido la perseverancia de recopilar y digitalizar en un rico y heterogéneo archivo que lleva el nombre de las hijas. Desde esta fuente vamos a seleccionar y comentar imágenes con las que se puede recrear una ciudad y a unos habitantes contemplados desde la perspicaz vista Del Águila, la cual acabó haciéndolos eternos, y eso que muchos ya no están, hemos comprobado que existe fecha de caducidad y a veces puede costar trabajo reconocer lo que fuimos.

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